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Si hubiera espinas Virginia C. Andrews


Enviado por   •  5 de Mayo de 2015  •  872 Palabras (4 Páginas)  •  223 Visitas

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Si hubiera espinas Virginia C. Andrews

5

PRIMERA PARTE

JORY

Cuando papá no iba a buscarme al colegio para llevarme a casa, tomaba un autobús escolar amarillo

que me dejaba en un lugar aislado donde recogía mi bicicleta, que había escondido en un barranco próximo

por la mañana antes de subir al autobús.

Para ir a mi casa tenía que pedalear a lo largo de una estrecha y sinuosa carretera que discurría por

una zona en que no había casa alguna hasta que llegaba a la enorme y deshabitada mansión que siempre

atraía mi mirada y hacía que me preguntase quién había vivido en ella y por qué la había abandonado.

Cuando veía aquella casa, reducía automáticamente la velocidad, sabiendo que pronto estaría en la mía.

A media hectárea de aquel caserón se hallaba nuestro hogar, aislado y solitario, junto a una carretera

con más vueltas y revueltas que la que, en los laberintos infantiles, tiene que seguir el ratón para alcanzar el

queso. Vivíamos en Fairfax, en Marin County, a unos treinta y dos kilómetros al norte de San Francisco. Al

otro lado de las montañas había un bosque de pinos gigantescos, y más allá estaba el mar. Era un lugar frío

y en ocasiones lúgubre, especialmente cuando la niebla se extendía en grandes olas hinchadas,

envolviendo a menudo el paisaje durante todo el día, convirtiéndolo en algo espectral. Sí, la niebla podía

resultar fantasmagórica, pero también romántica y misteriosa.

Aunque mi casa me gustaba mucho, me asaltaban vagos y turbadores recuerdos de un jardín

meridional, lleno de colosales magnolios revestidos de musgo. Me acordaba de un hombre alto, cuyos

cabellos negros empezaban a encanecer, un hombre que me llamaba hijo. No recordaba su cara con tanta

claridad como la sensación de calor y seguridad que me infundía. Supongo que una de las cosas más

tristes, cuando uno crece y se hace mayor, es que nadie es lo bastante grande y fuerte para levantarle a

uno, sostenerle en brazos y hacer que se sienta de nuevo seguro.

Chris era el tercer marido de mi madre. Mi verdadero padre murió antes de que yo naciese; se

llamaba Julián Marquet, y era conocido por todos los aficionados al ballet. En cambio, casi nadie fuera de

Clairmont, en Carolina del Sur, había oído hablar del doctor Paul Scott Sheffield, el segundo marido de mi

madre. En ese mismo estado sureño, en la población de Greenglenna, vivía mi abuela paterna, madame

Marisha. Era la única que me escribía todas las semanas, y la visitábamos cada verano. Parecía desear

...

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