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Carnero Capitulo &6

danielsotto11 de Abril de 2013

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EL CARNERO

JUAN RODRÍGUEZ FREILE

CAPITULO VI

En que se cuenta cómo los dos campos, el de los españoles y el de Bogo¬tá, se vieron en los llanos de Nemocón, y lo que resultó de la vista. La muerte del cacique de Bogotá, y de dónde se originó llamar a estos naturales "moscas". La venida de Nicolás de Federmán (2) y de don Sebastián de Belalcázar, con los nombres de los capitanes y

soldados que hicieron esta conquista.

Los corredores de los campos de una y otra parte por momen¬tos daban aviso a sus generales de cuán cerca tenían al contrario. El de los españoles era en número de ciento sesenta y siete hom¬bres, reliquias de aquellos ochocientos que el general sacó de San¬ta Marta, y sobras de los que se escaparon del Río grande de la Magdalena, y de sus caribes, tigres y caimanes, y de otros muchos trabajos y hambres; y aunque en número pequeño, muy grande en valor y esfuerzo y que hacía la causa de Dios N. S. El del contrario cubría los montes y campos, porque sin aquel grueso ejército con que había vencido al Guatavita, a la fama de las nuevas gentes se le habían juntado muchos millares.

Procuró el general de Quesada saber qué gente tenía su con¬trario: hizo preguntar a algunos indios de la tierra que había co¬gido por intérpretes de aquel indio que cogieron con los dos pa¬nes de sal y los había guiado hasta meterlos en este Reino, que con la comunicación hablaba ya algunas palabras en español; respondieron los preguntados en su lengua diciendo musca pue

(1) Al pie de este capítulo hay una nota del pendolista, que dice: “La hoja que seguía faltó, porque la repelieron, y no se acaba este cuento”. Pero por lo que hay, el lector puede formar idea cabal de lo que falta (Nota del editor señor Pérez).

(2) Debe escribirse Nicolás Federmann. Véase Narración del primer viaje de Federman» a Venezuela. Pedro Manuel Arcaya. 1916.

nunga, que es lo propio que decir mucha gente. Los españoles

que lo oyeron dijeron, “dicen que son como moscas”, y al des¬cubrirlos lo confirmaron, y aquí se les pegó este nombre de mos¬cas, que primero se acabarán todos ellos que el nombre.

Diéronse vista los dos campos: los españoles reconocieron las armas del contrario, que no eran ofensivas ni defensivas, porque la mayor era una macana y las demás quisques y tiraderas.

El Bogotá, como vio la poca gente que tanto sonido había dado, dicen que dijo a los suyos: “Toma puños de tierra y écha¬les, y cojámosles, que luégo veremos lo que habemos de hacer de ellos;” pero no se vendían tan barato.

El Adelantado ordenó su campo: a los de a caballo mandó acometer por un costado, y con los arcabuces les dio una rociada. Pues como los indios vieron que sin llegar a ellos los españoles los mataban, sin aguardar punto más se pusieron en huida; los nuestros les fueron siguiendo y atacándolos, hasta que se des¬hizo y desapareció aquel gran gentío. En el alcance dicen que decían los españoles: “estos eran más que moscas, mas han huido como moscas”, con que quedó confirmado el nombre; y en esta acometida se acabó toda la guerra.

Fue siguiendo el alcance el Adelantado hasta el pueblo de Bogotá, a donde se detuvo algunos días buscando al cacique, que nunca pudo ser habido, porque unos le decían que se había escondido en la cueva de Tena, que tenía hecha para si le ven¬ciese Guatavita; otros le decían que se había ido al cercado grande del santuario, para esconderse entre aquellos peñascos.

La verdad de lo que en esto pasó fue que huyendo el cacique Bogotá de los españoles, se metió por unas labranzas de maíz a donde halló unos bohíos, y se estuvo escondido en ellos; pues andando los soldados rancheando los bohíos de los indios, y bus¬cando oro, un soldado que dio con estos ranchos donde estaba el cacique escondido, el cual como sintió al español quiso huir; el soldado le dio con el mocho del arcabuz y lo mató sin conocer¬lo. Al cabo de algunos días lo hallaron los suyos y callaron su muerte por mandado del sucesor.

Como el Adelantado oyó decir que se había ido el cacique al cercado grande del santuario, preguntóles que a dónde era: se¬ñaláronle que al pie de esta sierra, en este sitio y asiento; con lo cual se vino con sus soldados a este puesto, a donde halló el cer¬cado, que era casa de recreación del dicho cacique y a donde tenía sus tesoros y las despensas de su sustento. Alrededor de este cercado, que estaba a donde ahora está la fuente del agua en la plaza, había asimismo diez o doce bohíos del servicio del

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dicho cacique, en los cuales y en el dicho cercado alojó su per¬

sona el dicho Adelantado, y en los demás bohíos a sus soldados.

Hallaron las despensas bien provistas de sustento, muchas mantas y camisetas; que de las mantas hicieron de vestir los sol¬dados, que andaban ya muchos de ellos desnudos. De hilo de algodón, que había mucho, hicieron alpargates y calcetas con que se remediaron; y junto a este cercado en la misma plaza sa¬caron un santuario, donde se hallaron más de veinte mil pesos de buen oro, según la fama; y no era este el santuario grande de que los indios decían, porque este era de solo el cacique Bogotá; el otro estaba en la sierra a donde todos acudían a ofrecer, entran¬do por una cueva que nunca los conquistadores la pudieron descubrir, aunque se hicieron muchas diligencias y no hizo pocas el señor arzobispo don fray Luis Zapata de Cárdenas, y tampoco surtió efecto.

Desde este punto se corrió toda tierra descubriendo sus se¬cretos, procurando siempre el Adelantado y sus capitanes el buen tratamiento de los naturales, los cuales con la comunicación se dieron amigables dando la obediencia al rey, nuestro señor. Todo lo cual pasó durante el dicho año de 1538, y estando nuestro ge¬neral quieto y sosegado, porque ya se había corrido la tierra has¬ta el valle de Neiva, reconocido los panches y marequipas, sus vecinos, que es lo que llamamos Marequita, los soldados ricos y contentos.

En esta ocasión, que era el año de 1539, de los indios mas cercano a los llanos se tuvo noticia cómo por aquella parte ve¬nían otros españoles. Este era Nicolás de Federman (1) tenien¬te del General Jorge Spira, que habiendo salido de Coro con cua¬trocientos hombres, y desenvuelto lo de la laguna de Maracaí¬bo por no juntarse cosí su general, se metió por los llanos corríen¬dolos por muchas partes, hasta el famoso Orinoco que por sesen¬ta bocas lleva el tributo a la mar, que las más anchas tienen dos leguas de travesía; en cuyos márgenes y en los del Meta halló algunas gentes, que las más de ellas vivían en los árboles, por las grandes inundaciones de aquellos llanos y por el mal país.

Acordó de volverse a arrimar a la cordillera, y caminando por ella algunos días envió por sobresaliente con la gente nece¬saria al capitán Limpias, el cual rompiendo dificultades y muy

(1) Nicolás Federman era alemán, de Ulm, en Suabia; vino a Coro (Vene-zuela) en 1530, en servicio de los señores Bartolomé Welser & Cía. En la narración de su primer viaje dice: “El 2 de octubre de 1529, yo, Nicolás Federmann el joven, de Ulm, embarqué” etc.

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peligrosos pasos salió a la parte de donde después se pobló San

Juan de los Llanos, de cuyos naturales tomó noticia de la gente de este Reino, en cuya demanda se partió luégo, habiendo de to¬do noticia y dándola a su General Nicolás de Federman, el cual siempre seguía la senda de su capitán Limpias, la cual hallaba más tratable por estar hollada de los caballos y soldados de di¬cho capitán. Este viaje de los llanos que hizo Federmán huyen¬do de su General Jorge de Espira, cuenta el padre fray Pedro Si¬món más extenso en la primera parte de sus noticias historiales, donde el lector que lo quisiere saber lo podrá ver.

El capitán Limpias salió a Fosca y de allí a Pasca, a donde halló al capitán Lázaro Fonte, que le tenía allí destinado el Gene¬ral Jiménez de Quesada por ciertos disgustos, el cual al punto dio aviso a su general de la gente que allí había llegado. Envió luégo el Adelantado a reconocer la gente que por allí había en¬trado, y allegaron al punto que Nicolás de Federmán se acaba¬ba de juntar con su capitán Limpias y los suyos; y todos juntos muy amigablemente dentro de tercero día entraron en este sitio de Santafé, entrante el dicho año de 1539. donde fueron muy bien recibidos del dicho Adelantado y sus capitanes; y luégo, den¬tro de muy pocos días, por la parte de Fusagasugá entró el Ade¬lantado don Sebastián de Belalcázar, que bajaba del Perú con la codicia de hallar al indio dorado, atrás dicho, causador de aquel nombre tan campanudo del Dorado, que tantas vidas y haciendas ha costado. Este general traía ciento sesenta hom¬bres, y Federman traía sólo ciento, por haber perdido y muer¬to los demás en los llanos.

Recibiéronse estos generales al principio muy bien, y donde a poco nacieron entre ellos no sé qué cosquillas, que el oro las convirtió en risa: quedaron muy amigos y convíncieronse que a cada treinta soldados de estos dos generales se les diese de comer en lo conquistado y que adelante se conquistase, como si fuesen primeros descubridores y conquistadores, con lo cual quedaron muy amigos y en paz; y en el año de 1539, a 6 de agosto y día de la Transfiguración del Señor, los tres generales, con sus ca¬pitanes y demás oficiales y soldados,

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