ANTIPOSITIVISMO EN AMÉRICA LATINA
c4rl0z16 de Octubre de 2013
4.321 Palabras (18 Páginas)940 Visitas
ANTIPOSITIVISMO EN AMÉRICA LATINA
1.1 Antecedentes: positivismo latinoamericano.
El positivismo en Europa es la culminación de las ideas empiristas y utilitaristas, que pregonan la validez de la experiencia como único criterio absoluto de verdad, y las posibilidades de la ciencia natural de obtener la felicidad de la humanidad. Si bien las ideas y el espíritu positivo estaban latentes en el desarrollo de las ciencias y de la mentalidad occidental, especialmente de países como Inglaterra, Francia, Holanda, con Comte dichas ideas tomaban forma de doctrina: sus argumentaciones incluyen la división de la historia de la humanidad en tres estadios evolutivos, en los que los tabúes derivados de la ignorancia se van superando hasta llegar al culminante, el estadio positivo. Esto tras atravesar el estadio teológico y el metafísico. Uno de los rasgos importantes de la doctrina positiva de Comte es su carácter eminentemente burgués, acorde con el sistema capitalista. La propiedad privada, en el sistema de Comte, como la ciencia positiva, tienen carácter de inamovibles y de paradigmas de la sociedad.
Esta concepción de la propiedad privada como uno de los pilares de la sociedad en la concepción positivista, explica la natural concordancia del positivismo y el liberalismo económico. La racionalidad de la ciencia determina también la racionalidad del comportamiento económico y social, según el cual el mercado debe asegurar la felicidad de todos los individuos, aún habiendo naciones productoras de materias primas y consumidoras de los productos terminados de la metrópoli. Esta concepción obviamente es muy importante dentro del desarrollo del positivismo en América. Además del utilitarismo de Bentham y Mill, otra de las influencias más importantes del positivismo sería la teoría de la evolución. Desde el punto de vista de Spencer, el evolucionismo de las especies biológicas ocurre también dentro de los procesos sociales e históricos. La sociedad evoluciona de forma tal que va quemando etapas, siempre acorde con el liberalismo económico y con la propiedad privada[1].
El positivismo en Hispanoamérica, contrario a lo ocurrido en Europa, no es el fruto natural de una evolución de las ideas que, partiendo de la Ilustración, culminan en la confianza total hacia la ciencia y en el rechazo de toda metafísica. Cuando el positivismo surge en Europa, ya la Escolástica había sido superada totalmente, y el enfrentamiento de las ideas positivas se daba contra el idealismo, es decir, la nueva manifestación de la metafísica. En América, por el contrario, el positivismo no surge como evolución sino como ruptura, como el deseo de los americanos de superar el colonialismo intelectual, de sacudirse la influencia de España y de Portugal, para intentar convertirse en naciones democráticas y ricas, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos y de Inglaterra. El positivismo era un intento de entrar en el curso de la civilización, pero sin la oportunidad de llevar a cabo el proceso europeo. Dada su condición de colonia, Hispanoamérica siempre ha buscado su desarrollo y su libertad al amparo de ideas ajenas. Dice Leopoldo Zea: “El latinoamericano se ha servido de ideas que le eran relativamente ajenas para enfrentarse a su realidad; la Ilustración, el eclectismo, el liberalismo, el positivismo y, en los últimos años, el marxismo, el historicismo y el existencialismo.”[2]
Los positivistas emprendieron reformas educativas que buscaban privilegiar la enseñanza de las ciencias naturales, desde una pedagogía pragmatista. La concepción de que el bienestar de los pueblos provendría de su laboriosidad y de su educación, impulsó programas educativos institucionalizados en los países donde los positivistas llegaron al poder político, como México. Las ideas positivistas no eran ideas filosóficas propias de pensadores encerrados en ‘torres de marfil’, sino que requerían de una aplicación práctica.
Sin embargo, el positivismo latinoamericano tuvo aspectos negativos desde su concepción, que hacen que como escuela filosófica no corresponda a las necesidades intelectuales de América Latina, y que no sea el pensamiento llamado a lograr la independencia mental, y de esa forma buscar la independencia política y material. Esto se debe en parte a que el positivismo es una filosofía concebida en Europa teniendo como base la democracia burguesa, la economía capitalista, la propiedad privada y la industrialización. América Latina no era en el momento de la llegada de las ideas positivistas, una sociedad democrática ni industrializada. Es decir que los ideales positivistas de progreso, por diversas razones tenían pocas probabilidades en una sociedad que conservaba incluso muchos rasgos de la sociedad feudal
Si bien los avances logrados por la filosofía positivista en la independencia, en la educación, la industrialización y la democratización de los países de América, son innegables, se debe recordar que el positivismo como tal fue una filosofía que caducó gracias a sus propios errores, al reproducir las fallas del racionalismo que hizo crisis en el siglo XX; por otra parte, su reformismo y su imitación de las naciones capitalistas sajonas, no se correspondían ni con las condiciones históricas, ni con las necesidades de las capas de población más grandes de Hispanoamérica.
1.2 Principales tesis asumidas por las corrientes latinoamericanas antipositivistas, y su distancia del positivismo filosófico.
Varias razones llevaron a la oposición intelectual de América Latina frente a las corrientes positivistas. Según dichas razones, éstas corrientes antipositivistas tuvieron un carácter liberador, en cuanto intentaron superar las tesis utilitaristas, retomando la importancia del pensamiento especulativo, y volviendo a las preocupaciones centrales de la filosofía, hechas a un lado por la mentalidad pragmática y positivista. Pero en otro sentido, también tuvieron un carácter negativo y reaccionario cuando, en el caso colombiano por ejemplo, se combatió al pensamiento positivo en aras de volver a la escolástica y de identificarse con el pensamiento español, católico y anti-democrático (periodo de la regeneración y hegemonía conservadora).
En el primer sentido, se criticó al utilitarismo positivista por lo que tenía de materialista, al privilegiar el estudio de las leyes que gobiernan las cosas, asimilando a su funcionamiento, el de los seres humanos y la sociedad: la mentalidad positiva llevada al extremo, identifica al ser humano y a la sociedad con las máquinas, su comportamiento se rige por un determinismo social y por una lógica del progreso, es el triunfo de la razón instrumental, pues su ideal de progreso es solamente el progreso material. En este aspecto, filósofos como Antonio Caso o José Vasconcelos quisieron superar el positivismo, conservando lo que éste había tenido de enriquecedor para el pensamiento americano, pero asumiendo en su lugar una posición ‘irracionalista, idealista, vitalista’[3], que rescatara la importancia de la emotividad y del espíritu humano frente al gobierno de la máquina, y el valor de la individualidad frente a los totalitarismos de izquierda o de derecha. Es importante ubicar temporalmente el ejercicio de los filósofos antipositivistas latinoamericanos, durante la primera mitad del siglo XX, finalizada definitivamente la emancipación de España, pero ingresando de lleno a una nueva hegemonía mundial, liderada por las potencias norteamericana y europeas.
La principal crítica de esta corriente idealista, irracionalista y vitalista, frente al positivismo, es su mecanización de los procesos individuales y sociales, que deja por fuera aspectos fundamentales de la naturaleza humana como son lo emocional, lo metafísico y lo estético. Igualmente, en algunos antipositivistas latinoamericanos se emprende el intento por una axiología, o por una ontología axiológica, que dote de existencia absoluta a los valores, devaluados por el positivismo, para el cual los únicos valores de verdad provienen de la ciencia, de la utilidad y del beneficio.
En el mexicano José Vasconcelos la crítica del positivismo reúne todos estos factores, en un intento por ‘recuperar el idealismo tan golpeado por el positivismo, el marxismo, y en general por las filosofías materialistas’[4]. El idealismo y la dimensión metafísica en su pensamiento de asocian con el cristianismo, como ideología y como práctica liberadoras, que no tienen nada que ver con la escolástica o con la inquisición, es decir, con el cristianismo oficial, sino identificado con los orígenes de dicha religión, con el cristianismo primitivo. Al igual que Antonio Caso o José Gaos, para quienes los principios más profundos del catolicismo deben rescatarse de la religión oficial y oponerse a la visión mecanicista y materialista del hombre, propia del positivismo. Esa identificación con la religión cristiana y con el catolicismo tienen en los pensadores antipositivistas latinoamericanos una doble raíz: la crítica del agnosticismo, y la confianza en la dimensión afectiva del hombre como fuente de conocimiento y de progreso.
Se comprende que la posición de los antipositivistas en América Latina pretendió desde el comienzo, ser una posición genuinamente americana, es decir, una afirmación del hombre americano frente a la dominación europea, de la cual, sin embargo, al mismo hombre americano había surgido. Si bien el idioma, la religión, la ciencia y la filosofía practicadas en América provenían de Europa, el continente americano y en especial Hispanoamérica deberían tener una identidad, un pensamiento y
...