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El espejismo del progreso: modernización y desigualdad en el Porfiriato (1876-1911)

dennsicalmoEnsayo8 de Diciembre de 2025

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El Espejismo del Progreso: Modernización y Desigualdad en el Porfiriato (1876-1911)

Introducción

El periodo de la historia mexicana conocido como el Porfiriato, que se extiende desde el ascenso al poder de Porfirio Díaz en 1876 hasta su renuncia en 1911, representa una de las etapas más polarizantes y transformadoras de la nación. Bajo el lema de "Orden y Progreso", el régimen de Díaz logró la tan anhelada estabilidad política y puso en marcha un ambicioso proyecto de modernización económica que integró a México al sistema capitalista global. Sin embargo, esta era de aparente esplendor y desarrollo material se construyó sobre cimientos de profunda injusticia.

El propósito de este ensayo es analizar el impacto del Porfiriato a través de la pregunta guía: ¿Cómo influyó la modernización porfirista en la desigualdad social y política de México? Se argumentará que la modernización impulsada por Díaz fue, en esencia, un proyecto centralizador y excluyente que exacerbó sistemáticamente la desigualdad social y anuló la participación política y las libertades civiles, concentrando la riqueza y el poder en una minoría a costa de la inmensa mayoría de la población. Esta contradicción intrínseca entre progreso material y represión social fue la causa fundamental que desembocó en el estallido revolucionario de 1910. Mi postura es crítica: el Porfiriato no representó un progreso generalizado, sino la consolidación de una dictadura modernizadora.

Desarrollo

1. La Paz Forzada: El Precio del Orden Político

La primera tarea de Porfirio Díaz fue alcanzar la pacificación del país, condición indispensable para atraer las inversiones y construir la infraestructura que demandaba la modernidad. Tras la inestabilidad del México independiente, Díaz impuso un férreo autoritarismo disfrazado de estabilidad institucional. La consolidación de su poder se basó en el control militar (a través del Ejército Federal y el cuerpo de Rurales), la anulación de la oposición política y la manipulación constante de los procesos electorales para asegurar la reelección indefinida (Meyer, 2004).

El sistema político del Porfiriato, aunque formalmente republicano, era en la práctica una dictadura centralizada. Díaz se aseguró la lealtad de los poderes regionales (caciques) mediante la estrategia de "pan o palo" (conciliación o represión), neutralizando los levantamientos y garantizando un ambiente seguro para los negocios. Esta "paz porfiriana" fue, como señaló el historiador Daniel Cosío Villegas (1975), una "paz impuesta". La represión se manifestó en el encarcelamiento de periodistas y críticos, la censura y la falta total de libertades de asociación y expresión. El grupo de los "Científicos", intelectuales que rodeaban al presidente, justificaba este control absoluto bajo la ideología del Positivismo, argumentando que la "dictadura necesaria" era la única vía para que México transitara de la barbarie al progreso. Sin embargo, este cierre de los canales de participación democrática y la perpetuación de un solo hombre en el poder fueron elementos clave que acrecentaron el resentimiento de las clases medias y altas excluidas del círculo de poder, sembrando las semillas de la revuelta política.]

2. El Auge Económico y la Exclusión Social

El segundo pilar del proyecto porfirista fue la modernización económica, enfocada en la exportación y la infraestructura. Los logros en esta área son innegables: la construcción de más de 20,000 km de vías férreas, la red telegráfica, la electrificación y el saneamiento de las finanzas públicas, lo que mejoró el crédito de México en el exterior (García-Diego, 2011). Las inversiones extranjeras, principalmente de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, fluyeron hacia la minería (metales industriales), el petróleo y las industrias textiles.

Sin embargo, este crecimiento macroeconómico tuvo un carácter profundamente excluyente y concentrador. El modelo favoreció desproporcionadamente a dos sectores: los inversores extranjeros y la oligarquía nacional (grandes terratenientes, comerciantes y financieros).

En el campo: La modernización agraria se basó en el despojo. Las leyes de colonización y deslinde de tierras baldías (promovidas desde la Ley Lerdo, pero aceleradas en el Porfiriato) permitieron que grandes compañías despojaran de sus tierras a las comunidades indígenas y campesinas (Meyer, 2004). Esto provocó que vastas extensiones de tierra productiva quedaran en manos de un reducido número de hacendados, mientras que cerca del 95% de las familias rurales carecía de propiedad. Esta población desposeída fue forzada a trabajar en las haciendas bajo el sistema de peonaje por deuda, una forma de servidumbre virtualmente hereditaria. La modernización agraria significó, para el campo, miseria y desposesión masiva.

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