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Cuentos De Terro Para Reirse


Enviado por   •  4 de Septiembre de 2014  •  1.553 Palabras (7 Páginas)  •  403 Visitas

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Era en 2019 una familia decidieron viajar a Ecuador a comenzar una nueva vida. Ellos habían venido del sur del país, y se instalaron en el Ecuador, en un lugar bastante tenebroso llamado Rincón del Zorro. El hombre era agricultor y tenía su esposa y tres hijos, de doce se llamaba Luis, ocho se llamaba Jhon y cuatro años se llamaba Kevin. Parece que estaban cansados de tanto frío allá en el sur, y decidieron venir para estos lados y cambiar de clima. Jamás podrían haber imaginado lo que les esperaba.

Compraron un huerto de diez hectáreas y el hombre que era muy trabajador, sembró casi toda la tierra de algodón y girasol. Cerca de su casa preparó un lugar para tener una pequeña huerta, le puso tejido y empezó a remover la tierra. Allí plantó de todo, tomates, pimientos, lechugas, repollos, acelgas, zanahorias, porotos, arvejas y muchas cosas más, todas para consumo de la casa. Compró tres o cuatro chanchitos para cría, y unos cuantos chivos, para de vez en cuando hacer un asadito. También se aprovisionó de cinco vacas, con eso ya tenía asegurada la leche todos los días. Además la señora hacía quesos y dulce de leche casero.

Apenas las plantitas de la huerta empezaron a crecer, muchos pájaros comenzaron a invadir para comerse las hojitas o las frutitas, y cuando el hombre se dio cuenta, ya le habían comido casi toda su huerta. Una mañana le dio un ataque de rabia. Salió con la escopeta, y empezó a meterles bala a todos los pájaros que estaban en la huerta. Mató a unos tomó unos cuantos pájaros. Apenas el hombre se iba con su escopeta, volvían todos los pájaros. Uno de esos días en los que estaba a los tiros, pasó por el callejón del costado de la chacra, Don Juan, un agricultor de la zona, que sin bajarse del caballo se sacó el sombrero y lo saludó,

- Buenos días mi amigo, disculpe que me meta, pero...así, a los tiros no va a ir a ninguna parte. Yo que Usted. pondría un espantapájaros.

Dijo el hombre- Estos pájaros ya me tienen harto...a Usted. Le parece que eso del espantapájaros servirá?

Dijo don Juan - Hágame caso, fabrique un buen espantapájaros, bien grande, con muchos colores, los brazos abiertos y un sombrero de ala ancha. Ah, píntele la cara y los ojos, y una boca lo más grande posible, como que se está riendo, eso asusta mucho a los pájaros.

Dijo el hombre- Bueno, le agradezco mucho, le voy a hacer caso. Después le cuento.

Don Juan siguió caminando. El hombre ese mismo día se puso a construir el espantapájaros. Sus hijos estaban muy ansiados y lo ayudaron, jamás habían visto un muñeco tan grande...y tan terrorífico.

- Papi, me da miedo ese muñeco. –Dijo el hijo Jhon

- No seas miedoso, no ves que es de madera y trapos. –Dijo el hijo Luis

El más pequeño andaba dando vueltas toqueteando todo, y sin preguntar nada.

El hombre primero hizo una cruz, que sería como el esqueleto del muñeco, y después lo empezó a vestir, asegurando todo el cuerpo con otras maderitas, alambre y clavos.

Cuando estuvo listo, la verdad es que asustaba. Medía como dos metros de alto, y habían rellenado el pantalón y la camisa con hojas secas, la cabeza la hizo con una pelota blanca que la rellenó con trapo, y le pintó de rojo la boca, la nariz y los ojos. Lo que más impresionaba era la boca, grandota, riendo y con unos dientes terribles. Le puso un sombrero de paja desgastado y las manos las hizo con unos guantes de color negro. El pantalón era de color azul y la camisa blanca con rayas rojas.

Con la ayuda del hijo mayor lo llevaron y lo clavaron en el centro de la huerta. Cuando estuvo en el centro de la huerta de veía miedoso, parecía que estaba vivo y vigilando toda la huerta, ningún cuervo se iba acercar.

Desde que pusieron el espantapájaros, en la huerta no se acercaban ni los gatos ni los perros, ni nadie, y hasta la mujer del hombre tenía miedo de ir a buscar verduras para cocinar. Las plantitas crecían tranquilas, y el hombre y toda su familia estaban muy contentos, crecieron las plantas cuidadas por el espantapájaros, Ni una hoja o fruta fue picoteada por algún cuervo.

Era un dia común y corriente el hombre estaba depilando unas zonas, el niño estaba jugando atrás del tractor en el que iba el padre y de repente el hijo Jhon, que siempre corría detrás dela rastra, hasta que en un momento, cuando se acercó mucho a la rastra, el padre no se dio cuenta y frenó de golpe, el chico se quedó atascado contra los hierros y ni los gritos de auxilio pudieron advertir al padre, sin mirar para atrás volvió a arrancar el tractor y ahí sí que vino lo peor. Una pierna quedó atrapada entre los discos de la rastra y cuando se reanudó la marcha, ahí recién el padre se dio cuenta, paró y enloquecido se tiró del tractor para socorrer a su hijito. La cosa es que lo llevaron a Resistencia, y estuvo mucho tiempo internado, como dos o tres meses, lo operaron más de diez veces, y por suerte se recuperó.

Durante todo ese tiempo la casa quedó abandonada, porque la familia entera se había trasladado a la ciudad, y por supuesto, la huerta se arruinó, porque crecieron los pastizales, rastrojos, aparecieron gusanos, langostas, y no quedó una sola plantita o fruta, hasta el espantapájaros empezó a taparse con semejantes hiervas malas.

Cuando la familia volvió, lo primero que hizo el hombre fue dedicarse al huerto, que era lo más importante, y por supuesto la huerta siguió en el mismo estado de abandono.

Un día el más pequeño, Kevin, que ya tenía los siete años, dijo,

- Mamá, el muñeco se mueve y levanta la mano, parece que me saluda...

- No hijo, no se puede mover, a lo mejor el viento lo hamaca un poco. Dijo la Mama

Y el niño mediano confundido porque no le creían, y porque veía que realmente el muñeco levantaba una mano, siguió mirando al espantapájaros. Después de almorzar todos se fueron a dormir, Jhon y Kevin compartían el mismo cuarto. A la hora, se escucharon gritos y llantos desconsolados,

- Mamaaaaa!!, papaaaaaaaaaa!!!!!, el muñeco me quiere matar!!!! -Grito Jhon

Y los padres salieron corriendo, entraron al cuarto y vieron a Jhon sentado en su cama con cara de dormido, y a Kevin, escondido debajo de la suya, llorando y pataleando.

Lo sacaron y mientras trataban de consolarlo con abrazos y caricias, le preguntaron qué había pasado. El niño contó que el espantapájaros se había asomado a la ventana y tenía en su mano un machete, además dijo, que se reía y tenía la boca y los dientes muy grandes. Los padres trataron de tranquilizarlo,

- No tengas miedo hijito, ese muñeco no puede caminar ni moverse de donde está, a lo mejor solo soñaste...

- No papá, el muñeco vino a la ventana...- Dijo Kevin

Entonces la madre pidió a su esposo,

- Porque no sacas de una vez por todo ese muñeco de la huerta, si ahora no sirve para nada.

Lo que pasa es que la otra semana ya voy a limpiar la huerta y sembraré de nuevo, así que mejor lo dejo, entonces no tengo que andar haciendo otro, que bastante trabajo me dio hacerlo.- Dijo el hombre

Y lo dejó nomás, pero el nene casi todos los días hablaba del muñeco, que lo vio aquí, que lo vio allá, que se movía, que lo vio corriendo o subido a un árbol, y cosas así. Los padres ya no le hacían caso.

Hasta que una tardecita, el nene andaba con su honda por el patio y en un momento se quedó quieto, como paralizado, mirando al muñeco que estaría a unos cincuenta metros, y como si fuera una atracción misteriosa, como si lo hubiese hipnotizado, empezó a caminar en dirección al espantapájaros.

Fue la última vez que la madre vio a su hijo y en ese momento no le llamó la atención, porque andaba como todos los días de acá para allá con su honda, recorría el patio, los alrededores, la huerta, a veces se iba hasta un mogote cercano, y jamás imaginó esa pobre madre, que ese paseo era diferente y que además sería el último.

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