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TÁCTICA Y ESTRATEGIA DE LA MOSTRUOSIDAD

traviscris20 de Junio de 2015

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Táctica y estrategia de la monstruosidad

Prosa musicalmente monstruosa -34 veces la cadencia significante- que se engulle a todo diletante feisbuquero -categoría artesanal de la cocina discursiva del emisor- en el miserable vientre monstruoso, babeándolo con sus originales exigencias monstruosas, cuyas querencias, dolencias y apetencias podemos resumir en las siguientes monstruosidades:

Quiere extenderse

Quiere manchar la vida del presente

Quiere el tiempo estancado

Quiere a la vida reflejándose en monstruosidad, para decir que no existe ni causa ni efecto

Quiere mentirnos su propia condición de monstruosidad

Quiere que olvidemos que la sangre es el calor del trabajo

Quiere que la sangre sea divina

Quiere dibujar sangre en nuestros ojos

Quiere extender los límites de su pasado

Quiere a los niños tontos

Quiere ser sinónimo de progreso

Quiere ensuciar la justa violencia de las transformaciones justas

Quiere ampliar sus límites para decirnos que ya no los posee

Quiere ampliar sus límites y verse en nuestras acciones

Quiere su recuerdo en nuestras manos

Poseedor de tantos deseos, la monstruosidad es todo un personaje, pero esperen, no cualquier personaje, es un peculiar soldado de tácticas y estrategias. La monstruosidad es tal vez un ejército o leviatán del estado o un jugador de ajedrez. La monstruosidad posee una historia, que comienza con la historia del hombre, allá en la noche de los tiempos. Pero la monstruosidad quiere muchas cosas, fama, dinero, sangre e inmortalidad. Es también una ramera infectada que en vaivén hace el ritual George Bataille. La monstruosidad quiere anular el tiempo, quizá también el espacio. Es un agente de la cia que quiere sabotear el descubrimiento ovni o aún más creíble: falsear la justa violencia en la alteración de un orden establecido. Es un personaje ruin que quiere llevarse el crédito del progreso, si lo hay, claro. La monstruosidad es una asesina a sueldo que no quiere asumir su responsabilidad y al contrario, echarnos la culpa. Se hace la inocente al secuestrarse a sí misma y desea vernos a nosotros reflejados en su fragmentación de innumerables sujetos. Pero lo más importante es que la monstruosidad tan llena de intenciones y detractores está aquí, muy cerca.

¿Dónde se encuentra tal monstruosidad? Si no es flotante ni ideal, tampoco inmaterial. Dónde está, creo que en el acto. Nos completamos con la monstruosidad, pero debemos luchar con nosotros mismos para dominarla. Esa monstruosidad que es el fantasma inhumano, el residuo de la animalidad, de la bestia que aun agoniza en la memoria genética de la historia humana. Es también quien nos hace callar cuando se exige acción, esa monstruosidad que dialoga en público, que dialoga y se funde en la religión ortodoxa.

Si bien la vida de la monstruosidad persiste y se confunde con la vida del hombre, envolviéndose en nosotros, es parte de nosotros, busca simbióticamente convivir con el gesto humano, y si bien sus demandas a la medida de doctor jekill intentan, con dudosa suerte, dominar el lado bueno del hombre, no obstante, inconforme con esto, se proyecta en la vida social, pero quién es el enemigo de la monstruosidad? El propio hombre “la boca intentada, un pensamiento intentado, una mano cerrada asiendo el cielo” es decir la facultad de la palabra, el pensamiento y la acción,

La monstruosidad que quiere apoderarse del progreso de la humanidad deshumanizándola para decirnos que el hombre no lo es tanto como los estatutos que la antropología suscribe. La monstruosidad se ha comprendido en términos de acciones humanas: la dictadura , corrupción, la religión, la historia interpelada por intereses particulares, el mito del progreso

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