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Derechos Humanos


Enviado por   •  14 de Junio de 2013  •  4.083 Palabras (17 Páginas)  •  484 Visitas

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EL MOMENTO HISTÓRICO DE LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

 

 

Considerar que los derechos humanos están determinados históricamente, implica tomar en cuenta las particulares situaciones por las que se atravesaba en un determinado momento. Por eso, en las siguientes páginas se analiza el contexto político y social que se vivió a partir de la Declaración Universal en 1948, es decir, desde que los derechos humanos lograron un cierto consenso mundial, y comenzaron a incluirse bajo esa denominación también a los derechos económicos, sociales y culturales.

 

 

LAS NACIONES UNIDAS Y LOS DERECHOS HUMANOS:

ESCENARIO MUNDIAL A MEDIADOS DEL SIGLO XX

 

 

La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue la primera proclamación que hicieron en esta materia las Naciones Unidas en la posguerra, el 10 de diciembre de 1948, en Paris.

La Declaración fue objeto polémico desde el comienzo, por las diferentes interpretaciones que de ella se hicieron, particularmente por los intereses de mantener la hegemonía del enfoque liberal individualista, que partía de la concepción decimonónica de las libertades individuales como único derecho humano posible. Tal interpretación era insostenible, a pesar de la guerra fría y de la corta membresía de la organización por aquel entonces cuando solo se contaba con la tercera parte de los Estados que la integran en la actualidad.

La Declaración significaba un avance con relación a las ideas oficiales de los siglos anteriores. Aunque recogía las ideas provenientes del iusnaturalismo y sobre la naturaleza contractual del Estado, también expresaba el estado del pensamiento social de su momento histórico. Temas tales como la discriminación racial, social y económica, el derecho al trabajo, la educación, la salud, la alimentación, el vestido, la vivienda, la seguridad social y la propia identidad cultural aparecen registrados allí.

La gran discusión, que se hace recurrente, acerca de si se puede hablar de derechos colectivos o si éstos son solo individuales, parece superada por la historia misma, aunque no por la ideología. Lo cierto es que el derecho a la libre determinación de los pueblos constituye el primer artículo de posteriores pactos relacionados con los Derechos Civiles y Políticos y sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales, derechos argumentados y justificados por las Naciones Unidas

Pero repasemos ahora el contexto internacional en los momentos previos a que las Naciones Unidas firmaran la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Desde 1939 se desarrollaba una guerra terrible que implicaba a gran parte de la comunidad internacional, en la que se alineaban de un lado las potencias del Eje y del otro los Aliados. Esta guerra se había convertido en un conflicto radical entre

Estados que perseguían una política racista y de expansión imperialista agresiva por un lado, y Estados que cada vez más venían a asumir el papel de defensores de la paz y la libertad de los individuos, por el otro.

Aunque de tendencia imperialista, Estados como Inglaterra, Francia y Estados Unidos se oponían al hegemonismo agresivo de las potencias del Eje; del mismo modo, Estados socialistas como la URSS se enfrentaban al racismo y al expansionismo que Alemania perseguía. La causa de la guerra residía en el desprecio de las libertades y los derechos humanos, proclamado por Hitler.

Se pensaba, luego de la guerra, que si se quería evitar la repetición de los desastres provocados por el nazismo, era necesario tomar conciencia de la importancia del binomio paz–derechos humanos y trabajar en la posguerra para que estos valores se transformasen en la finalidad esencial de todos los Estados. Antonio Cassese, autor italiano, considera que así, poco a poco, se abre camino un nuevo iusnaturalismo, es decir, la idea de que el respeto a los derechos humanos, juntamente con el mantenimiento de la paz, han de constituir el punto sin retorno de la nueva comunidad mundial.

Diversas voces se elevan para proclamar este neo–iusnaturalismo. La primera fue la del líder norteamericano F. D. Roosevelt. Él había sido el presidente que impulsó el New Deal, el rescate moral contra una sociedad en que las desigualdades económicas y sociales hacían la vida más insoportable para los desprovistos que para el resto. Su proyecto tenía como condición el respeto mundial a cuatro libertades: la de palabra y pensamiento, la religiosa, la de necesidad (derechos económicos y sociales) y la libertad del miedo (reducción de armamentos).

Otras fuerzas actuaban al mismo tiempo y en la misma dirección, como las asociaciones hebraicas o el programa personalista de Emmanuel Mounier y el humanismo integral de Jacques Maritain. Fue este último quien en su libro “los derechos del hombre y el derecho natural” hablaba de construir la sociedad de la posguerra sobre cuatro caracteres: debe ser personalista (la sociedad es un todo compuesta por personas cuya dignidad es anterior a aquella); comunitaria (el bien común es superior al de todos los individuos, pero sin que ello pueda lesionar los derechos de cada persona); pluralista; y, por último, cristiana (Dios, principal fuente del derecho natural). Para este autor era necesario repudiar tanto al viejo individualismo burgués, como los diversos totalitarismos de la época.

En cuanto al contexto geo–político en el que aparecen estas nuevas voces iusnaturalistas, podemos hacer el siguiente análisis. Por un lado estaban las grandes democracias occidentales: Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Pese a sus tendencias imperialistas y a las discriminaciones efectuadas dentro de sus imperios coloniales, y pese a las desigualdades que existían dentro de la madre patria, ellas se alineaban igualmente a lo largo de un eje de sustancial respeto por ciertos grandes principios de los sistemas parlamentarios democráticos.

A estos Estados se sumaban los países de América Latina que habían importado, a través del paradigma del desarrollo (más tarde refutado por la Teoría de la Dependencia) los modelos de gobierno y de gestión de la sociedad propios de Occidente. Las potencias occidentales trataban de proclamar a escala mundial lo que ya estaba estipulado en sus constituciones internas.

Frente a ellos estaban, de un lado, la URSS, y, del otro, los países asiáticos. La Unión Soviética estaba en contra de los derechos humanos no sólo porque el gobierno stalinista era de raigambre autoritaria, sino también por el fuerte

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