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Enviado por   •  6 de Junio de 2013  •  2.348 Palabras (10 Páginas)  •  362 Visitas

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Ciudad de México, basurero cotidiano

Raúl Tortolero NATIONAL GEOGRAPHIC julio 2008 - 10.07.2008 21:12

En la Ciudad de México se producen 12 000 toneladas diarias de basura.

Sólo se recicla 15 por ciento.

Érase una vez, en un callejón al oriente de la Ciudad de México, un letrero del gobierno de la capital, cuya leyenda a nadie amedrentaba: “Se consignará a quien se sorprenda arrojando desperdicios”. Cerros de bolsas malolientes yacían allí, manjar nocturno para las ratas, hasta que un par de vecinos amaneció con una peculiar idea. Acuciosos, asearon la rinconada y plantaron un gran altar a la Virgen de Guadalupe.

Así, frente a la imagen religiosa más arraigada en México, no hubo quien se atreviera a dejar su habitual carga de desechos, y todos optaban por retirarse con ella. El icono religioso pudo hacer más por el medio ambiente que el gobierno. No es el único caso. Decenas de “altares antibasura”, sembrados por la ciudad entera, cumplen su función lo mismo en las zonas opulentas que en las populares. Algo nunca calculado ni por el más creativo ecologista.

Para muchos observadores externos –visitantes de países desarrollados, sobre todo–, la Ciudad de México es el enclave de la basura. En un gran número de lugares, la gente sólo lanza los desechos a la banqueta, dentro de bolsas negras que contienen toda clase de desperdicios mezclados indiscriminadamente en su interior: comida en descomposición, latas, pilas, aparatos eléctricos, teléfonos celulares, pedazos de computadoras, todo. El gobierno de la capital reporta que el total de sus habitantes, 9 millones, produce 12 364 toneladas de residuos sólidos cada 24 horas. Pero de esta cantidad, sólo 14.7 % fue parte de los eslabones de reciclaje –de la casa a los emporios recicladores– en 2007.

Pese a las campañas gubernamentales de la ciudad –impulsadas con el eslogan “No basta con tirarla, hay que separarla”–, una objeción frecuente de la población respecto de la utilidad de separar sus desechos es la falta de camiones duales para dividirlos en orgánicos e inorgánicos, pues la basura se vuelve a revolver en la única bóveda de esos transportes. Para reemplazar la añosa flota actual, el gobierno citadino reconoce necesitar al menos 2500 camiones de recolección con depósito doble. Por ahora, sólo hay 250 y cada uno cuesta 1.2 millones de pesos.

Sin embargo, imponer al ciudadano esfuerzos sin que todo el engranaje ecológico opere no suena descabellado para Jorge Fernández Treviño, director de Transferencia y Disposición final de la basura de la ciudad, quien calcula que, si esa campaña funciona bien, se reciclaría hasta 20 % más.

El hecho es que, hasta hoy, aquí la entraña del reciclaje está en manos de los operadores de camiones recolectores. Desagregan la basura –cuando el ciudadano no lo hace– y son quienes ven volar billetes gordos si los vecinos venden basura inorgánica, algo que poco a poco aprenden a hacer, aun cuando las ganancias por familia son exiguas. Lo mejor pagado es el aluminio, 12 pesos por kilo, seguido del PET (envases plásticos), el cartón (tramposamente mojado para que pese más), el papel, el vidrio y el trapo. Germán de la Garza, delegado de la Benito Juárez –zona capitalina de alto ingreso–, dice que ante la proclividad de los conductores a desviarse de sus rutas para cosechar más ganancias, evalúa insertar un chip en los vehículos para monitorear su paradero. Cada camión es de facto una microempresa, con peones y unos 15 barrenderos por ruta, quienes obtienen alrededor de trescientos pesos de propina diarios en algunas colonias y le pagan unos cien pesos al día al chofer… si no es así, la basura permanecerá en sus tambos.

Todos, sociedad civil y factorías, deben separar los sobrantes en la capital desde 2003, cuando en teoría entró en vigor la “Ley de residuos sólidos”. No obstante, en la práctica, para poder aplicarla se requiere un reglamento, el cual nunca se ha publicado. En él se especificarían las particularidades operativas (quiénes deben separar, modo de hacerlo, días de recolección, horarios, montos de las sanciones, delito en el que se incurre por omisión), sin las cuales tampoco se pueden fijar multas. Aun así, es un cometido del gobierno capitalino implementar esa ley: sobre todo porque el relleno sanitario Bordo Poniente, donde duerme toda la basura citadina, está a 95 % de su capacidad.

Pero las campañas para reciclar no irrumpen con la misma intensidad en toda la urbe, e Iztacalco, una zona de barrios tradicionales al oriente de la Ciudad de México, es un caso ejemplar. Se eligió un área con un alto nivel socio-cultural para iniciar un programa piloto de separación de basura, y Erasto Ensástiga, el delegado, envió a 640 promotores para sensibilizar a la población, casa por casa. En establecimientos y mercados se fijaron pósters, invitando a clasificar los desechos. La capacitación se extendió a las escuelas.

Al programa se adhirió gustoso Francisco Garduño, quien durante 34 años ha recolectado la basura manejando un camión en las calles de Iztacalco. A los 67 años, fue capacitado en el reciclaje; ha resuelto las dudas de decenas de amas de casa sobre las ventajas que tiene separar los desechos sólidos y las ha ayudado a transformar sus hábitos.

“Uno pone su esfuerzo para ayudar a la comunidad. Todos apoyan para crear un barrio más consciente y ecológico”, dice orgulloso. Los vecinos le dispensan un trato familiar. Su rutina es cansada: recorre hasta dos veces su ruta; empieza a las seis de la mañana y termina después de las cuatro de la tarde. Aquí las familias tienen ya sus desperdicios organizados en dos, cuando tañen las campanas de su camión, que lleva una manta donde se explica cómo clasificarlos, pero al carecer de doble depósito, se le ha improvisado un espacio soldado con tubos en el costado derecho para albergar lo orgánico. En las fauces compresoras de atrás se arroja lo inorgánico. El PET viaja arriba en un enorme costal.

Garduño vende lo inorgánico en un tendajo minorista de reciclado –de los 600 que hay en la ciudad–, el cual revende hasta por tonelada a una de las 10 empresas recicladoras de fierro y vidrieras en la capital, o a cartoneras de distintas entidades. Otra parte de la basura de Iztacalco va al Bordo Poniente, donde existe una sección de aprovechamiento de desechos de árboles, en el que se depositan alrededor de doscientas toneladas diarias para hacer composta (un mejorador de suelos).

No me dice cuánto gana por las propinas, pero Garduño luce humilde. Un alto funcionario

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