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Resumen De La Lectura Las Coeforas

serch6198 de Julio de 2015

866 Palabras (4 Páginas)229 Visitas

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• INTERPRETACIÓN DEL PROBLEMA FUNDAMENTAL PLANTEADO POR EL AUTOR

Han pasado seis años desde el asesinato alevoso de Agamenón. Su hijo Orestes, nacido poco antes del comienzo de la guerra de Troya, ha cumplido ya 18 años y llegado, por tanto, a la “efebía”… Tiene, pues, derecho a volver, como rey y señor, a Argos. Antes de retornar a esta ciudad ha visitado el santuario de Delfos, en donde Apolo le ha ordenado que vengue la muerte de su padre.

Electra, hermana de Orestes, conduce el cortejo. Orestes la reconoce: “¿Qué es lo que veo? ¿Qué cortejo es este que avanza, compuesto por mujeres cubiertas con largos velos negros?… ¿Debo entender… que estas mujeres traen a mi padre libaciones, ofrendas que aplacan a los muertos?… Creo que es mi hermana Electra la que viene hacia aquí… ¡Oh Zeus, concédeme vengar la muerte de mi padre…!”

Electra, al derramar libaciones, exclama: “¿Qué voy a decir al derramar estas libaciones en honor del muerto?… Al verter este agua lustral en honor de los muertos, dirijo a mi padre esta llamada: ‘ten piedad de mí y de tu hijo Orestes; ¡haz que seamos amos de nuestra casa! Ahora somos simples vagabundos, vendidos por la misma que nos parió; en cambio, ella ha tomado, en tu lugar, un amante, Egisto, su cómplice en tu asesinato. A mí se me trata como a una esclava. Orestes, desposeído de sus bienes, está desterrado… ¡Que un golpe de suerte nos traiga aquí a Orestes! Escucha, padre mío, mi súplica… ¡Que surja, por fin, un vengador tuyo, padre, y que los que te mataron mueran a su vez: esto será justo!…’ Estoy viendo sobre la tumba este bucle cortado”.

Electra explica, a su vez, la situación en que se encuentra ella: “Yo estaba marginada, privada de honores y derechos, recluida en mi habitación, como si fuera un perro peligroso. Mis lágrimas brotaban más prontas que la risa; me ocultaba para sollozar y llorar constantemente”

La nodriza comunica al Coro que Clitemnestra le ha ordenado que vaya en busca de Egisto, para que reciba del forastero la noticia de la muerte de Orestes. El Coro le aconseja que diga a Egisto que acuda sin su escolta. Con ello se va a facilitar la venganza. Después invoca la ayuda de los dioses en la acción vengati¬va que se está preparando.

Orestes entra en el palacio. Poco después se oyen, dentro de éste, los gritos de dolor que profiere Egisto.

Sale un esclavo y grita: “Ya no existe Egisto”.

Al oír los gritos, acude Clitemnestra y dice al esclavo: “¿Qué es lo que pasa? ¿Qué gritos son esos que estabas dando por el palacio?”

El esclavo contesta: “El muerto ha matado al vivo”.

La reina comprende el sentido de tan enigmáticas palabras.

Sale del palacio Orestes, blandiendo en su mano la espada ensangrentada y se produce un dramático diálogo entre él y su madre. Ésta comprende el sentido del misterioso sueño, en el que una serpiente sorbía la sangre de su seno. Plaquea el ánimo de su hijo Orestes y dice a su amigo: “Pílades, ¿daré muerte a mi madre?”.

Orestes arrastra a su madre hasta el interior del palacio, mientras exclama: “La suerte que has hecho sufrir a mi padre te condena a morir”.

Se abre la puerta exterior del palacio, tras cuyo umbral yacen los cadáveres de Egisto y de Clitemnestra.

Orestes trata de justificar ante el Coro su horrible matricidio: “Mientras aún estoy en mi sano juicio, grito muy alto a todos los míos: sí, he matado, con toda justicia, a mi madre, a esa impura asesina de mi padre, a un ser odioso para los dioses. Y, además, afirmo que el gran instigador de esta audacia mía ha sido el dios adivino de Delfos, Loxias. Me profetizó que, si yo obraba tal como he obrado, estaría exento de toda culpabilidad criminal, mientras que, si no cumplía su orden,… no os diré el castigo, pues ninguno de sus sufrimientos me va a alcanzar

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