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El Carnero


Enviado por   •  30 de Octubre de 2014  •  5.080 Palabras (21 Páginas)  •  380 Visitas

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El carnero, tal vez la obra más importante de la Colombia colonial, se tituló originalmente "perros" Se trata una crónica histórica y costumbrista escrita en 1638 por el criollo Juan Rodríguez Freyre. Cuenta el descubrimiento, la conquista del Nuevo Reino de Granada y la fundación y primer siglo de vida de la ciudad de Santa Fe de Bogotá: explica que fue la primera ciudad del reino donde se fundó una Real Audiencia y una Cancillería. El carnero también describe a los pueblos indígenas que habitaban la región en el momento de la conquista, las guerras civiles que había entre ellos, sus costumbres y cultura. La crónica tiene vocación de ser histórica, pero incluye también elementos ficticios a través de relatos breves. Se afirma que la inclusión del tratamiento del cuento en esta obra es de gran importancia en la historia de la literatura hispanoamericana.

Juan Rodríguez Freyre

Obra dirigida a la S. R. M. de Felipe IV, Rey de España, donde se cuenta la conquista y el descubrimiento del Nuevo Reino de Granada, y la Fundación de la Ciudad de Santafé de Bogotá hasta mediados del Siglo XVII. Autor: Juan Rodríguez Freile de Alcalá de Henares (España).

En cuanto a la crónica costumbrista, un caso interesante de este tipo de interpolaciones de ficción y realidad lo constituye El carnero (1638) del escritor criollo Juan Rodríguez Freyre, obra dedicada a presentar un panorama histórico sobre los indígenas y el primer siglo de la vida colonial en Santafé de Bogotá. De entre los muchos aspectos destacables de esta crónica colonial, uno que se ha reconocido como de gran importancia para las letras hispanoamericanas es la inclusión del tratamiento cuentistero en la obra.

En efecto, pese a la intención historiadora que el mismo cronista aclara, Rodríguez Freyre logra crear todo un mundo ficticio a través del procedimiento altamente estético de sus breves relatos; que si bien son realistas (donde abundan personajes históricos que, sin embargo, se mueven libremente), están armados de modo que la acción, el ritmo, el lenguaje y el manejo de suspenso y de la intriga, individualiza y le da autonomía a cada una de las historias, generando con esto una especie de zaga que definitivamente potencia poética y literariamente los hechos reales.

Llama poderosamente la atención toda la escenografía y la trama pasional del caso de las Hinojosa dentro del contexto colonial de la época, como simiente de lo que siglos después se denominó como la crónica roja de pasquín, la narración negra urbana o el relato erótico de fotonovela. Todos ellos estigmatizados tradicionalmente como literatura de segunda clase dentro del canon formal. Las anteriores aproximaciones nominales caben dentro de los Estudios Culturales y la Posmodernidad que permiten una apertura hacia una controversia que cuestiona cualquier tipo de relación del individuo con la realidad que lo rodea. Es decir, las voces marginales y periféricas están ahora dentro de una nueva pluralidad de discursos más liberales.

Este trabajo entonces, desea unir ciertos puntos de contacto entre una narración del siglo XVI con características específicas como camino o semilla potencial de un estilo narrativo contemporáneo. En otras palabras, pretendemos alcanzar aquella relación existente entre una crónica local historiográfica como El Carnero, a partir del renombrado caso de las Hinojosa, como puente a lo que se conoce en la actualidad como literatura urbana. Aunque no nos interesa rastrear un género determinado si es oportuno al menos, redescubrir, asociar y hacer conexiones ínter temporales por medio de características que pueden llegar a ser comunes en textos y estilos separados cronológicamente.

EL CONTEXTO

Es importante realizar en principio un paneo histórico y cultural para caracterizar, delimitar e identificar el marco social en el que se desarrolló la obra de Rodríguez Freyle. La sociedad establecida en las colonias americanas del Nuevo Mundo durante este periodo se revestía ya de una muy interesante gama de grupos sociales y étnicos que se organizaban e interrelacionaban en una heteroglosia cultural que siglos después ha invitado a profundos y diversos estudios etnológicos y sociológicos. En principio, estaban los peninsulares que seguían ejerciendo su poder desde la metrópoli e insistían en ver los terrenos conquistados y sus gentes como valores brutos con fines exclusivamente económicos. Las colonias entonces, eran administradas como fábricas de cuya producción se seguiría beneficiando el imperio para esta época en declive. El grupo que seguía en jerarquía a los anteriores eran los tradicionalmente llamados criollos o aquellos hijos de europeos nacidos en las Américas. Esta elite en su gran mayoría letrada empezaba a ejercer cierta pugna con los españoles con el firme objetivo de una emancipación o de una insubordinación ante la corona que les dejaría como amos y señores de un paisaje social, cultural y ante todo económico. El sustrato que permanecía (y aun permanece en diferentes circunstancias) flotando entre ese binarismo de peninsulares y criollos lo conformaban los mestizos, una mayoría segregada. Finalmente, completaban esta escala los grupos endémicamente discriminados y oprimidos como lo eran los indígenas, negros, mulatos, zambos y todas sus variables combinatorias. La convivencia de estos sectores de la sociedad se marcaba por una serie de prejuicios y era como en el presente, tan belicosa y conflictiva como ampliamente politizada y anárquica:

La polaridad racial entre ocupantes de origen europeo por una parte, y los indígenas, los negros esclavos traídos del África y todas las variantes de mezclas raciales originadas de estos tres componentes básicos, por otro originó el concepto social de castas...el concepto, que englobaba despectivamente una variedad infinita de matices raciales no podría descomponerse con alguna precisión para explicar actitudes sociales características frente a cada una de las castas...evidentemente, muchos prejuicios provenían de la minoría blanca dominante y ella poseía de manera natural el monopolio de las valoraciones. El indio era perezoso en el siglo XVII y se había embrutecido en el siglo XVIII. Los mestizos, fuente inagotable de conflictos, y los pardos, pendencieros y borrachos. Los estereotipos sobre las castas tuvieron una larga vida en la época colonial y, al parecer, una aceptación universal. (Colmenares 294-297)

En medio de esta diglosia cultural, el periodo colonial empieza a desarrollar una vida específica en las pequeñas ciudades fundadas tiempo atrás. En esos núcleos urbanos se asentaban todas las disímiles capas de la pirámide social en una convivencia clasista y feudal. El urbanismo incipiente como proyecto

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