Historia Colombiana
ludaylopez12 de Mayo de 2015
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Si se compara la situación que encontraron los conquistadores y colonizadores españoles en el territorio colombiano con la que presentaban a comienzo del siglo XVI otros lugares del continente como México, Perú o el Río de la Plata, el historiador encuentra numerosos contrastes que contribuyen a explicarle la peculiaridad del desarrollo social y económico de lo que ha llegado a ser la República de Colombia.
Lo primero que salta a la vista, es que no hubo en el actual territorio de Colombia culturas prehispánicas de la amplitud, unidad y densidad de las que hallaron los españoles en México o el Perú. Si la comparación se efectúa con la región del Río de la Plata o del Brasil y aun de territorios vecinos que durante la época colonial aparecen íntimamente ligados al Nuevo Reino de Granada como el de Venezuela, encontramos en el territorio colombiano una población indígena más numerosa, formando un conjunto de culturas que por su potencial demográfico, su cultura y su organización social fueron capaces de resistir con mayor voluntad de sobrevivencia al impacto de la conquista y de aportar más significativos elementos indígenas a la formación de la nueva sociedad resultante del proceso de aculturación y fusión que se produjo durante los siglos XVI y XVII.
Al iniciarse la conquista española, desde el punto de vista demográfico, el territorio colombiano presentaba una situación intermedia entre la encontrada por los españoles en México y el Perú y la que caracterizaba a los últimos territorios americanos antes mencionados. Los cálculos más recientes, aunque todavía discutibles, le atribuyen una población indígena fluctuante entre los 3 y los 4 millones de habitantes aborígenes, en contraste con los 25 a 50 millones a que pudo llegar la población prehispánica de México o a los 10 millones que pudo tener el imperio de los Incas. Esos 3 o 4 millones de indígenas del territorio colombiano, estaban reducidos a poco más de 600 mil hacia las primeras décadas del siglo XVII y a unos 130.000 al finalizar el siglo XVIII. La rápida desaparición de su población aborigen y un intenso proceso de mestizaje iniciado desde la segunda mitad del siglo XVI, explican el hecho histórico de que en Colombia, la huella indígena sea relativamente débil y en cambio, muy vigorosa la marca de lo hispánico. Esta población indígena estaba representada por una pluralidad de culturas de muy diverso desarrollo, que probablemente estaban en proceso de unificación al producirse la conquista, pero que no llegaron a constituir un imperio como el peruano o el mexicano de los aztecas.
Ocupaban las culturas prehispánicas de Colombia un territorio de complejísima geografía y muy difícil intercomunicación, circunstancia que gravitó sobre el desarrollo de la nueva sociedad a través de su período colonial y que ha seguido gravitando sobre el desarrollo moderno de Colombia. Situado en plena zona tropical, sin el complejo sistema de montañas andinas que lo atraviesan de sur a norte, el territorio colombiano tendría un clima cálido y altamente húmedo, muy semejante al de la actual selva amazónica o al de algunos países tropicales africanos como el Congo. Las tres grandes cordilleras en que se dividen los Andes suramericanos al cruzar la frontera de Colombia y el Ecuador, modifican la climatología colombiana creando una gama muy variada de climas de altura, cálidos en los valles y cuencas hidrográficas, suaves en las laderas cordilleranas medias, fríos y apropiados para el desarrollo, de la vida humana en las altas mesetas como la Sabana de Bogotá, donde se encuentra el epicentro de su desarrollo histórico y la actual capital de la nación. Fragoso, áspero, doblado y enfermo, son los adjetivos usados por los cronistas de la conquista para caracterizar el territorio de lo que será el Nuevo Reino de Granada.
La comunicación y el transporte a través de esta barroca geográfica, ha sido el mayor obstáculo para el desarrollo colombiano, sobre todo, si se tienen en cuenta dos factores: el débil y lento desarrollo demográfico del país durante el período colonial y todavía en el siglo XIX, y el hecho de que su poblamiento, por circunstancias muy particulares de su historia, se hizo a partir del interior andino del territorio, asiento de su más densa población indígena y de sus más desarrolladas culturas, como la chibcha, lo que significaba mano de obra para la explotación de los nuevos territorios, donde además estaban ubicadas sus mejores tierras agrícolas.
También alejadas de los mares y de las vías de acceso a los puertos estaban colocados sus más ricos territorios mineros como los de Antioquia y el Cauca.
Las enormes dificultades del transporte desde el hinterland hasta los puertos marítimos y de unas regiones a otras que tuvo el país durante las tres centurias de la historia colonial, que sólo empezaron a superarse en la segunda mitad del siglo XIX con el establecimiento de la navegación a vapor por el río Magdalena y el todavía incipiente desarrollo de los ferrocarriles, ha tenido para el desarrollo económico de Colombia numerosos efectos negativos, entre los cuales deben destacarse dos: el alto costo de sus productos, sea de los destinados a los mercados externos o a los internos y a la lentitud conque se ha formado un mercado nacional. Algunos datos generales pueden dar un indicio de la magnitud del problema. Uno de ellos, la distancia entre los principales núcleos urbanos del interior y los puertos marítimos del Atlántico. Bogotá, la capital de la Audiencia primero, luego del Virreinato y de la República, esta a 1.088 kilómetros; Medellín y su contorno, el principal centro minero de los siglos XVI, XVII y XVIII y en la Colombia moderna su segundo centro industrial, a 950; Bucaramanga y sus territorios aledaños, importante centro de manufacturas textiles en el período colonial, a 700 kilómetros.
La comunicación de los distintos centros poblados al río Magdalena, la arteria fluvial que recorre el país de sur a norte y es la vía natural de acceso a los puertos del Atlántico, se hizo durante la colonia y hasta muy avanzado el período republicano por caminos estrechos, escarpados, atravesando regiones de intensas lluvias que los mantenían en condiciones deplorables, hasta el punto de ser intransitables por mulas y caballos y sólo ser posible el transporte con peones cargueros. Tal era el caso de los caminos que comunicaban la región minera de Antioquia con el río Magdalena, por los cuales se hacía la introducción de las mercancías importadas de España o de la región oriental del Reino que la abastecía de lienzos, cordelería, batanes, sal, harinas y ganado; o el de los caminos que comunicaban el oriente manufacturero y agrícola con el occidente minero, que servía de mercado al ganado de las dehesas de la Sabana de Bogotá, del Tolima y del Huila. Los problemas afrontados por el transporte de las harinas producidas en las ricas tierras agrícolas de Cundinamarca y Boyacá (Bogotá y Tunja), durante el período colonial, fue típico de este estado de aislamiento y de fragmentación del mercado. Cartagena y los puertos del Atlántico consumían harinas europeas y americanas, porque las del interior del país resultaban más caras debido a los altos costos del transporte y además, llegaban en mal estado a su lugar de destino dadas la duración del viaje y las primitivas condiciones de los medios de transporte. El viaje de Cartagena al centro del país duraba de seis a ocho semanas y de tres a cuatro, el de éstos a los puertos del Atlántico. Colombia hubo de esperar hasta el siglo XX para tener un sistema de transporte, que asegurara la intercomunicación regular de sus diversas regiones y permitiera la formación de un verdadero mercado nacional y racionalizara su comercio exterior de importaciones y exportaciones.
Otro ejemplo de la poca colaboración que la naturaleza ha prestado al desarrollo colombiano ha sido su escasa, casi podríamos decir, nula atractividad para el inmigrante. En efecto, Colombia es quizás el país latinoamericano en cuya formación nacional, la inmigración ha tenido menor significado. Cuando a mediados del siglo XIX, se abrió paso en América Latina la política de poblar a base de inmigrantes europeos, Colombia no fue extraña a ella. Los gobernantes de la segunda mitad del siglo hicieron todo lo posible por atraerlos: establecieron libertad de cultos, pusieron en práctica una política ilimitadamente generosa de concesión de tierras baldías, concedieron estímulos tributarias a las inversiones y para los inmigrantes, todo con pobrísimos resultados. El país no pudo gozar de esta barata inversión de capital ni de la economía que pudo significar la crianza de los millones de inmigrantes que se establecieron en Argentina, Uruguay, Brasil meridional y Chile en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del presente. El trópico era una muralla; las guerras civiles y la inestabilidad política la reforzaron y ello explica uno de los rasgos más característicos del desarrollo histórico colombiano, de su formación social y de su cultura: Colombia ha sido un país formado casi exclusivamente a base del mestizaje indo-español, un país sin inmigrantes, cuyo desarrollo económico y social ha sido producido desde dentro y a partir de sus propios recursos humanos. Es pues, ésta, otra medida de las dificultades que su geografía ha puesto a sus generaciones sucesivas.
Para dificultar su tarea de llegar a ser una nación dentro de los modelos de la civilización occidental que para bien o para mal adoptó, se han agregado los resultados de tres siglos de colonialismo que dejaron como herencia una población rural depravada
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