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La Vida De Pi


Enviado por   •  8 de Diciembre de 2013  •  1.073 Palabras (5 Páginas)  •  446 Visitas

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CAPITULO 1

LA VIDA DE PI

Yann Martel

Capítulo 1

Mi sufrimiento me dejó triste y abatido.

El estudio académico y la práctica constante y reflexiva de la religión me devolvieron la vida.

Todavía mantengo lo que alguna gente consideraría mis extrañas prácticas religiosas. Después de un año

de educación secundaria, fui a la Universidad de Toronto y obtuve una doble licenciatura. Me especialicé

en religión y zoología. En el cuarto curso, hice la tesis de religión sobre ciertos aspectos de la teoría de

la cosmogonía de Isaac Luria, el gran cabalista de Safed que vivió en el siglo XVI. La tesis de zoología

consistió en un análisis funcional de la glándula tiroidea del perezoso de tres dedos. Elegí el perezoso

porque su comportamiento tranquilo, silencioso e introspectivo me ayudó a aliviar mi ser destrozado.

Hay perezosos de dos dedos y hay perezosos de tres dedos. Esto se determina a partir de las patas

delanteras del animal, dado que todos los perezosos tienen tres garras en las patas traseras. Tuve la gran

suerte de pasar un verano estudiando el perezoso de tres dedos in situ en las selvas ecuatoriales de

Brasil. Es un animal sumamente fascinante. Su única costumbre verdadera es la indolencia. Duerme o

descansa un promedio de veinte horas al día. Nuestro equipo comprobó los hábitos de sueño de cinco

perezosos de tres dedos salvajes, colocándoles en la cabeza, por la noche cuando ya se habían dormido,

unos platos de plástico rojo chillón llenos de agua. Los encontramos en la misma posición a última hora

de la mañana siguiente con los platos rebosantes de insectos. Con la puesta del sol, el perezoso se vuelve

más activo, aunque hay que entender «activo» en el sentido más relajado de la palabra.

Los médicos y las enfermeras del hospital en México fueron increíblemente amables conmigo. Y los

pacientes también; fueran víctimas de cáncer o de accidentes de coche, una vez se hubieran enterado de

mi historia, venían renqueando o en silla de ruedas hasta mi cama, ellos y sus familias, aunque ninguno de

ellos supiera ni una palabra de inglés ni yo de español. Me sonreían, me cogían de la mano, me

acariciaban la cabeza, dejando obsequios de ropa y comida encima de la cama. Me indujeron a ataques

de risa y de llanto incontrolables.

Conseguí ponerme de pie al cabo de un par de días, incluso di dos o tres pasos a pesar de las

náuseas, el mareo y la debilidad general. Los análisis de sangre revelaron que estaba anémico, que tenía

el nivel de sodio muy alto y el de potasio muy bajo. Mi cuerpo retenía líquidos y las piernas se me

hincharon de forma asombrosa. Parecía como si me hubieran injertado unas patas de elefante. La orina

me salía de color amarillo oscuro, casi marrón. Después de más o menos una semana, empecé a caminar

con normalidad y podía ponerme zapatos sin acordonar. Las heridas se cerraron, aunque todavía tengo

cicatrices en la espalda y en los hombros.

La primera vez que abrí un grifo, el ruido, el derroche y la superabundancia del chorro me

impresionó tanto que me fallaron las piernas y me desmayé en los brazos de una enfermera.

Más adelante fui a un restaurante indio en Canadá y comí con los dedos. El camarero me miró con

desdén y dijo, «¿Qué? Recién salido del barco, ¿verdad?». Palidecí. Mis dedos, que segundos atrás

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