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Ética Para Amador

Rosa191719 de Marzo de 2015

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CAP˝TULO PRIMERO DE QU VA LA TICA

Hay ciencias que se estudian por simple interØs de saber cosas nuevas; otras, para aprender una destreza que permita hacer o utilizar algo; la mayora, para obtener un puesto de trabajo y ganarse con Øl la vida. Si no sentimos curiosidad ni necesidad de realizar tales estudios podemos prescindir tranquilamente de ellos. Abundan los conocimientos muy interesantes pero sin los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir: yo, por ejemplo, lamento no tener ni idea de astrofsica ni de ebanistera, que a otros les darÆn tantas satisfacciones, aunque tal ignorancia no me ha impedido ir tirando hasta la fecha. Y tœ, si no me equivoco, conoces las reglas del fœtbol pero estÆs bastante pez en bØisbol. No tiene mayor importancia, disfrutas con los mundiales, pasas olmpicamente de la liga americana y todos tan contentos.

Lo que quiero decir es que ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, a voluntad. Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay mÆs remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofsica, ni ebanistera, ni fœtbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en ello, como suele decirse, nos va la vida. Es preciso estar enterado, por ejemplo de que saltar desde el balcn de un sexto piso no es cosa buena para la salud; o de que una dieta de clavos (¡con perdn de los fakires!) y Æcido prœsico no permite llegar a viejo. Tampoco es aconsejable ignorar que si uno cada vez que se cruza con el vecino le atiza un mamporro las consecuencias serÆn antes o despuØs muy desagradables. Pequeæeces as son importantes. Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir.

En una palabra, entre todos los saberes posibles existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos convienen ciertos alimentos ni nos convienen ciertos comportamientos ni ciertas actitudes. Me refiero, claro estÆ , a que no nos convienen si queremos seguir viviendo. Si lo que uno quiere es reventar cuanto antes, beber leja puede ser muy adecuado o tambiØn procurar rodearse del mayor nœmero de enemigos posible. Pero de momento vamos a suponer que lo que preferimos es vivir: los respetables gustos del suicida los dejaremos por ahora de lado. De modo que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos «malo». Saber lo que nos conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos adquirir

todos sin excepcin

por la cuenta que nos trae.

Como he seæalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo que debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, as como el agua puede quitar la sed pero tambiØn ahogarnos. Sin embargo, a veces las cosas no son tan sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro bro o producen sensaciones agradables, pero su abuso continuado puede ser nocivo. En unos aspectos son buenas, pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos convienen. En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigedades se dan con aœn mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra

y todos necesitamos

Fernando Sabater tica para Amador

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hablar para vivir en sociedad

y enemista a las personas; pero a veces parece que puede ser œtil o beneficioso mentir para obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor a alguien. Por ejemplo: ¿es mejor decirle al enfermo de cÆncer incurable la verdad sobre su estado o se le debe engaæar para que pase sin angustia sus œltimas horas? La mentira no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca con los demÆs ya hemos dicho que es por lo comœn inconveniente, pero ¿debemos consentir que violen delante de nosotros a una chica sin intervenir, por aquello de no meternos en los? Por otra parte, al que siempre dice la verdad

caiga quien caiga

suele cogerle mana todo el mundo; y quien interviene en plan Indiana Jones para salvar a la chica agredida es mÆs probable que se vea con la crisma rota que quien se va silbando a su casa. Lo malo parece a veces resultar mÆs o menos bueno y lo bueno tiene en ocasiones apariencias de malo. Vaya jaleo.

Lo de saber vivir no resulta tan fÆcil porque hay diversos criterios opuestos respecto a quØ debemos hacer. En matemÆticas o geografa hay sabios e ignorantes, pero los sabios estÆn casi siempre de acuerdo en lo fundamental. En lo de vivir, en cambio, las opiniones distan de ser unÆnimes. Si uno quiere llevar una vida emocionante, puede dedicarse a los coches de frmula uno o al alpinismo; pero si se prefiere una vida segura y tranquila, serÆ mejor buscar las aventuras en el videoclub de la esquina. Algunos aseguran que lo mÆs noble es vivir para los demÆs y otros seæalan que lo mÆs œtil es lograr que los demÆs vivan para uno. Segœn ciertas opiniones lo que cuenta es ganar dinero y nada mas, mientras que otros arguyen que el dinero sin salud, tiempo libre, afecto sincero o serenidad de Ænimo no vale nada. MØdicos respetables indican que renunciar al tabaco y al alcohol es un medio seguro de alargar la vida, a lo que responden fumadores y borrachos que con tales privaciones a ellos desde luego la vida se les hara mucho mÆs larga. Etc...

En lo œnico que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo con todos. Pero fjate que tambiØn estas opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte, resultado de lo que quiera cada cual. Si nuestra vida fuera algo completamente determinado y fatal, remediable todas estas disquisiciones careceran del mÆs mnimo sentido. Nadie discute si las piedras deben caer hacia arriba o hacia abajo: caen hacia abajo y punto. Los castores hacen presas en los arroyos y las abejas panales de celdillas hexagonales: no hay castores a los que tiente hacer celdillas de panal, ni abejas que se dediquen a la ingeniera hidrÆulica. En su medio natural, cada animal parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para Øl, sin discusiones ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quizÆ la mosca considere mala a la arana que tiende su trampa y se la come. Pero es que la araæa no lo puede remediar...

Voy a contarte un caso dramÆtico. Ya conoces a las termitas, esas hormigas blancas que en `frica levantan impresionantes hormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra. Dado que el cuerpo de las termitas es blando, por carecer de la coraza quitinosa que protege a otros insectos, el hormiguero les sirve de caparazn colectivo contra ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros se derrumba por culpa de una riada o de un elefante (a los elefantes les gusta rascarse los flancos contra los termiteros, quØ le vamos a hacer). En seguida, las termitas-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su daæada fortaleza a toda prisa. Y las grandes hormigas enemigas se lanzan al asalto. Las termitas-soldado salen a defender a su tribu e intentan detener a las enemigas. Como ni por tamaæo ni por armamento pueden competir con ellas, se cuelgan de las asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces mandbulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con toda celeridad y se ocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierran dejando fuera a las pobres y heroicas termitas-soldado, que sacrifican sus vidas por la seguridad de las demÆs. ¿No merecen acaso una medalla, por lo menos? ¿No es justo decir que son valientes?

Cambio de escenario, pero no de tema. En la Ilada, Homero cuenta la historia de HØctor, el

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mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, el enfurecido campen de los aqueos, aun sabiendo que Øste es mÆs fuerte que Øl y que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que consiste en defender a su familia y a sus conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que HØctor es un hØroe, un autØntico valiente. Pero ¿es HØctor heroico y valiente del mismo modo que las termitas-soldado, cuya gesta millones de veces repetida ningœn Homero se ha molestado en contar? ¿No hace HØctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las termitas annimas? ¿Por quØ nos parece su valor mÆs autØntico y mÆs difcil que el de los insectos? ¿CuÆl es la diferencia entre un caso y otro?

Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y mueren porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar (como la araæa que se come a la mosca). HØctor, en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las termitas-soldado no pueden desertar, ni rebelarse, ni remolonear para que otras vayan en su lugar: estÆn programadas necesariamente por la naturaleza para cumplir su heroica misin. El caso de HØctor es distinto. Podra decir que estÆ enfermo o que no le da la gana enfrentarse a alguien mÆs fuerte que Øl. QuizÆ sus conciudadanos le llamasen cobarde y le tuviesen por un caradura o quizÆ le preguntasen quØ otro plan se le ocurre para frenar a Aquiles, pero es indudable que tiene la posibilidad de negarse a ser hØroe. Por mucha presin que los demÆs ejerzan Øl, siempre podra escaparse de lo que se supone que debe hacer: no estÆ programado para ser hØroe, ningœn hombre lo estÆ. De ah que tenga mØrito su gesto y que Homero cuente su historia

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