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Arte Del Romanticismo En España


Enviado por   •  8 de Mayo de 2013  •  1.369 Palabras (6 Páginas)  •  326 Visitas

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Arte del Romanticismo en España.

A diferencia del carácter progresista y radical que la corriente romántica adquiere en países como Francia, Inglaterra o Alemania, en España se presenta con un notable retraso y unas peculiaridades propias.

Resulta difícil delimitar su ámbito cronológico, al pervivir hasta bien entrado el siglo XIX las formas académicas y neoclásicas, al menos durante el período fernandino y parte de la regencia de María Cristina, siendo el reinado de Isabel II el momento romántico por excelencia, aunque la estética y muchos de sus postulados perduraron hasta la Restauración. Por otro lado, la industrialización y el afianzamiento de la burguesía, pilares que sustentaron las directrices ideológicas y visuales del arte romántico, apenas tuvieron fuerza en la España de los dos primeros tercios del siglo. La debilidad de la clase media, la pervivencia de regímenes ligados al absolutismo dieciochesco con posturas reaccionarias y la pobreza de los efímeros momentos revolucionarios dieron lugar a los tres rasgos esenciales del romanticismo hispano, como ha estudiado Javier Hernando: el conservadurismo, la moderación y el eclecticismo, rasgos que enlazan claramente con la política decimonónica dominante. Aunque los más tempranos episodios que marcan el comienzo de una afirmación romántica se sitúan en los debates literarios de los primeros decenios, hay que recordar una serie de precedentes o atisbos renovadores en las últimas décadas del siglo XVIII, coincidentes con la crisis del lenguaje artístico de la Ilustración. Así figuras como Antonio Ponz, J.E Cean Bermúdez o M.G. de Jovellanos representan los primeros acercamientos a la cultura medieval con una tímida valoración hacia el gótico y hacia los monumentos arquitectónicos del pasado histórico.

También una nueva concepción en la plástica y en la temática de la obra gráfica y de las pinturas de Francisco de Goya se alejan de las normas académicas y se introducen de lleno dentro de los límites del romanticismo. Pero fue la fiebre periodística y la eclosión de publicaciones de folletos y artículos durante la segunda década del siglo, la vía por donde se introdujeron las primeras formulaciones y debates del pensamiento romántico, claras proyecciones de las influencias extranjeras. Revistas con muy corta vida, como El Europeo, El Artista o El Liceo Artístico y Literario, junto con los dibujantes y grabadores de la ilustración gráfica, divulgaron a finales del reinado de Fernando VII una serie de valores y categorías que, sin llegar al radicalismo francés, sistematizaron la imagen romántica de lo sublime, lo pintoresco o la historia medieval. Sin duda, fue El Artista, en principio con ideología liberal y progresista, la publicación que consiguió una mayor difusión de las formulaciones e imágenes románticas. No obstante, se trata de una imagen que tuvo que convivir con las formas académicas y con el lenguaje neoclásico, una coexistencia bien apreciable en la arquitectura y en la escultura, las facetas artísticas donde mejor se comprueba el rasgo conservador. Bajo la influencia de Juan de Villanueva y de los controles y cánones impuestos por la Academia, actuaron los arquitectos del primer cuarto del siglo, como Silvestre Pérez (1767-1825), Isidro González Velázquez (1765-1829) o Antonio López Aguado (1764-1831), activos en la España napoleónica y fernandina y en la que, tras la Guerra de la Independencia, se produjo una imperiosa necesidad reconstructiva. Junto a las intervenciones urbanas, muchas de ellas consecuencia de las desamortizaciones, y la edificación de una arquitectura eminentemente pública y administrativa, como plazas, ayuntamientos o consejos, sobresalen, en especial durante el período isabelino, las demandas de una serie de tipologías ligadas a las necesidades de la creciente burguesía, como los teatros o las nuevas viviendas urbanas.

La creación, en 1848, de la Escuela de Arquitectura ayudó a la renovación de los planteamientos tradicionales, ya que supuso no sólo una independencia de la anticuada Academia, sino también una mayor libertad creativa que se tradujo en los cambios pedagógicos de la enseñanza de la disciplina, la defensa de las ideas del progreso, la diversificación de las referencias históricas y la orientación de los estudios a través de la interpretación de los estilos. En Madrid Martín López Aguado (1796-1866), arquitecto del Palacio de la Alameda de Osuna, o Narciso Pascual y Colomer (1808-1870), este último responsable del edificio

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