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Educacion y democracia: aportes de John Dewey


Enviado por   •  8 de Abril de 2013  •  Tutoriales  •  5.150 Palabras (21 Páginas)  •  629 Visitas

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EDUCACION Y DEMOCRACIA: APORTES DE JOHN DEWEY

Author: Juan Carlos Geneyro[Nota 1]

No sé exactamente qué significa la democracia en la época actual, en el conjunto de relaciones concretas -políticas, económicas, culturales y domésticas- de la vida humana. Hago esta humillante confesión tanto más fácilmente porque sospecho que nadie sabe lo que significa en todos los particulares concretos. Pero estoy seguro, sin embargo, de que este problema es uno de los que exigen la más seria atención por parte de los educadores en la época actual. J. D.

La democracia, hoy por hoy, está sujeta a muchas dudas de distinto sino. Algunas, de ánimos totalitarios, están cargadas de escepticismos que ocultan sus creencias. Otras, que podemos denominar dudas empáticas, aceptan los valores comprensivos de la democracia. Al interior de estas últimas quizá se pueda diferenciar entre dudas conformistas ("es el sistema menos malo que tenemos") o dudas activas, más interesadas en descubrir cómo se expresan e interrelacionan en realidades concretas dichos valores comprensivos. También, cómo podrían ampliarse en su significación teórica y práctica. En Dewey sus dudas son, con respecto a la democracia, empáticas y activas. Mi interés por centrar este ensayo en la educación como proceso vital y habitual radica, precisamente, en que Dewey duda de cómo se realiza dicho proceso. Pero su ánimo dubitativo es, esencialmente, el mismo con el que afronta a la democracia como forma de vida y como moral. Lo habitual es sospechoso para él porque, expresado comúnmente a través de hábitos y procedimientos, puede anular la indagación, el descubrimiento y la innovación. Este sentido de lo habitual es especificado por Octavi Fullat de la siguiente manera:

Habitualmente los hombres existimos desde la seguridad y la certidumbre tanto al pensar como actuar. Esta confianza en nuestros pensamientos y en nuestros actos nos facilita la faena de vivir. Ahora bien; tal seguridad tiene mucho de animal por lo que encierra de parálisis y de entumecimiento. El progreso y el salto nacen de la duda, de la perplejidad y del apuro. Por esta razón, siempre será preferible el trabajo educativo a través del dubio y de la incertidumbre que el llevado a cabo valiéndose del dogma y del convencimiento.[Nota 1]

Dewey, como veremos, no desdeña el conocimiento como elemento necesario en un proceso educativo, lo que en lenguaje técnico se denominan "contenidos"; pero éste no tiene carácter suficiente. Importan, de manera crucial, los hábitos y actitudes a través de los cuales se realiza dicho proceso. Si se promueven hábitos de indagación, de crítica, de reflexión, de argumentación fundada, entonces los conocimientos coadyuvarán a imaginar los posibles reales de esos valores comprensivos de la democracia. En esa perspectiva, los principios obvios o axiomas de la moral democrática demandan interrogarnos sobre sus formas de expresión y sus posibilidades de ser en diversos ámbitos socio-institucionales. Indagar en lo habitual es, por ello, un sugerente y vasto campo para la investigación educativa.

En una temprana obra de su dilatada producción, Mi credo pedagógico (1897), Dewey establece que la educación es un proceso social y que la escuela, como institución, es una de las formas de vida en comunidad: su proceso es un proceso de vida, más que un proceso para la vida adulta futura. [Nota 2]En la difusión de su teoría, especialmente en los ámbitos pedagógicos, este señalamiento ha pasado a ser una afirmación tópica. Sin embargo, interesa destacar aquí el carácter vital que asigna al proceso educativo y que ese carácter se expresa tanto en términos sociales como individuales, dentro de su teoría de y para la democracia.

La educación es un proceso vital para la sociedad porque a través de ella se transmiten los "hábitos de hacer, pensar y sentir de los más viejos a los más jóvenes. Sin esta comunicación de ideales, esperanzas, normas y opiniones de aquellos miembros de la sociedad que desaparecen de la vida del grupo a los que llegan a él, la vida social no podría sobrevivir. "[Nota 3] Es a partir de aquí que el autor establece que existe un vínculo primordial entre los términos común, comunidad y comunicación. Un elemento principal que distingue a una comunidad de una asociación meramente física, es el de tener creencias y valores en común, y esto es posible mediante la comunicación:

No sólo la vida social es idéntica a la comunicación sino que toda comunicación (y por tanto toda vida social auténtica) es educativa. Ser un receptor de una comunicación es tener una experiencia ampliada y alterada. Se participa en lo que otro ha pensado y sentido, en tanto que de un modo restringido o ampliado se ha modificado la actitud propia. Tampoco deja de ser afectado el que comunica. Realizad el experimento de comunicar, con plenitud y precisión, alguna experiencia a otro, especialmente si es algo complicado, y encontraréis que ha cambiado vuestra propia actitud respecto a vuestra experiencia.[Nota 4]

Como puede apreciarse, bajo esa textura comunicativa es que la educación, además, posibilita a los individuos su participación en una "inteligencia común", esto es, intersubjetiva. Por ello, la razonabilidad o, si se prefiere, la frónesis aristotélica, es o debe ser una libertad civil.

En el artículo primero de su Credo pedagógico, Dewey señala que la educación es el proceso de participación del individuo en la "conciencia social", proceso que arranca de manera inconsciente prácticamente desde su nacimiento, "saturando su conciencia y formando sus hábitos." En esta primera etapa de su producción, el autor discrimina y a la vez destaca la diferencia entre un proceso educativo vital, inconsciente e incidental y otro escolarizado, consciente y sistemático. En su Democracia y Educación (1916), es donde apunta tal discriminación.[Nota 5]El punto importa porque, además y paralelamente, a través de su análisis establece criterios de lo que es o debería ser una comunidad democrática. En esta obra, que es un clásico de la filosofía de la educación, relativiza el poder de transmisión que tiene la escuela respecto de otras instituciones (familia, iglesias, partidos políticos, empresas, medios de comunicación, etc.), orientada como tal a formar "las disposiciones de los seres inmaduros". Comparada con aquéllas, la escuela es "un medio superficial". Además, en su crítica de la educación sistemática, acentúa la gravedad del hecho porque ella opera generalmente desde la transmisión como impresión, antes que por la transmisión como comunicación. Años más

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