Introducion Historia Indigenaa
pescadeportiva4 de Octubre de 2011
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Título: Conclusiones
CONCLUSIONES
Como hipótesis que se desprende del presente trabajo, considero que en el piedemonte se sintetizó el mundo andino y el selvático, dando lugar a la convivencia de grupos de diferentes orígenes con sus respectivas autoridades y estructuras organizacionales que en el caso del Valle de Sibundoy (habitado por Ingas y Kamsás) se comportaban como mitades 1 a pesar de tratarse de grupos lingüísticos diferenciados, por ser complementarios en su estructura organizacional y a su vez, jugaban un papel fundamental en el establecimiento de intercambios y alianzas con los grupos andinos y selváticos.
Frente a los españoles,, los grupos que habitaron el Valle de Sibundoy específicamente, se unificaron y así fueron vistos por los españoles como los “Sibundoyes”, pero al interior mantuvieron su diferenciación: la movilidad de los grupos de habla quechua asentados a lo largo del Alto Caquetá y Putumayo, así como hacia el piedemonte ecuatoriano, frente a la estabilidad de los grupos Quillacinga o Kamsá, permite suponer que los Inga eran los comerciantes especializados; el ser hablantes del quechua, es otro indicador, por cuanto se trataba de una lengua general, ampliamente difundida tanto en época prehispánica como en la colonia, que les permitía entrar en contacto con diversos grupos indígenas.
A partir de la utilización de fuentes secundarias, primarias, de tradición oral, etnográficas, arqueológicas y lingüísticas, se hizo un balance que permite aclarar la naturaleza del poblamiento en la zona objeto de estudio, resaltando la importancia de entender el por qué de la presencia quechua en la región. Se ha planteado también la diversidad y la complejidad de las relaciones que se han establecido entre los grupos étnicos de selva con aquellos de la zona andina.
Son los grupos de piedemonte los que dan sentido a la relación andes-selva en la que se ha insistido y se puede afirmar que son el enlace, los estructuradores, los intermediarios, por cuanto es el piedemonte el corredor obligado entre estas dos regiones. Al respecto es indicador el que hoy en día en el Valle de Sibundoy, los grupos indígenas que allí habitan compartan rasgos culturales propios de los grupos de selva tropical y de los grupos andinos y que mantengan relaciones comerciales permanentes con una y otra zona.
Se ha establecido un circuito comercial por el cual transitaban los sibundoyes que comprende los siguientes trayectos:
En primer lugar, estaba el que comunicaba al Valle de Sibundoy con Pasto y Mocoa (así como con los asentamientos ingas en el Alto Caquetá), encontrándose el Valle en medio de estas dos localidades.
En segundo lugar, el camino que comunicaba a Mocoa con Almaguer (Popayán) llegando hasta San Agustín (Huila) pasando por las localidades de Condagua, Yunguillo y Santa Rosa en el Alto Caquetá.
En tercer lugar, el camino que se desprendía de Mocoa pasaba por Caquetá “el último pueblo del monte” sobre el río de este nombre. Se concreta así un trayecto transversal que atraviesa la montaña para poner en contacto los Andes y las tierras bajas a través del tránsito permanente de este territorio por parte de los habitantes del piedemonte. El trayecto de Mocoa a Almaguer es de orden longitudinal al bordear la cordillera para llegar al Cauca.
El circuito se cierra al tenerse en cuenta el camino que de Pasto llegaba a Sucumbíos sobre el río San Miguel. Se completa así el circuito comercial del cual hemos venido hablando, dentro del cual se intercambian productos que se extraen de selva para llevar a la región andina y viceversa.
Mientras los grupos prehispánicos del piedemonte instauraron una frontera fluida, durante la colonia se evidencia la desarticulación de los andes con respecto a las tierras bajas. Las permanencias en el manejo del territorio por parte de los grupos indígenas actuales, permitieron explorar la existencia de una concepción espacial propia del mundo prehispánico, integradora de los andes y la selva. En contraposición, atravesar las montañas para llegar a las tierras llanas de selva, fue considerado por los españoles como una empresa titánica. Se cumple para el piedemonte colombiano, lo que anotan para el caso ecuatoriano Renard-Casevitz, Saignes y Taylor (1988:208):
“El corte físico y cultural entre ambas zonas llegará a ser tan profundo que los colonos españoles arrojados en el piedemonte por el gran movimiento inicial de penetración en la selva, quedarán más aislados de los centros andinos que nunca lo fueron las poblaciones selváticas prehispánicas.”
Por otra parte se señaló que los encomenderos vivían en Pasto y eran entonces los curas doctrineros y las autoridades indias quienes ejercían la autoridad, hecho que se hace extensivo a otros pueblos de la región de piedemonte: Fray Jerónimo de Escobar (/1582/1983:294) al referirse al pueblo de Mocoa, dice:
“Está el pueblo arrimado a unas montañas fuera de camino, de suerte que para entrar allí es menester gran trabajo. Aquí en este lugar pone justicia el gobernador de Popayán y cura el obispo de Quito (...) este dicho pueblo de Agreda no va en aumento, antes espanta como nadie quiere estar allí, porque como está la tierra adentro, no hay trato de comunicación y con el cebo de aquel oro que sacan, que serán diez mil pesos cada año de a veintitrés quilates, con eso se sustentan y tienen su cura y escribano, que pasan todos harta miseria” .
Se insiste tanto en la dificultad de acceder a Mocoa desde la zona andina, como en el hecho de que “nadie quiere estar allí”. Mocoa se constituyó en centro de confluencia de los diferentes caminos aquí reseñados. Desde allí partían y llegaban los sibundoyes en su transitar haciendo labor de intermediarios, de forma que desde su perspectiva, Mocoa no aparece desligado de la zona andina.
Por otra parte, vale la pena tener en cuenta que el hecho de que las autoridades españolas no se asentaron en forma permanente en el piedemonte y en las tierras bajas, hizo que las etnias pudieran resistir y permanecieran algunas de las tradiciones socio-culturales. Los grupos indígenas se resistieron a la conquista tanto de forma activa, a través de enfrentamientos con los misioneros y autoridades españolas, como pasiva, a través del aferramiento a tradiciones culturales que permanecen y que les permite sobrevivir como grupo étnico: se trata de la actividad comercial y del curanderismo y la brujería. Ser “salvaje”, “indómito” y no bautizado (auca), es afirmarse como indio, como conocedor de tradiciones a las cuales le teme el blanco. Su situación de frontera, hace que estos grupos indígenas participen del régimen español pero a la vez no son sometidos totalmente y aún más, son temidos.
El ausentismo de los encomenderos explica el que la encomienda en esta zona se mantenga hasta fines del siglo XVIII, situación que no se cumple para la zona andina, donde desaparece en el siglo XVII por cuanto se hace indispensable ser propietarios no sólo de la fuerza de trabajo sino también de la tierra. En el piedemonte continúa siendo importante el adoctrinamiento por una parte y la utilización de mano de obra por otra, ya sea dentro del piedemonte para la generación del tributo o fuera de éste para el cumplimiento de la mita en otras regiones mineras 2 . Para los siglos XVI, XVII y principios del XVIII, la minería con las formas de trabajo compulsivas que la caracterizaron, ha sido considerada como el factor desestructurador del territorio y de las relaciones socio-culturales anotadas. El traslado de población fue permanente durante estos siglos, como se demostró al analizar cómo funcionaba la mita minera en la región. Sinembargo, la alta movilidad de la población prehispánica del piedemonte, permitió que la población sobreviviera, haciendo uso de tradiciones culturales propias altamente adaptativas.
El piedemonte amazónico, con sus diversos asentamientos hasta aquí señalados, se torna así en un territorio de frontera cuya característica primordial como tal, es el de no ser ni independiente de los colonizadores españoles ni tampoco sujeto en forma permanente. Se cumple entonces, el carácter ambivalente de una frontera: se presentan manifestaciones estructurales contradictorias, pero a la vez complementarias.
La dualidad manifestación de la ambivalencia del piedemonte
Se ha establecido una relación tripartita andes-piedemonte-selva, en el manejo territorial del suroccidente, en la cual los habitantes del piedemonte, —constituido en zona de frontera— han sido desde épocas prehispánicas los mediadores y estructuradores de la misma. Como resultado de esta intermediación, en el piedemonte se encuentran formas de apropiación territorial duales que tienen su origen en oposiciones que se alimentan por los intercambios comerciales hasta aqui señalados.
Es por su condición de mediadores como los grupos habitantes del piedemonte van a presentar rasgos culturales andinos (como es el caso del dualismo en su organización socio-política) así como selváticos (v.gr. participar del complejo cultural del yajé) ..
“El
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