Royo Hernández, Simón - LA ÉTICA UTILITARISTA De John Stuart Mill
ClaraWeiss12 de Mayo de 2013
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LA ÉTICA UTILITARISTA
de John Stuart Mill
(Londres 1806- Avignon 1873)
por Simón Royo Hernández. Madrid, junio de 2000
Su educación hasta la adolescencia estuvo a cargo de su padre, James Mill, quien le sometió a un rígido programa de estudio, ya que pensaba que todo lo que pudiera ser un hombre se debía a la educación. Se pasaban el día en el despacho paterno, el niño estudiando a su lado y con la licencia de preguntar cuantas cosas no comprendiese. John Stuart nos cuenta en su Autobiografía como se desarrolló su educación primaria y secundaria, bajo la supervisión y la dirección paterna: empezó a estudiar griego a los tres años “aprendiéndome de memoria lo que mi padre llamaba vocablos, que eran una lista de palabras griegas con su significado en inglés y las cuales él me escribía en tarjetas”. El estudio del latín no lo comenzó hasta los siete años, edad a la que leyó seis diálogos de Platón, aunque afirma que no comprendió bien el Teeteto; al mismo tiempo, aprendía aritmética y una gran cantidad de historia. Pocas veces se le consentía la lectura de libros de entretenimiento, como Robinson Crusoe, del que dice que le deleitó toda la infancia. Después de los ocho años John no solo tenía que aprender sino que enseñar también a sus hermanos menores. En esa época se dedicaba ya a la lectura de la Ilíada y la Odisea, de tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, de los mejores autores latinos, de una gran cantidad de historia y del estudio minucioso del gobierno romano. Antes de los doce años llegó a dominar el algebra, la geometría, el cálculo diferencial y algunas otras ramas de las matemáticas superiores. Su mayor entretenimiento por entonces era leer libros donde se relataban ejercicios de ciencia experimental. A los doce años comenzó a estudiar lógica. Leyó todo lo que Aristóteles había escrito sobre el tema, a varios escolásticos y a Hobbes. Todo ello con un único profesor, su padre, y en contacto con los eminentes amigos de éste, como era J.Bentham. En las horas de descanso paseaba con su padre y discutían. Al cumplir los catorce años se juzgó que el muchacho había llegado al momento de ver algo del mundo y se le envió al extranjero durante un año. A su regreso comenzaría sus estudios fuera de casa.
John Stuart Mill cursó estudios superiores, científicos en Francia y jurídicos en Inglaterra. Durante tres años (1865-68) fue miembro de la Cámara de los Comunes de Inglaterra, desde donde apoyó, entre otras cosas, la inclusión de las mujeres en el derecho al voto (el sufragismo femenino), escribiendo además un libro titulado: Sobre la esclavitud de las mujeres (1869), todo lo cual le ha hecho ganar un lugar de honor dentro del feminismo moderno. Representante filosófico-científico del empirismo inglés y del liberalismo político, escribió libros científicos, filosóficos y de economía que fueron decisivos en la evolución y desarrollo de todas esas disciplinas [i]. Expuso su teoría ética por primera vez en su libro Sistema de la Lógica (1834) cuyo libro VI, capítulo XII y último, se titulaba Sobre la lógica de la práctica o del arte, incluyendo la moralidad y la prudencia, teoría desarrollada en su libro El utilitarismo, que sería publicado en 1863, antes de emprender su actividad política, que quedaría subordinada a los principios éticos expuestos en dicha obra. Como precedentes en el utilitarismo tuvo a su padre, James Mill y al también jurista, filósofo y político Jeremy Bentham [ii], de quien pronto superaría la estrecha concepción del liberalismo-mercantilista en la actualidad vigente como neoliberalismo, orientándose hacia un liberalismo-emancipatorio cercano al socialismo. Su intención como pensador, político y escritor era la de reformar el mundo y hacer mejor la Humanidad, en la línea progresista abierta por el positivismo de Augusto Comte.
En la ética sostuvo el criterio utilitarista de buscar el máximo bienestar del mayor número de individuos, la felicidad general (General Happiness) como criterio y fin de la moralidad, apelando al sentido común de los seres humanos para ser tenido como principio y guía de la acción. Esta doctrina ética sostiene que la felicidad de los individuos, de cada uno, depende de la de los demás. En la medida en que logro la felicidad de los demás consigo también la propia, de manera que para un individuo resulta útil lograr la felicidad del conjunto en el que se encuentra inmerso. Buscar lo útil consiste en ser práctico, valorar las cosas de manera distinta según el uso que se haga de ellas. Un cuchillo en sí mismo no es ni bueno ni malo, resultará bueno si le sirve al conjunto de los individuos para cortar pan o tallar madera y malo si lo utilizan para matarse. Por tanto, lo malo es lo inútil para conseguir la felicidad y lo bueno es lo útil para lograrla. No es correcto decir que un cuchillo puede ser útil para matar, ya que el utilitarista, reserva el calificativo de útil, tan sólo para aquello que, manejado de determinada manera, proporciona bienestar al mayor número.
El utilitarismo obliga a repetir constantemente los juicios éticos, que seran relativos al uso que se haga de las cosas, es decir, a las prácticas o conductas que se desarrollen con ellas. La religión o la energía atómica no son ni buenas ni malas, no puede establecerse para siempre la bondad o maldad de algo, sino que depende, en cada caso, de los resultados prácticos. Resultará, las más de las veces, que el utilitaristas calificará a las cosas, vinculadas siempre a conductas, de buenas si resultan beneficiosas y malas si resultan perjudiciales; resultando algunas de ellas buenas y malas a un mismo tiempo, al depender de la utilización que se haga de ellas. Así, la energía atómica es buena (útil, benéfica) en la medida en que proporciona iluminación a las grandes ciudades y mala (perjudicial) en la medida en que permite fabricar bómbas atómicas o desechar residuos radiactivos al mar. Esta consideración ética perdura en nuestros días con el nombre de pragmatismo el cual se caracteriza por hacer depender el juicio ético de los resultados prácticos y así medir la conducta bajo el criterio de su eficacia social.
Lo útil, lo bueno y lo placentero se identifican, estando el utilitarismo emparentado con el hedonismo antiguo, pero mientras que el hedonismo clásico busca el placer individual el utilitarismo persigue el bienestar colectivo, bajo la idea de que del bienestar colectivo es del que se puede derivar el individual. El utilitarista piensa que el individuo es fundamentalmente egoísta, pero intenta hacerle ver que la mejor dirección que puede tomar su búsqueda de lo que le es útil para alcanzar la felicidad, individualmente, pasa por alcanzar el bienestar de los que le rodean; supeditando el bienestar individual al logro del bienestar colectivo. Lo útil para el hombre, como ser social, es la mejora de la Sociedad. De ahí que la mejora de la Sociedad sea el camino que debe emprender quien sea egoísta y busque lo que le resulta más útil y placentero, es decir, lo que le pueda aportar la felicidad. La tesis de fondo es que yo no puedo ser realmente feliz si no lo son también todos los que me rodean. De todas formas, como lo bueno o malo no dependen de los motivos de la acción, sino de sus consecuencias, poco importa para los utilitaristas que se obre por egoísmo o altruísmo, siempre que el resultado sea socialmente beneficioso para la mayoría. Hay que distinguir entre lo que se desea y lo deseable, se desean muchas cosas que reportan dolor o más dolor que placer, todo lo cual quedaría fuera del ámbito de lo que Mill considera como esfera de lo deseable. En Mill la visión social no es un atomismo de los individuos sino un organicismo, si el hombre es un ser social para ser feliz tiene que lograr la felicidad de la Sociedad, porque mi brazo no puede ser feliz independientemente de la infelicidad de mis manos o del resto de mi organismo, ni una celula social con independencia de la Sociedad.
Para los utilitaristas el Todo es mayor que la suma de las partes, el resultado de las relaciones sociales, que forman la Sociedad, hacen de ésta algo superior y distinto a los elementos simples que la constituyen. De ahí que un elemento simple no podrá lograr sus propósitos con independencia del Todo y si sus propósitos son alcanzar la felicidad a través de lo útil, habrá de perseguir lo útil social como aquello de lo que puede derivarse su placer individual. Ningún otro sentido encuentra el utilitarismo a la vida en Sociedad que el relativo al beneficio que de ella pueda derivarse para todos sus integrantes. Considera que ese es el motivo por el cual los hombres comenzaron a convivir, la utilidad común, y que esa es la finalidad de este tipo de vida, sin la cual no tendría sentido mantenerla.
Según los utilitaristas no hay leyes eternas e inmutables, el mundo cambia y las leyes deben cambiar también para colaborar en promover la utilidad individual y colectiva. Los derechos derivan del mismo principio de la primacía de la Sociedad: los derechos de los individuos tienen que ser aquellos que contribuyan a la utilidad social.
Las ideas utilitaristas han sido malinterpretadas por el neoliberalismo que considera que del egoísmo particular se derivará el bienestar colectivo, porque se han olvidado de que sólo del egoísmo particular orientado hacia el bienestar general y sancionado por los resultados socialmente benéficos de sus acciones en la práctica, puede derivarse el bienestar colectivo que postula el utilitarismo.
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