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Una división en el campo de la ética


Enviado por   •  29 de Octubre de 2023  •  Documentos de Investigación  •  1.820 Palabras (8 Páginas)  •  25 Visitas

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ÉTICA Y MORAL

  1. UNA DIVISIÓN EN EL CAMPO DE LA ÉTICA

Hay maneras de diferenciar las palabras ética, moral, moralidad y eticidad que Hegel y Kant plantearon.

En la ética moderna se encuentran dos tipos de clases, la primera es (la cuestión de lo que es bueno para mí como persona y para la comunidad), el segundo (la cuestión de lo que es con otros grupos humanos y culturas diferentes). Casi todos los filósofos escogen estos dos principios, que bien podrían convertirse en parte de la ética.

en el texto se establece que Hegel no tiene la intención de excluir a la ética con la moral si no de eliminar la confusión y estudiar la relación entre ambas.

Hegel tematizo la filosofía de Platón y de Aristóteles y el concepto de la moralidad.

Al igual Hegel comprende que la historia es esencial en el sistema de las instituciones de estado del derecho y la sociedad moderna. La moralidad y la eticidad se remite a las costumbres e instituciones.

Moral – Se asocia a un cambio con la pretensión de fundamentos filosófica de principios morales igualmente válidos para todos los seres humanos. Se ha considerado también como una orientación más crítica y progresiva.

2. COMUNIDADES HOMOGÉNEAS Y SOCIEDADES MULTICULTURALES

Las sociedades tradicionales pre modernas han funcionado la mayoría de las veces como unidades cohesionadas por un sistema monolítico de ideas, creencias y valores homogéneos, profundamente arraigado en su propia historia, el cual fun-da una manera unívoca de concebir «lo natural», el bien y los ideales de vida del hombre y de la comunidad, es decir, un ethos cultural que configura y define una fuerte identidad colectiva. Los valores y creencias, o la comprensión del mundo comunitaria, determinan su auto comprensión y con ello también su identidad. El tipo de identidad en la que piensa este autor es la identidad convencio-nal de las sociedades pre modernas en las que la dinámica del cambio y la movili-dad social eran casi inexistentes, y el individuo quedaba ya identificado de manera «natural», no por sus elecciones, sino por su nacimiento en determinada familia, etnia, lugar y clase social o corporación, por los roles sociales y las funciones profesionales que heredaba de sus antepasados. El avance del proceso de modernización, la movilidad social, territorial y profe-sional de amplios sectores sociales, la apertura al mundo, la globalización, etc., han erosionado y puesto en crisis los restos de aquel tipo de cultura tradicional y las iden-tidades estáticas, ligadas a las estructuras corporativas de las sociedades premodernas que algunos comunitaristas quisieran restaurar o mantener, y han difundido otros valo-res que tienen que ver con la vida privada y la libertad individual para elegir diferentes planes de vida, para buscar otros horizontes fuera del lugar de origen, cambiando los roles heredados y las posiciones sociales, etc. Se habla de la transición de un modelo de identidad fuerte, estable y cerrada, a un nuevo tipo de identidades abiertas, menos duras y más dinámicas.

En la terminología de Paul Ricoeur8 se trata del paso de la identidad «idem», que forma parte de lo involuntario de nuestro ser y denota permanencia inalterada del carácter, como herencia natural y cultural, a la identidad «ipse», entendida como fidelidad a las propias elecciones de la libertad y mantenimiento de la palabra dada, como lealtad y cumplimiento de las promesas. Esta es la identidad propiamente moral, que se ha desprendido ya de los presupuestos sustanciales de un núcleo inalterable de la personalidad. Este sentido de la identidad moral tiene su ancla-je más profundo, según mi manera de ver,9 en la fidelidad a la verdad, no como algo ya dado, sino como el horizonte o la meta de una búsqueda del sentido, que implica apertura a la crítica y disponibilidad para la autocorrección y el cambio. La autonomía llega hasta la definición de la propia identidad, que no se acepta como algo que se recibe ya hecho, sino que se desea realizar como elección y libre construcción de sí mismo.

3. ÉTICA, MORAL Y EDUCACIÓN

Las dificultades e interrogantes globales que se han planteado sobre la educación «ética» y moral han sido diferentes en las distintas épocas de la historia. Este primer grupo de preguntas alude a la cuestión pedagógica y metodológica de la formación ética o moral de los jóvenes. Frente a estos extremos es preciso cultivar el equilibrio reflexivo de una ética de la responsabilidad que permita una inserción eficiente y a la vez crítica en la trama de la interacción social. 
Se ha creído a veces que el rechazo del modelo autoritario de la educación ética de las sociedades tradicionales premodernas, como «inculcación» de determinados valores o como «indoctrinación» Retornando en primer lugar las preguntas antiguas clásicas sobre cómo es posible la educación «ética» y moral, podría decirse ahora que la dificultad mayor del problema ha estado precisamente en la no diferenciación de los campos que la filosofía contemporánea distingue con estos dos términos, porque la res-puesta es muy diferente para cada caso. El procedimiento pedagógico de la «ética» es narrativo y hermenéutico. MacIntyre, el método tradicional de la educación en la «ética» del bien y de la virtud ha sido el de «contar historias» que presentan los modelos de vida y de identificación. 14 como arquetipos del método narrativo de la «ética» pueden citarse la «paideia» griega antigua, a partir de la historia de los héroes homéricos, y la «paideia» cristiana primitiva centrada en el relato evangélico de la vida de Cristo. 

Rorty la ética «toma la forma de una narración antes que la de una búsqueda de principios generales». 16 algunos autores contemporáneos como los citados han reivindicado la «ética», pero contraponiéndola a la moral. Hay que decir, sin embargo, remedando una fórmula de Kant, que una moral sin «ética» es una abstracción vacía, pero una «ética» sin moral es ciega y puede ser peligrosa. 19 esta neutralidad del sector público-estatal no puede significar, sin embargo, dejar libradas las cuestiones axiológicas a la mera subjetividad, sin la confrontación y la orientación racional de los principios de la moralidad pública y no significa reducir la «ética» a un asunto puramente privado, separado de la vida social y del ejercicio de la ciudadanía política. 

La escuela tiene que promover la conexión y la transferencia de los «valores fuertes» de la familia y de las comunidades de pertenencia de los alumnos , al orden de los principios universales de la moralidad, los derechos humanos y las normas de la convivencia democrática, trabajando en la articulación o el posible «solapamiento» El problema de la «ética» y la moral en la sociedad moderna y en la educación no se resuelve, sin embargo, con la separación de la formación «ética» y de la educación moral a través de la demarcación de sus competencias en lo privado y en lo público, respectivamente, como si se tratara de dos esferas autosuficientes que pueden estar incomunicadas. En este sentido habría que recordar las expresiones de Hegel cuando decía que la moralidad abstracta de los principios univer-sales es impotente si no está injertada en un ethos vivido, que le trasmita la fuerza de sus motivaciones histórico-culturales, y si no cuenta con el respaldo institucional de una comunidad «ética» . Pero por otro lado la «ética»,la idea del bien y los planes de vida de los individuos y los grupos, así como las estructuras institucionales, deben estar abier-tas y expuestas siempre, a su vez, a la confrontación racional crítica del discurso moral. En los casos de conflicto o de cuestionamiento, la «ética» debe reconocer la validez universal y la preeminencia de los principios morales, porque también hay formas de eticidad que no son moralmente aceptables, o que no son aptas para la convivencia plural en una sociedad moderna y democrática. 

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