Ética Para Errantes
gatitob18 de Mayo de 2015
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PRIMERA PARTE
LA VIDA COMO AVIDEZ DE VIAJE
Un viaje a tientas
El dinamismo de nuestra vida es semejante a un viaje, evoca un aspecto complejo y profundo de la vida humana.
La literatura nos revela entonces la condición del hombre como viator: un ser itinerante, viajero, que deambula hacia alguna parte, que se desplaza, que erra para cumplir, alcanzar o encontrar algo. Es como si en lo más profundo el hombre recibiera instrucciones o escuchara una orden de salir y de emprender su viaje.
En el libro del Génesis, narra la expulsión más imprevista de la historia. Una falta inaugura la avidez de viajar. En su primera etapa, el tránsito consistió en desplazarnos del pudor a la desnudez, pero el sentido definitivo del viaje fue el recorrido de la inocencia a la conciencia del mal hacia la cual todos nos mudamos. Digamos que el periplo consistió en pasar de la animalidad a la hominidad: del gustoso desconocimiento de los límites a la conciencia de las necesidades.
Al igual que en el relato bíblico cada hombre acomete el viaje de orientarse hacia su humanidad, un viaje personal a tientas. Es siempre un terreno nuevo. No hay mapas, porque el mapa es precisamente el resultado de la persona, la consecuencia misma del viaje. Los valores y las tradiciones ciertamente pueden ser referentes pero, requieren, por el hecho de ser universales, ser descubiertos en los sentidos únicos inherentes alas situaciones únicas de nuestra vida. La ética del límite comporta una dirección que acompaña al hombre independientemente de su localización en la vida: permanecer humano.
En el viaje, el hombre se puede trazar otra ruta, desorientarse: pretender pasar de la hominidad a la divinidad-humana.
En realidad el viaje que arranca desde lo más hondo del hombre e informa toda la vida es uno solo. Es un movimiento que absorbe todos los episodios de desplazamiento que se cumplen en el arco de una existencia.
No hay experiencia que no tenga carácter de viaje. Una crisis, un fracaso, un error, un desengaño, un infortunio, una pérdida, originan una salida de aquí para ir a un más allá de la posición procedente.
El viaje es fundamental de donde estamos hacia donde no sabemos. El nuevo viaje, se nos revela a posteriori, es decir, después del recorrido, después del evento que nos ha transformado y que como nueva ruta pide ser integrado. El viaje no se puede esquivar. Para el hombre es preciso viajar para Ser.
Partimos de nosotros mismos, como seres limitados y durante todo el viaje saboreamos la avalancha de nuestras limitaciones. El lugar de salida, recorrido y destino del viaje somos nosotros mismos. El circuito se cumple alrededor de nosotros mismos.
Siendo un viaje a tientas, sin mapa, existe la posibilidad de equivocarse de ruta, de perder la dirección, de errar y de terminar extraviado. Junto a esta experiencia de viajar viene otra experiencia vital, lanecesidad de orientarse para no echar a perder el viaje. La desorientación es percibida como una perdida no solo de dirección, sino también de sentido. Perdiendo la dirección se pierde también el sentido, es decir, la significación del viaje. El sentido de la vida es pues consecuente con la dirección.
Orientarse es determinar el punto, el lugar por donde surge o aparece el sol. Es localizar la referencia que nos oriente no puede ser menos trascendente en el viaje del viajero. La idea de encontrar el punto por donde el sol sale , el oriente, corresponde a encontrar el ser que realmente somos. El sentido y la dirección, el camino más seguro para nuestro viajar, esta en función de hallar y acoger nuestra propia realidad.
Es cierto que hay viajes desatinados, sin embargo, aun los viajes equivocados pueden encaminarnos y dar una nueva congruencia al entero viaje.
La “orden” de salida
La exigencia del viaje deriva de lo más recóndito del hombre, de su ser infinitamente insatisfecho, brota de su indigencia. La indigencia es la protagonista de todos los viajes. El viaje es la promesa de satisfacer la indigencia. La indigencia es carencia, estrechez, escasez, no hablamos de indigencia de bienes materiales o a una condición social, sino a la condición misma del Ser.
El hombre se demanda a si mismo, se exige. Esta es la naturaleza de la indigencia: ser súplica de ser. La indigencia radica en la conciencia de querer ser. El hombre es mendigo de lo que harecibido una vez: el ser. Como consecuencia, el hombre no se basta a si mismo. Existir es una forma de pedir. La orden de salir y viajar se origina donde el hombre se percata de la fascinante y aterradora precariedad de su ser.
La indigencia llama al hombre a salir. El hombre no puede resistirse a salir porque es consciente de sus necesidades. La indigencia no solo late en cada una de sus páginas, sino que es el resorte de todas las tramas y enredos que ahí se producen.
La idea de viajar o sus sinónimos, se encuentran de manera evidente en los Evangelios. Muchos personajes se ponen en camino: los Magos….”llegan” del Oriente, Herodes los “envía” a Belén, él mismo quiere “ir”, José toma a la madre y el niño y “huyen” a Egipto, un ángel anuncia a José de “ponerse en camino”, la gente “acude” al Jordán para ser bautizada por Juan, Jesús “viene” de Galilea, es “llevado” al desierto por el Espíritu, etc.
El viaje que cada uno cumple no ocurre meramente en el espacio físico o geográfico sino en lo más hondo de la propia existencia.
La “cartografía” del ser y su desvío
La parábola del Hijo pródigo comienza cuando el hijo menor le dijo a su padre: ”Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde”, siendo menor de edad y estando su padre vivo, no le correspondía demandar ni solicitar en buenos términos nada
esto estando el muy joven y su padre aun vivo, digamos que no en una postura para demandar. Se puede suponer que quizá el hijo ya estabaharto de ser un hijo complaciente o quizá harto de estar encerrado en la casa o quizá hastiado del amor que recibe o simplemente gusto por el dinero. Se relata que se tomo solo apenas un tiempo para reunir todo y largarse.
La urgencia y la ligereza, además de la impulsividad, son las primeras características de la personalidad de este hijo menor. El rebelde de la casa se deja arrastrar por el riesgo, desprenderse de los límites. A primera instancia esta conducta nos hace pensar que la educación paterna no sirvió para nada. Por su parte el padre muestra no tener una conducta que exija y llame la atención, al contrario muestra una total tolerancia, el padre se limita a repartir la herencia entre sus hijos. Uno es el que pide, pero la suerte del menor beneficia al mayor, quien también recibió su parte, a la hora de la repartición ninguno le dio las gracias a su padre.
El hijo menos ale sin dar razones a la diversión y en busca de placeres, en una vida fuera de vigilancia y control paterno.
El hijo mayor es de esos que no viajan por temor a equivocarse y a ser desaprobados, es una criatura que viaja para no ser criatura.
El hijo menor se aleja en busca de libertad, en busca de su propio rumbo, donde se acabo todo lo que llevaba, se dice que pudo haber sido el hambre quien le sirvió de consejera y le abrió a experiencias profundas y fue cuando entro dentro de sí. El ansia de irse de casa ahora se sustituye en el ansia de regresar a casa. Desgarrado pordentro y en harapos por fuera, hacen que el hijo menor decida “volveré a mi padre”. El viaje que ahora comenzara tiene una referencia de construcción pero no material, sino de su propio ser.
Cuando regresa a casa el hijo menor corre a su padre y lo besa efusivamente, el padre a su vez, sale al encuentro acogiéndolo y perdonándolo, mostrando compasión. Para el hijo menor ahora viene un sentimiento de venganza y culpa contra el mismo diciéndole a su padre“ ya no merezco llamarme tu hijo”.
El hijo menor viene saliendo de una experiencia humillante, no solo por gastarse las riqueza si no por su dignidad., pero este sufrimiento no le es suficiente, el ahora quiere y se siente merecedor de un castigo “trátame como a uno de tus siervos”.
El hombre puede contribuir a su propio proyecto de devenir humano siendo fiel a su finitud: aceptando lo que realmente es su vida.
La actitud del padre invita a renunciar a sumergirse en el rechazo. El viaje al cual invita la parábola es la de borrón y cuenta nueva. La culpa no anuncia la humanidad del hombre, solo aumenta la miseria. En el endurecimiento del hombre al amor de si mismo. En el miedo a recibir el amor gratuito.
El amor a uno mismo debería ser la opción preferida por el hombre.
El camino de regreso que realiza el hijo menor lo ha llevado a casa, pero aun no ha pasado el de su casa propia, no reconoce su ser indigente, pareciera que el hijo menor ha regresado mas perdido de cómo se ha ido, porque viene conculpa. La culpa no solo difama y deshonra al hombre, sino que lo extingue como tal. La culpa se arraiga en la soberbia. De la culpa no puede proceder de la vida, sino de la posición terca, obstinada y dogmatica contra la vida. La culpa no es camino de regreso, sino la desorientación y la pérdida de sentido. La culpa lleva a la angustia y a la desesperación.
El padre se muestra con gozo del regreso de su hijo “alégrense conmigo porque encontré la oveja que se me había perdido”. el padre ofrece la posibilidad de rehacer la vida, para el padre la culpa del hijo no es una herramienta de cambio.
El perdón nos da miedo, no sabemos cómo manejarlo. No sabemos cómo graduarlo o dosificarlo. El perdón nos hace correr una cantidad de riesgos. El riesgo de aceptarnos tal cual somos: un ser que falla. La parábola
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