Una clase política que se mancha de hipocresía

UNA CLASE POLITICA QUE SE MANCHA DE HIPOCRESIA

        La actualidad de México es un tema de preocupación internacional. Tras los sismos ocurridos el 9 y 19 de septiembre de este año, la situación económica se ve seriamente mermada, pues el gobierno parece no tener los recursos públicos para reconstruir lo que la tragedia nos ha quitado. Sin embargo, la tragedia económica no es un tema novedoso, es un reflejo de todos los conflictos que nuestro país arrastra.

Según cifras oficiales, la reconstrucción en los lugares afectados por el sismo, costaría más de 38 mil millones de pesos. Una cifra que sin duda parece excesiva e inalcanzable en un país económicamente tan dependiente. Pero, en realidad no lo es. Tan sólo en lo que va del gobierno de Peña, se han gastado cerca de 37 mil millones de pesos en publicidad para promocionar la imagen del presidente, (quien tan sólo un año después de tomar el cargo, había perdido cerca del 50% de los simpatizantes). Si bien es cierto que el prestigio de Enrique Peña Nieto era nulo, la promoción con la que los medios han bombardeado a la audiencia no ha ayudado en nada a recuperar un poco del respeto que alguna vez se le tuvo al cargo de presidente nacional. Sus spots dejaron de ser una defensa a los constantes ataques de los ciudadanos por su inutilidad y estupidez, convirtiéndose así en el centro de la burla en redes sociales. El intento tan desesperado de la administración por mostrar a un presidente seguro de sus decisiones acabó por convertir en ironía todo lo que se defendía, y mientras más dinero se tiraba a la coladera en la televisión, los medios digitales destruían los falsos argumentos.

En el comunicado oficial, la presidencia de la república pide apoyo a los ciudadanos y a los gobiernos extranjeros para facilitar el proceso de reconstrucción, mientras parece que se les ha olvidado los cientos de millones que parecen haberse perdido en manos del “nuevo PRI”. El escándalo de “la Casa Blanca”, con un costo superior a los 100 millones de pesos, los millonarios desvíos de Cesar Duarte, y el caso más sonado, el de su hermano Javier Duarte.

Al presupuesto de Veracruz, que desde 2012 sufría de un estancamiento por una excesiva deuda externa, provocada por las corruptas administraciones, se le sumó la infamia de un gobernante con el paquete básico de cualidades priistas. Su cercanía con Peña parecía mera casualidad, con una administración modesta y un aparente estándar de desvío de recursos, algo a lo que México estaba bastante acostumbrado.

Sin embargo, el que parecía un priista común y corriente, se destapó para sobresalir de entre toda la inmundicia de su partido. Después de que el portal de internet Animal Político investigara unos cuantos contratos ilegales, como por error, como quien no quiere la cosa, se toparon de frente con una extremadamente elaborada red de robo, donde las pistas llevaban siempre a la misma persona.

Para cuando la justicia tocó a la puerta de Duarte, él ya se había llevado un helicóptero propiedad del estado, lejos, muy lejos, donde ni su amigo, Enrique Peña Nieto, pudiera encontrarlo.

El presupuesto de Veracruz no había sido saqueado, había sido filtrado como una coladera, como un agujero sin fondo, de tantas formas y con tantos implicados, con tan poca sutileza y sin ningún cuidado, todo tan evidente, que parecía difícil imaginar que el gobierno federal en ningún momento se percató.

Las primeras pistas apuntaban a 147 millones de pesos, otras le sumaban 54 millones, después otras decenas de millones, otras más, y la lista parecía no detenerse. Hoy en día, la Auditoría Superior de la Federación le ha imputado 52 denuncias a Javier Duarte, por un total de 45 mil millones de pesos, (recordemos que el costo de la reconstrucción es de 37 mil millones), y a pesar de que en julio de este año fue extraditado de Guatemala, parece que la formal prisión no se dará, al menos no en la administración de un Peña Nieto, que embarrado hasta los hombros de escándalo, sigue perdiendo simpatía con el pueblo que debe gobernar.

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