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Historia de los movimientos estudiantiles

asachTrabajo1 de Diciembre de 2017

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Historia de los movimientos estudiantiles

Heliana Aguilar Mateus

Anderson Stiven Avella Patiño

Juan Humberto Abarrazin

Profesor

Javier Rodríguez Nossa

Abogado, especialista en PMI, GESTIÓN DEL TALENTO HUMANO

Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

Administración De Empresas

Cátedra Universidad y Entorno

Sogamoso

2017

Tabla de Contenido

Introducción.....................................................................................................................................3

Desarrollo.........................................................................................................................................9

Conclusión........................................................................................................................................10

Referencias........................................................................................................................................11

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo lo presentamos con el objetivo de dar a conocer de manera resumida la historia de los movimientos estudiantiles a nivel internacional, nacional y sobre todo  a nivel UPTC, enfatizándonos en la facultad Sogamoso.

Desde hace mucho tiempo los estudiantes, y principalmente de universidades públicas, han sido partícipes de diferentes movimientos estudiantiles, los cuales se desarrollan  generalmente por un motivo de peso.

Los movimientos estudiantiles han dado resultados positivos en cuanto a soluciones, no benéficas en un 100% pero si evitando que no se lleven a cabo los proyectos por los cuales presentan su objeción;  en otros casos, también se han presentado resultados negativos en cuanto a disturbios, daños e incluso muerte de estudiantes.

Estos movimientos son una manera de manifestar insatisfacción en cuanto a algún tema, teniendo en cuenta que muchas veces no son escuchados de otra forma y esta es la estrategia que se utiliza para hacerse escuchar.

Historia de los movimientos estudiantiles

Historia a nivel internacional

Los movimientos sociales cuando son universitarios apuntan fundamentalmente al problema de la relación compleja entre la universidad y su contexto social, entre universidad y estado, entre universidad y sociedad, ya que la universidad como institución no es un ente aislado, sino que responde a determinados acontecimientos en la sociedad. Esta estrecha relación entre universidad, sociedad y política convierte a los gremios estudiantiles y a sus luchas en campos de entrenamiento para futuros políticos a nivel nacional o internacional. Muchos "hombres públicos" en América Latina empezaron sus carreras en un gremio estudiantil o como líderes estudiantiles.[1]

Los movimientos estudiantiles no son episodios de ocurrencia ocasional, sino parte de la vida universitaria desde que ésta existe; su complejidad y su estrecha vinculación con la sociedad global hacen tan interesante su estudio.  En general, un movimiento estudiantil es la expresión de un conjunto de fuerzas sociales que en él alcanzan una manifestación peculiar.

Los actores de un movimiento estudiantil muchas veces no representan un poder en sí, sino en relación con otros grupos sociales; del apoyo de estos grupos extrauniversitarios depende el desarrollo de los movimientos universitarios y esto explica su diferente significado y desarrollo. El análisis de estos actores y de sus organizaciones es de suma importancia: en algunos países han tenido una existencia y continuidad mayor que los partidos políticos o han permanecido vivos como grupos de oposición durante más de cincuenta años, como en el caso de Cuba.[2]

El cuadro es impresionante, incluso si nos conformamos sólo con los últimos años:

• 1963: los estudiantes juegan un papel principal en el cambio político radical en Ecuador.

• 1964: participan (¿provocan?) en la caída del régimen en Ecuador y en Bolivia.

• 1966: agitación estudiantil en México (ciudad de México, Morelia, Culiacán, Hermosillo), en Ecuador, en Chile (Concepción), en Colombia (Medellín) y sobre todo en Brasil (de marzo a septiembre el movimiento de protesta contra la dictadura militar gana todas las universidades y culmina en Río el 21 de septiembre cuando peleas muy violentas enfrentan a los estudiantes y a la policía) y en Venezuela (junio de 1966, motines en Caracas luego del "suicidio", en los locales de la policía, de Ojeda, veterano de la lucha revolucionaria. El apoyo otorgado a las guerrillas y la agitación permanente llevan al gobierno a ocupar la Universidad de Caracas el 14 de diciembre).

• 1967: Venezuela, 2 de marzo, cierre temporal de la Universidad. Brasil, mayo: grandes manifestaciones en Recife contra el acuerdo cultural firmado con Estados Unidos y una reforma universitaria a la estadounidense.

• 1968: motines en Río en mayo, junio y julio. Escaramuzas muy violentas en Lima a partir del 20 de julio. Inicio de la crisis mexicana.[3]

En las tres revoluciones latinoamericanas del siglo XX los estudiantes no desempeñaron un papel importante. En las revoluciones mexicana y boliviana su participación fue nula, y si en Cuba se les encuentra entre los revolucionarios eso no quiere decir nada; en Cuba el papel de los jóvenes en general fue esencial, a tal punto que Fidel Castro pudo afirmar que se buscaría en vano a un hombre de más de cuarenta años que comprendiera la revolución. Una generación de edad separa a Fidel de los exiliados cubanos. Por lo tanto, los estudiantes sólo fueron jóvenes entre jóvenes. Sobre todo estamos, una vez más, frente a un mito difícil de destruir. Herbert Mathew,[4]

Detengámonos en el caso venezolano.[5] Los estudiantes de la Universidad de Caracas (25 mil de los 35 mil de todo el país) se encuentran activos desde hace años, desde la caída del dictador Pérez Jiménez y la consolidación inmediata de la democracia que fue, en gran medida, su obra bajo el gobierno provisional del almirante Larrazábal. Luego se convertirían, si no en líderes, sí al menos en los inspiradores de la lucha armada contra Betancourt y Leoni. Ya en 1962, el profesor Humberto Cuenca (fallecido en 1965) escribía: "Todas las universidades del continente deben dar un entrenamiento militar a sus estudiantes [...] para defenderse no sólo con la fuerza de la mente sino también con las armas"[6]

En Brasil el movimiento había, de manera muy reciente (el movimiento de Córdoba no había triunfado en ese país) obtenido éxitos brillantes: en 1963 la huelga de todas las universidades permitió lograr la cogestión; y en 1966 y 1968 las protestas contra la represión en el medio estudiantil llegaron a preocupar al régimen. De hecho, los estudiantes fueron, en cada una de las ocasiones, incapaces de hacer que sus victorias llegaran al plano de la política. El éxito no implica un progreso; el movimiento no llega a movilizar a los estudiantes de modo permanente. Todo lo que hace es aparecer de vez en cuando mediante explosiones de fuerza variable. Una vez más, la fuerza y la debilidad del movimiento se encuentran en su autonomía aislamiento. Lo que le otorga mérito ante los ojos de la opinión pública, y lo que puede arrastrar eventualmente a las multitudes, es el hecho de que aparece como independiente y, en consecuencia, como puro.[7]

Allí donde existe un diálogo político activo, como en Chile, por ejemplo, los estudiantes ya no controlan la marcha de los acontecimientos y la dirección de la política; no pueden más que integrarse a la democracia cristiana o al Frap (Frente de Acción Popular).

En tiempos de Vargas, de Perón, del [Movimiento Nacional Revolucionario] MNR boliviano. En una sociedad en que los grupos de presión son débiles (Bolivia) los estudiantes pueden desempeñar un papel importante, justamente donde el juego político está bloqueado, igual que en Brasil. Sin embargo, en los dos casos su estrecha base social los detiene. Capaces de derrocar al poder no pueden tomarlo; como fue el caso para el gobierno estudiantil de Grau San Martín en Cuba, en 1933, quien se murió incluso antes de que Batista lo reemplazara. Son los ejércitos y no los estudiantes quienes llenan el vacío.

En el origen de la crisis estudiantil mexicana de 1968 está el presidente de la República, que es reincidente: su estrategia consiste en desencadenar un problema latente para ajustar cuentas, lo que permite, al mismo tiempo, desplazar los verdaderos problemas. Las cuentas se ajustaron, pero el aprendiz de brujo le echó la mano al ejército. Lo utilizó de manera imprudente durante dos años, otorgándole un papel político. En la intervención del ejército se dio un salto cuantitativo de quinientos hombres en provincia a diez mil en la capital que se vuelve cualitativo y coloca a México, de hecho, bajo el dominio de los militares.[8]

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