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El Carnero


Enviado por   •  12 de Marzo de 2013  •  1.610 Palabras (7 Páginas)  •  1.225 Visitas

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CAPITULO III

Donde se cuenta la guerra entre Bogotá y Guatavita, hasta que entraron los españoles a la conquista.

Ya queda dicho como Bogotá era teniente y capitán general de Guatavita en lo tocante a la guerra; pues sucedió que los indios de Ubaque, Chipaque, pascas, foscas, Chiguachí, Une, Fusagasu¬gá, y todos los de aquellos valles que caen a las espaldas de la ciu¬dad de Santafé, se habían rebelado contra Guatavita, su señor, negándole la obediencia y tributos, y tomando las armas contra él para su defensa, y negándole todo lo que por razón de señorío le debían y eran obligados; lo cual visto por él, y cuan necesario era con tiempo matar aquel fuego antes que saltase alguna cente3la donde hiciese más daño, para cuyo remedio despachó sus mensa¬jeros a Bogotá, su teniente y capitán general, ordenándole que lué¬go que viese aquellas dos coronas de oro que le enviaba con sus quemet, que es lo propio que embajadores o mensajeros, juntase sus gentes, y con el más poderoso ejército que pudiese entrase a castigar los rebeldes, y que de la guerra no alzase mano hasta aca¬bar aquellas gentes o sujetarlas y traerlas a obediencia.

En cuya conformidad, el teniente Bogotá juntó más de treinta mil indios, y con este ejército pasó la cordillera, entró en el valle y tierra de los rebeldes, con los cuales tuvo algunos reencuentros en que hubo hartas muertas de la una banda y otra, de donde el de¬monio tuvo muy buena cosecha, porque siempre pretende tener tales ganancias en tales actos, y así enciende los ánimos a los hom¬bres a semejantes discordias, porque de ellas resultan sus ganan¬cias, mayormente entre infieles, donde se lleva los despojos de to¬dos. Apunto esto para lo que diré adelante.

El teniente Bogotá con la perseverancia y mucha gente que

metió, y con la que cada día le acudía, que el Guatavita no se des¬cuidaba en reforzarle el campo, alcanzó la victoria, sujetó los con¬trarios, trájoselos a obediencia, cobró los tributos de su señor, y rico y victorioso volvióse a su casa.

Pero como la fortuna nunca permanece en un ser, ni hay, ni ha habido quien le ponga un clavo a su voluble rueda, sucedió que vuelto Bogotá a su casa, y habiendo despachado a su señor Guata¬vita la gloria de la victoria con las muchas riquezas de sus tribu¬tos y parte de los despojos, sus capitanes y soldados trataron de hacer fiestas y celebrar sus victorias con grandes borracheras, que para ellos ésta era la mayor fiesta; hicieron una muy célebre en el cercado del teniente Bogotá, en la cual, después de bien calientes, comenzaron a levantar su nombre y celebrar sus hazañas aclamán¬dole por señor; diciéndole que él solo había de ser el señor de todo y a quien obedeciesen todos, porque Guatavita sólo servía de es¬tarse en su cercado con sus leguyes, que es lo propio que mancebas, en sus contentos, sin ocuparse en la guerra, y que si él quería, les seria fácil el ponerlo en el trono y señorío de todo.

Nunca el mucho beber y demasiadamente hizo provecho; y si no, dígalo el rey Baltasar de Babilonia y el magno Alejandro, rey de Macedonia, que el uno

perdió el Reino bebiendo y profanando los vasos del templo y con ello la vida; y el otro mató al mayor amigo que tenía, que fue aquel festín tan celebrado en sus histo¬rias; y con éstos podíamos traer otros muchos, y no dejar fuera de la copia a Holofernes ni a los hermanos de Abraham.

No faltó quien de la borrachera diese cuenta al Guatavita y lo que en ella había pasado, y señalando (como dicen) con el dedo los que en ella habían hablado con ventaja, ponderándole el ale¬gre semblante con que el Bogotá había oído el ofrecimiento de sus capitanes y soldados, y cómo no le había parecido mal; de todo lo cual el Guatavita se alborotó y al punto mandó a sus capitanes hacer dos mil indios de guerra, que asistiesen a la defensa de su persona, y que estuviesen prevenidos para lo que se ofreciese; asi¬mismo despachó dos quemes, que, como tengo dicho, son mensa¬jeros, aunque en esta ocasión sirvieron de emplazadores, con las dos coronas de oro, que entre ellos servían de mandamiento, o pro¬visión real, citando al Bogotá, en que dentro de tercero día pare¬ciese ante él llevando consigo tales y tales capitanes.

Parecieron estos quemes ante el Bogotá, e intimáronle el em¬plazamiento, el cual no lo tomó a bien considerando que hacía po¬cos días que le había enviado a Guatavita un gran tesoro y el vencimiento de sus contrarios, y que tan presto le enviaba a llamar y

que llevase los capitanes que le señalaba. Escaldóse de ello, y no sintió bien de aquella llamada, y para mejor enterarse, mandó a sus capitanes que tomasen aquellos

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