Antropología De méxico
dues12319 de Enero de 2014
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I. La Antropología en México.
El indígena conquistado, durante tres siglos mereció el desprecio del europeo, que salvo honrosísimas excepciones lo consideró primitivo, degenerado, inferior e incluso no humano. Sistemáticamente se destruyeron sus creencias, costumbres, religiones, idioma y cultura material y se le impusieron lengua y civilización ajenas. Al término de la Colonia quedó un país agrario, poco poblado, mineralmente muy explotado y dividido por el racismo hispano. Frente a éste cuadro, en Europa se situaban las capitales del mundo y se enriquecían con el producto del resto de las naciones.
La población mexicana en su mayor parte era indígena y se mantenía en extrema pobreza, comunicándose con vergüenza en sus propias lenguas, manejándose con disimulo por medio de sus viejas maneras. Los primeros gobiernos independientes enfrentaron el hecho de dirigir una nación dividida en castas, que se guardaban recelos entre sí; se carecía del sentimiento de orgullo de ser mexicano.
EI papel que jugaron los historiadores y los arqueólogos, lingüistas, etnólogos y antropólogos físicos pioneros, fue fundamental en la construcción de la patria. Los primeros echaron mano de escritos coloniales: de indígenas, de frailes, cronistas y políticos, escribieron las primeras proposiciones de historia de México, integrando la época prehispánica con datos supuestos, fundamentados en mitos y memoria oral. Los dividieron las dos grandes tendencias políticas que se enfrentaban en la lucha por el poder: los conservadores, tradicionalistas y pro monárquicos; y los liberales, republicanos y progresistas; en ambas corrientes se destacaron preclaros pensadores, pero su interpretación de la historia difería de manera irreconciliable.
Los arqueólogos, diletantes para entonces, exploraron edificios prehispánicos, sacaron planos, dibujos, fotografías, reconstruyeron algunos ángulos, y arreglaron ciertos lugares para visita turística casual; con todo ello comenzaron a rehacer la historia destruida y el comportamiento de la sociedad desaparecida. Unas cuantas zonas arqueológicas se manejaban a fines del siglo XIX: Tajín, Teotihuacán, Mitla, Monte Albán, Isla de Sacrificios, Uxmal, Palenque y Xochicalco. Se veían como curiosidades más que como el fundamento para la reconstrucción de la historia de México.
Los lingüistas, también influenciados por la filología europea, entonces preocupada por la reconstrucción de los parentescos de las lenguas, trazaron mapas de idiomas indígenas; situaron con razón al náhuatl como la lengua franca del mundo nativo, pero reconocieron la importancia de otras, como el zapoteco, el maya-quiché y el otomí, por el número de sus hablantes; había diccionarios desde el siglo XVI, hechos para facilitar la conquista, de modo que en este aspecto la tarea fue menos ardua.
La antropología física tuvo también sus antecedentes en Europa, y por lo mismo nos llegó plena de complejos de superioridad para este continente. Pasaron varias décadas para dejar atrás las marcas de razas subdesarrolladas; tal concepto era necesario para explicar la explotación y el maltrato a los americanos y la esclavitud de los negros.
La independencia se sustentó en ideas burguesas liberales; los insurgentes mostraron su programa a futuro proclamando la igualdad de los hombres y prohibiendo la catalogación por castas y razas. El mundo indígena se vio de pronto legalmente catalogado corno igual al resto de la población mexicana, pero en realidad formó parte poco importante, casi despreciable, del mundo nuevo. La realidad contrastaba los dichos, el liberalismo extremo afectaba, a los indígenas quitándoles sus tierras comunales, aplicándoles de inmediato la competencia inequitativa, lo que los empobreció y en muchos casos hizo desaparecer comunidades nativas enteras, que tuvieron que integrarse a poblaciones mayores por falta de tierras.
En 1825 se publicó el decreto para formar el Museo Nacional Mexicano, por el primer presidente de la República, general Guadalupe Victoria, y se instaló en salas de la Universidad. Después bajo el mandato de Maximiliano, cobró importancia, se le dio un local digno y amplio, y se inauguró en 1865, con el nombre de Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, y en él se agruparon los biólogos, historiadores, arqueólogos y lingüistas de entonces.
A lo largo del porfiriato se adoptó cormo ideología científica al positivismo, la verdad rigurosamente comprobada y aplicada al desarrollo de la sociedad; así, el Museo tuvo un auge inesperado debido; al grupo de los científicos positivistas, que se dedicaron, desde el principio, al conocimiento de las poblaciones indígenas. a la reconstrucción de una historia prehispánica veraz y a la definición clara de lo que era el mexicano, contribuyendo en consecuencia a la formación del sentimiento nacionalista por medio de sus exposiciones, trabajos y difusión. Contribución
Preclaros científicos se destacaron en esas décadas el conocimiento de la institución se hizo mundial, y la inquietud por las ideas correctas acerca de México y su historia se hicieron exigentes. Después de sufrir heroicamente dos ocupaciones extranjeras y superarlas; de reacomodar gobiernos; de perder la mitad del territorio y enfrentar una nueva organización social con las Leyes de Reforma, la nación se consolidó.
En cuanto a las ciencias antropológicas, la arqueología avanzó en la exploración, consolidación y apertura de varias zonas, destacando Teotihuacán, el que aportó muchos datos para el conocimiento de nuestra historia antigua.
Las exposiciones internacionales que se realizaron en Europa y en Estados Unidos presentaron ejemplares artesanales mexicanos inspirados en motivos prehispánicos que cada vez se hacían mayor orgullo. Las excavaciones en la isla de Sacrificios y en algunos puntos de la costa del golfo y de la zona maya, hicieron famoso a México en el extranjero. Se empezaron las primeras tentativas de ley de protección a los objetos prehispánicos y se formó una Dirección que estimulaba y protegía las zonas arqueológicas.
El Museo organizó una escuela para enseñar las ciencias antropológicas de la época. A fines del porfiriato la dirigieron antropólogos alemanes y norteamericanos, imponiendo los métodos difusionista y culturalista a sus discípulos. En 1911 se inauguró la Escuela internacional de Arqueología y Etnología Americanas, que recibió becarios nacionales y extranjeros y se enfocó a los estudios de las lenguas indígenas, de la arqueología, los códices, la historia antigua de México y la antropología física. Las publicaciones del Museo, desde 1867 se dispersaron por el mundo, haciéndose famoso los Anales, el Boletín y las obras de Sahagún y de Durán.
La antropología física se interesaba por los biotipos humanos, y medía los restos óseos del indio muerto y las carnes del indio vivo, tratando de caracterizarlo en un mundo que cada vez era más mestizo. La lingüística aumento diccionarios e hizo cuadros comparativos y mapas de lenguas indígenas. La etnohistoria surgió con los investigadores alemanes que llegaron a la escuela y que trabajaban con el método de interpretación histórica de la difusión cultural.
México era un país sin industria, seguía siendo agrario y estaba mal comunicado. Las relaciones del gobierno con el pueblo no existían. Toda inconformidad popular fue sofocada con las armas en el último cuarto del siglo XIX. La ignorancia y la pobreza fueron las características de los habitantes de la nación y entre ellos, los indios, eran los más pobres y menos preparados.
Los primeros años del siglo XX nos muestran una antropología contrastada con la realidad, porque la ciencia buscaba el conocimiento y la reivindicación de los grupos indígenas, mientras que la élite en el poder procuraba seguirlas sometiendo y consideraba que el mejor indio era el indio muerto. La inconformidad del campesino llevó a México a un movimiento armado en 1910, por el desprecio y el descuido con los que el gobierno trataba a la población que vivía de la producción agrícola.
Al triunfo de la Revolución siguió un reacomodo en los núcleos intelectuales dirigentes. El positivismo se radicalizó hacia la izquierda sin que fuera realmente un socialismo marxista. Las ciencias y las artes reconocieron los orígenes mexicanos y los identificaron con el indio vivo.
México cambió la mirada que tenía puesta en Europa, por la búsqueda de sus orígenes.
La antropología fue parte del cambio, sus representantes fundamentaron las nuevas tendencias políticas y filosóficas. El México antiguo y el indio moderno fueron los motivos centrales de su interés.
Manuel Gamio, producto de la vieja escuela del Museo, aplicó por primera vez ideas interdisciplinarias en los trabajos de Teotihuacán, logrando materializar la política indigenista oficial: la integración de los grupos indígenas a la vida racional respetando sus peculiaridades. Este provecto tuvo el inconveniente de no definir con claridad que debería entenderse por integración y por peculiaridades, de modo que décadas después de Gamio se practicó el apoyo a las comunidades rurales condicionado a que aprendieran el español y fueran mestizos culturales, en tanto que sus peculiaridades se entendieron como rarezas o rituales.
Gamio también aplico por primera vez el sistema interdisciplinario en las ciencias sociales, y en Teotihuacán mismo obtuvo excelentes resultados entregando al mundo una nueva forma de hacer antropología: investigar y concluir sobre la arqueología, la historia antigua, la historia contemporánea y los problemas etnológicos de un lugar, exhibirlos en museo, y publicarlos y presentarlos
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