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La Vida De Pi Una Expotacion Didactica De La Novela Y La Pelicula

2004160525 de Enero de 2014

3.826 Palabras (16 Páginas)475 Visitas

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Yann Martel - La vida de Pi

Piscine Molitor Patel.

Me pusieron nombre de piscina. Es curioso, teniendo en cuenta que a mis padres no les gustaba el agua.[…] Mi padre tuvo la idea de abrir un zoológico en el antiguo lugar de los Jardines Botánicos.

Era un zoológico enorme, se extendía por incontables hectáreas, tan grande que se necesitaba un tren para explorarlo, aunque tengo que decir que se me hizo más pequeño a medida que me fui haciendo mayor, incluso el tren.[…] Para mí era el paraíso sobre la tierra. Recuerdo la experiencia de haberme criado en un zoológico con gran cariño. Vivía a cuerpo de rey. ¿Qué hijo de maharajá tenía un jardín tan enorme y exuberante como el mío para jugar? ¿Qué palacio tenía semejante colección de animales salvajes? De pequeño, mi despertador era una manada de leones. No teníamos relojes suizos pero podíamos confiar en que los leones se pondrían a rugir a voz en grito entre las cinco y media y las seis de la mañana. El desayuno se veía interrumpido por los gritos y chillidos de los monos aulladores…

Minúto 01- 10

Verdadero o falso:

El nombre de Pi se debe a un símbolo matemático.

El profesor de natación de Pi fue un amigo de su padre.

Los compañeros de Pi lo insultaban relacionándolo con el nombre familiar de la orina.

Pi encontró un truco para librarse de los insultos de los compañeros y se convirtió en una leyenda.

Minúto 10 – 31

¿Cómo se conocieron los padres de Pi?

¿Cuál es la religión de Pi? ¿Cómo llegó a esta situación?

¿Por qué el tigre no se llamaba Sediente?

¿Qué pretende Pi al llevarle carne al tigre?

¿Cuál es la lección que el padre quiere administrar a su hijo?

¿Cómo conoció a la chica?

¿A dónde se van a trasladar a vivir Pi y su familia?

Minúto 31 – 45

Continúa las frases:

Pi y su familia se encontraban en el Colón porque ….

El padre de Pi pelea con el cocinero del barco porque ….

El propósito de la charla del escritor con Pi era que el primero empezara a …

Pi sale a la cubierta para ….

Pi se salva en un ... junto a …

Pasé toda la mañana durmiendo. Me despertó la ansiedad. La avalancha de comida, agua y descanso que recorrían mi sistema debilitado, además de devolverme a la vida, me habían dado las fuerzas necesarias para comprender la gravedad de mi situación. Abrí los ojos para encontrarme con la realidad de Richard Parker. Había un tigre en el bote salvavidas. Apenas podía creerlo y sin embargo, sabía que tenía que hacerlo. Y tenía que salvarme a mí mismo.

Sopesé la posibilidad de arrojarme al agua y empezar a nadar, pero mi cuerpo se negaba a moverse. Estaba a cientos de kilómetros de la costa, para no decir miles. No iba a poder nadar tantos kilómetros, aun provisto de un salvavidas. ¿Qué iba comer? ¿Qué iba a beber? ¿Cómo iba a protegerme de los tiburones? ¿Cómo iba a entrar en calor? ¿Cómo iba a saber en qué dirección debía nadar? Sin la más mínima sombra de duda, si dejaba el bote salvavidas, me esperaba una muerte segura. Pero si me quedaba a bordo, ¿qué? Vendría a por mí de una forma típicamente felina: con mucho sigilo. Antes de que pudiera reaccionar, me agarraría por la nuca o el cuello y me perforaría con sus colmillos. La vida se me apagaría sin poder decir unas últimas palabras. Si no, me mataría a zarpazos, rompiéndome el cuello.

—Voy a morir —dije con los labios temblorosos. […]

Estaba a punto de rendirme. De hecho, me habría rendido si no fuera por una voz en mi interior que me decía: «No moriré. Me niego. Superaré esta pesadilla. Sobreviviré, cueste lo que me cueste. Hasta ahora lo he conseguido, de milagro. Ahora convertiré el milagro en rutina. Lo increíble será mi pan de cada día. Haré el trabajo que haga falta, por muy duro que sea. Sí, porque siempre que Dios esté a mi lado, no moriré. Amén».

Adopté una expresión adusta y resuelta. Lo digo con toda la modestia del mundo, pero en aquel instante descubrí que tengo una voluntad férrea para vivir.[…]

Richard Parker se puso a rugir en ese preciso momento, como si hubiera estado esperando un contrincante digno. El pecho se me encogió de miedo.

—Rápido, hombre, rápido —pensé.

Tenía que organizar mi supervivencia. No podía perder ni un segundo. Necesitaba refugiarme inmediatamente. […]

Construí una balsa. […]El corazón me dio un vuelco y entonces se puso a latir a velocidad triple. Me volví.

—¡Jesús, María, Mahoma y Vishnu!

Vi algo que permanecerá en mi memoria durante el resto de mis días.

Richard Parker se había levantado y había salido a cubierta. Estaba a menos de cinco metros de mí. Y vaya, era enorme. La hiena estaba condenada a morir y yo también. Me quedé clavado, paralizado, subyugado a la acción que estaba viendo. Mi experiencia breve en las relaciones que se establecen entre animales salvajes y libres en los botes salvavidas me había hecho creer que habría mucho ruido y protestas cada vez que se derramara sangre. Pero esta vez, la muerte se distinguió por su silencio. La hiena murió sin gañir y Richard Parker la mató sin hacer ningún ruido. Miró luego al mar abierto. Soltó un rugido grave y malhumorado. Volvió la cabeza lentamente. La volvió y la volvió y la volvió un poco más hasta clavar la mirada en mí. Ojalá pudiera describir qué pasó a continuación, no cómo lo vi, ya que tal vez consiga hacerlo, sino cómo lo viví. […] Entonces apareció la rata. Una rata marrón y escuálida apareció de la nada encima del banco lateral. Richard Parker parecía más sorprendido que yo. La rata saltó a la lona y vino corriendo hacia mí. Sólo de verla, por el susto y la sorpresa, se me cedieron las piernas y me caí dentro de la taquilla. Ante mis ojos atónitos, la rata pasó por encima de varias partes del bote salvavidas, saltó encima de mí y trepó hasta lo alto de mi cabeza, donde me clavó las uñas, aferrándose desesperadamente.

Los ojos de Richard Parker habían seguido a la rata. Ahora los tenía clavados en mi cabeza. Completó el giro de la cabeza con un giro lento del cuerpo, desplazando las garras por el banco lateral, hasta colocarlas en el fondo del bote con una soltura parsimoniosa. Le veía la coronilla, la espalda y la cola larga y curvada. Tenía las orejas pegadas a la cabeza. Con tres pasos, llegó al centro del bote.

Sin esfuerzo alguno, levantó la mitad delantera del cuerpo y colocó las garras

encima del borde enrollado de la lona. Estaba a poco más de tres metros. La cabeza, el pecho, las garras tan grandes, ¡tan grandes! Los colmillos... Tenía un batallón entero en la boca. Hizo ademán de subirse a la lona. Ya me había llegado la hora.

Pero la textura blanda y extraña de la lona parecía molestarlo. La tocó con la garra, inseguro. Levantó la vista con inquietud. No le hacía ninguna gracia estar expuesto a tanta luz ni a tanto espacio abierto. Y el movimiento del barco lo seguía desconcertando. Durante un momento breve, Richard Parker vaciló.

Cogí la rata y la arrojé en su dirección. […] Pareció satisfecho con la ofrenda. Reculó y volvió a su guarida debajo de la lona. Mis piernas volvieron a ponerse en marcha. Me levanté de un brinco y fui a subir la tapa de la taquilla […] Era una oportunidad única. Extendí la mano y cogí los seis salvavidas restantes y el último remo. Me ayudarían a mejorar la balsa. […] Ahora, el bote salvavidas y la balsa ya estaban amarradas. […]

Deslicé la balsa cuidadosamente al agua. Si por alguna razón no flotara, ya me podía dar por muerto. Se acopló al agua de maravilla. En cuanto la balsa tocó el agua, todos los peces se dispersaron, menos los tiburones. Ellos se quedaron justamente donde estaban. Tres o cuatro, debía de haber. Uno pasó por debajo de la balsa. Richard Parker gruñó. Me sentía como un preso en manos de unos piratas, a punto de caerme de la tabla.[…]

Richard Parker volvió a gruñir. Me desplomé encima de la balsa, boca abajo. Me quedé tendido con los brazos y piernas abiertos y no moví ni un pelo. Estaba convencido de que la balsa iba a dar la vuelta en cualquier momento. O que vendría un tiburón a atacarme y atravesaría los chalecos salvavidas y los remos. Pero no ocurrió nada por el estilo. La balsa se hundió un poco más en el agua, se balanceó y cabeceó y las puntas de los remos se metieron en el agua, pero siguió flotando sólidamente. Los tiburones se acercaron, pero ninguno me tocó. […] Había huido del bote salvavidas para no morir. Ahora quería volver. Este asunto de la balsa era demasiado precario. Con un buen mordisco de tiburón, una ola grande o algún golpe que aflojara el nudo, estaría perdido.

Me levanté con cautela. Me senté. La estabilidad, de momento, era buena, pero todo me quedaba demasiado pequeño. Tenía el espacio justo para sentarme, y ya está. Esta balsa de juguete, minibalsa, microbalsa, tal vez sirviera para un estanque, pero no para el océano Pacífico. Agarré la cuerda y la tiré. Cuanto más me fui acercando al bote, más lento tiré.

Cuando conseguí arrimarme al bote, oí a Richard Parker. Todavía estaba comiendo. Vacilé durante unos largos minutos. Me quedé encima de la balsa. No veía otra salida. Mis opciones eran muy limitadas. O bien podía instalarme encima de la guarida de Richard Parker, o seguir cernido sobre los tiburones. Sabía perfectamente bien el peligro que suponía Richard Parker. Los tiburones todavía no habían mostrado su lado agresivo. Revisé los nudos que unían el bote

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