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Carnero Capitulo &6


Enviado por   •  1 de Abril de 2013  •  4.922 Palabras (20 Páginas)  •  2.808 Visitas

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EL CARNERO

JUAN RODRÍGUEZ FREILE

CAPITULO VI

En que se cuenta cómo los dos campos, el de los españoles y el de Bogo¬tá, se vieron en los llanos de Nemocón, y lo que resultó de la vista. La muerte del cacique de Bogotá, y de dónde se originó llamar a estos naturales "moscas". La venida de Nicolás de Federmán (2) y de don Sebastián de Belalcázar, con los nombres de los capitanes y

soldados que hicieron esta conquista.

Los corredores de los campos de una y otra parte por momen¬tos daban aviso a sus generales de cuán cerca tenían al contrario. El de los españoles era en número de ciento sesenta y siete hom¬bres, reliquias de aquellos ochocientos que el general sacó de San¬ta Marta, y sobras de los que se escaparon del Río grande de la Magdalena, y de sus caribes, tigres y caimanes, y de otros muchos trabajos y hambres; y aunque en número pequeño, muy grande en valor y esfuerzo y que hacía la causa de Dios N. S. El del contrario cubría los montes y campos, porque sin aquel grueso ejército con que había vencido al Guatavita, a la fama de las nuevas gentes se le habían juntado muchos millares.

Procuró el general de Quesada saber qué gente tenía su con¬trario: hizo preguntar a algunos indios de la tierra que había co¬gido por intérpretes de aquel indio que cogieron con los dos pa¬nes de sal y los había guiado hasta meterlos en este Reino, que con la comunicación hablaba ya algunas palabras en español; respondieron los preguntados en su lengua diciendo musca pue

(1) Al pie de este capítulo hay una nota del pendolista, que dice: “La hoja que seguía faltó, porque la repelieron, y no se acaba este cuento”. Pero por lo que hay, el lector puede formar idea cabal de lo que falta (Nota del editor señor Pérez).

(2) Debe escribirse Nicolás Federmann. Véase Narración del primer viaje de Federman» a Venezuela. Pedro Manuel Arcaya. 1916.

nunga, que es lo propio que decir mucha gente. Los españoles

que lo oyeron dijeron, “dicen que son como moscas”, y al des¬cubrirlos lo confirmaron, y aquí se les pegó este nombre de mos¬cas, que primero se acabarán todos ellos que el nombre.

Diéronse vista los dos campos: los españoles reconocieron las armas del contrario, que no eran ofensivas ni defensivas, porque la mayor era una macana y las demás quisques y tiraderas.

El Bogotá, como vio la poca gente que tanto sonido había dado, dicen que dijo a los suyos: “Toma puños de tierra y écha¬les, y cojámosles, que luégo veremos lo que habemos de hacer de ellos;” pero no se vendían tan barato.

El Adelantado ordenó su campo: a los de a caballo mandó acometer por un costado, y con los arcabuces les dio una rociada. Pues como los indios vieron que sin llegar a ellos los españoles los mataban, sin aguardar punto más se pusieron en huida; los nuestros les fueron siguiendo y atacándolos, hasta que se des¬hizo y desapareció aquel gran gentío. En el alcance dicen que decían los españoles: “estos eran más que moscas, mas han huido como moscas”, con que quedó confirmado el nombre; y en esta acometida se acabó toda la guerra.

Fue siguiendo el alcance el Adelantado hasta el pueblo de Bogotá, a donde se detuvo algunos días buscando al cacique, que nunca pudo ser habido, porque unos le decían que se había escondido en la cueva de Tena, que tenía hecha para si le ven¬ciese Guatavita; otros le decían que se había ido al cercado grande del santuario, para esconderse entre aquellos peñascos.

La verdad de lo que en esto pasó fue que huyendo el cacique Bogotá de los españoles, se metió por unas labranzas de maíz a donde halló unos bohíos, y se estuvo escondido en ellos; pues andando los soldados rancheando los bohíos de los indios, y bus¬cando oro, un soldado que dio con estos ranchos donde estaba el cacique escondido, el cual como sintió al español quiso huir; el soldado le dio con el mocho del arcabuz y lo mató sin conocer¬lo. Al cabo de algunos días lo hallaron los suyos y callaron su muerte por mandado del sucesor.

Como el Adelantado oyó decir que se había ido el cacique al cercado grande del santuario, preguntóles que a dónde era: se¬ñaláronle que al pie de esta sierra, en este sitio y asiento; con lo cual se vino con sus soldados a este puesto, a donde halló el cer¬cado, que era casa de recreación del dicho cacique y a donde tenía sus tesoros y las despensas de su sustento. Alrededor de este cercado, que estaba a donde ahora está la fuente del agua en la plaza, había asimismo diez o doce bohíos del servicio del

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dicho cacique, en los cuales y en el dicho cercado alojó su per¬

sona el dicho Adelantado, y en los demás bohíos a sus soldados.

Hallaron las despensas bien provistas de sustento, muchas mantas y camisetas; que de las mantas hicieron de vestir los sol¬dados, que andaban ya muchos de ellos desnudos. De hilo de algodón, que había mucho, hicieron alpargates y calcetas con que se remediaron; y junto a este cercado en la misma plaza sa¬caron un santuario, donde se hallaron más de veinte mil pesos de buen oro, según la fama; y no era este el santuario grande de que los indios decían, porque este era de solo el cacique Bogotá; el otro estaba en la sierra a donde todos acudían a ofrecer, entran¬do por una cueva que nunca los conquistadores la pudieron descubrir, aunque se hicieron muchas diligencias y no hizo pocas el señor arzobispo don fray Luis Zapata de Cárdenas, y tampoco surtió efecto.

Desde este punto se corrió toda tierra descubriendo sus se¬cretos, procurando siempre el Adelantado y sus capitanes el buen tratamiento de los naturales, los cuales con la comunicación se dieron amigables dando la obediencia al rey, nuestro señor. Todo lo cual pasó durante el dicho año de 1538, y estando nuestro ge¬neral quieto y sosegado, porque ya se había corrido la tierra has¬ta el valle de Neiva, reconocido los panches y marequipas, sus vecinos, que es lo que llamamos Marequita, los soldados ricos y contentos.

En esta ocasión, que era el año de 1539, de los indios mas cercano a los llanos se tuvo noticia cómo por aquella parte ve¬nían otros españoles. Este era Nicolás de Federman (1) tenien¬te del General Jorge Spira, que habiendo salido de Coro con cua¬trocientos hombres, y desenvuelto

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