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El nuevo Resumen de El Orden Conservador (Natalio Botana)


Enviado por   •  21 de Agosto de 2017  •  Resúmenes  •  18.743 Palabras (75 Páginas)  •  796 Visitas

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EL ORDEN CONSERVADOR

Por Natalio Botana

20/VIII/14—15/IX/14

Introducción

Hacia 1880, tres batallas sangrientas conmovieron a Buenos Aires[1]. Este hecho marca el inicio del régimen político del ochenta, enmarcado entre 1880 y 1916. Una fecha como la de 1880, puede hacer las veces de frontera que inicia una nueva era para el historiador atento en demasía a las discontinuidades o a los cambios bruscos. Otros, observarán cómo la discontinuidad en las relaciones de poder pueden desplegarse sobre una continuidad más profunda que expresa creencias o cambios sociales.

Esta amalgama de discontinuidad con continuidad, alberga una clave interpretativa. Presenta la formación definitiva del Estado Nacional y del régimen político que lo hizo manifiesto, como un fenómeno tardío que sucedió a la guerra civil de la década del cincuenta y a las presidencias fundadoras de Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento y Nicolás Avellaneda. Fenómeno tardío que tuvo dos rasgos distintivos: la constitución de un orden nacional; y la fórmula política en segundo término.

Esta fórmula política proviene de la obra de Alberdi. La “fórmula alberdiana” tradujo una concepción del orden político, que junto a los valores liberales de progreso, emulan la experiencia portaliana en Chile.

Pero no fue una abstracta concepción de orden. El régimen de los ochenta apuntaba hacia lo deseable, pero se encarnó a través de hechos y de la práctica activa, aunque la interrelación de estos dos factores puede llevar a confusiones. Muchas veces se confunde la búsqueda de causas explicativas en la historia con la comprensión de los propósitos que guiaron a los actores, que determinaron su acción.

Los grupos dirigentes, escépticos y conservadores en el campo político, fueron liberales y progresistas ante la sociedad que se ponía en movimiento. Había que transformar el país pero desde arriba, sin tolerar que el alud inmigratorio arrancara de las manos patricias el poder. La combinación de conservadorismo y liberalismo generó actitudes muchas veces contradictorias. La élite no aprobó un orden social sancionado por la religión establecida, pero estaba convencida de la desigualdad social; creyó en la propiedad; jamás dudó del progreso y de su virtud para erradicar la sociedad tradicional; y confió en la educación pública, común y gratuita, para la civilización ascendente.

El desgaste del régimen obedeció a la oposición intransigente, una amenaza a la cual no reaccionaba una clase política unificada. Las facciones que actuaban dentro del régimen se dividieron y enfrentaron. Había pasado el momento alberdiano, cristalizado en la autoridad de Julio A. Roca. Ahora ocupaban el primer plano los reformadores: Roque Sáenz Peña, Joaquín V. González, e incluso Pellegrini.

Los reformadores condensaron sus expectativas de cambio en una decisión legislativa, en una ley electoral. Calcularon, apostaron, predijeron y… cometieron errores que, para algunos, fueron signos de un incomprensible fracaso. Si aquella circunstancia agonizaba, la esperanza de controlar el poder, triunfaban los valores últimos que ellos compartían. La ley Sáenz Peña fue la última respuesta a esa pasión tenaz por el progreso.

PRIMERA PARTE: LA FÓRMULA ALBERDIANA

Capítulo I: Los Orígenes del Régimen de los Ochenta

Los hechos sangrientos que daban comienzo al gobierno de Roca no eran una novedad en el país. Luego de setenta años, el medio de dirimir las diferencias seguía siendo la guerra, por lo que en siete décadas, no se había podido legitimar un centro de poder que hiciera efectivo su control en todo el territorio nacional. El enfrentamiento estaba planteado entre Buenos Aires y el Interior. Buenos Aires, tenía un puerto con una amplia proyección exterior, una tradición como cabecera desde el virreinato, y la ampliación de su hinterland hacia la Patagonia. El Interior, era más extenso, liderado por el poder embrionario de los caudillos.

La constitución de una unidad política

La falta de cohesión de un poder nacional radicaba precisamente en la indefinición del conflicto, ya que ninguna parte podía imponerse sobre la otra. No podía existir unidad política, hasta que un poder no lograra hacerse del monopolio de la violencia legítima. Para que existiera dicha unidad, ya sea por medio de la coacción o del acuerdo, una de las unidades en disputa debe reducir al resto adquiriendo el control sobre las mismas, en pos de una unidad más amplia. El poder que logre esta reducción a la unidad, se convierte en poder político, o poder central.

Cuando Urquiza derrotó a Rosas en Caseros, la descentralización autonomista de la Confederación llegó a su fin. La reducción a la unidad fue encarada por Urquiza por medio del acuerdo: las provincias firmaron el Pacto de San Nicolás, cediendo parte de su poder, para conformar un poder central. La soberanía fue trasladada a un Congreso Constituyente, para organizar el poder central. Pero el acuerdo se quebró el 11 de septiembre de 1852, cuando Buenos Aires discrepó en la igualdad con el resto de las provincias: reclamaban preeminencia en la participación. Se retorna a la situación de enfrentamiento, hasta la batalla de Pavón, en 1861, que terminó con la victoria de Buenos Aires.

Tres problemas básicos: integridad territorial, identidad nacional, organización de un régimen político.

Luego de Pavón, los presidentes tomaron las decisiones nacionales, bajo los parámetros hegemónicos de Buenos Aires. La coexistencia del poder presidencial con el poder del gobernador de Buenos Aires en la doble capital (provincial y nacional), determinó un poder central subordinado a la hegemonía porteña. Esta situación se prolongó por las tres presidencias fundadoras: Mitre (1862-68), Sarmiento (1868-74) y Avellaneda (1874-80).

Durante estas tres presidencias, los tres núcleos prioritarios serán:

  1. Integridad Territorial: Ámbito geográfico sobre el que se ejercería el poder central. Hubieron dos movimientos de impugnación del poder central; los movimientos de los caudillos Chacho Peñaloza (1862-63) y Felipe Varela (1866-68). La coerción desde Buenos Aires, se contrapuso al pactismo originario, demostrando que era la única provincia que podía imponer con éxito sus prerrogativas  al poder central.
  2. Identidad Nacional: Ambos bandos debieron decidir si estaban dispuestos a formar una comunidad mayor que la del ámbito local o, como mucho, regional.
  3. Organización de un Régimen Político: Debía decidirse la forma en que se constituiría el poder legítimo y su sucesión, siendo este poder el que tomara las decisiones gubernamentales que decidieran por toda la nación.

Así, en Buenos Aires se presentan dos facciones: los nacionalistas, liderados por Mitre, dispuestos a nacionalizar Buenos Aires, y los autonomistas, de Alsina, que se aliaron con los federales de las provincias para mantener la preeminencia del poder provincial, aunque para ello tuvo que avalar las candidaturas de Sarmiento y Avellaneda, quebrando la continuidad presidencial del mitrismo. No obstante, las provincias fueron conscientes del papel que jugaban, y no se dejaron dominar por Alsina. Por su parte, Alsina se resignó a la vicepresidencia con Sarmiento y al ministerio de guerra con Avellaneda.

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