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Arte Paleocristiano Según Las Tres Miradas De Argullol


Enviado por   •  29 de Abril de 2015  •  1.785 Palabras (8 Páginas)  •  153 Visitas

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1er mirada Belleza

La belleza del alma

La concepción de un mundo naturalista y monista de origen totalmente griego se invierte con la cristalización del cristianismo como religión hegemónica: el naturalismo cede al sobrenaturalismo, el monismo al dualismo, el antropocentrismo al teocentrismo. El hombre deja de considerarse el centro de la realidad y se somete a la centralidad de Dios. El cristianismo surge y desarrolla sus primeros pasos en este ambiente de simbiosis civilizatoria. Palestina es una prueba patente: un poder político romano, un sistema religioso hebraico, una cultura helenística. La lengua griega es el principal idioma de comunicación intelectual y, consiguientemente, los Evangelios están escritos en esta lengua. El cristianismo absorbe, en su doctrina, la figura de la deidad bíblica y elementos fundamentales de las creencias hebraicas como son el monoteísmo, la superioridad abismal de Dios respecto a los hombres y la idea de la redención, pero también nociones propias del espiritualismo helenístico y, en especial, la dualidad cuerpo-alma y su consecuencia estética más determinante: la superioridad de la belleza del alma en el camino hacia Dios.

La mirada interior

El cristianismo asume plenamente una concepción metafísica del mundo que lleva consigo el desprecio de la vertiente sensitiva de este y la supremacía absoluta de la esfera espiritual. Ello conlleva a una conciencia estética completamente nueva. Un pensador llamado Plotino dice que para él las almas son emanaciones del Uno (expresión con que califica a la divinidad), hacia el que tienden si superan la resistencia carcelaria de los cuerpos. La antítesis es total: la materia es tiniebla, mientras el espíritu es la luz. El hombre debe rechazar la mirada exterior, sensitiva, para buscar la mirada interior, “los ojos del alma”. Si efectivamente logran realizar esto, concentrándose en sí mismo, entra en un proceso de purificación cuyo momento culminante, en el éxtasis, es el contacto con lo divino. La deducción estética es inmediata: la mirada interior y, por tanto, la representación artística deben servir al buen éxito de la mirada interior. El objeto representado no tiene valor en sí mismo, como móvil de placer estético, sino únicamente en la posibilidad de que conmocione al espíritu, provocando en el hombre el abandono de sí mismo y la contemplación divina. Estas tesis fueron adoptadas por San Agustín y se convirtieron en uno de los fundamentos de la estética cristiana. San Agustín, desdeño la representación figurativa y, aunque no la negó, considero la música como el arte más idóneo a los fines cristianos. El arte había dejado de ser expresión de belleza sensible para convertirse en un medio hacia la belleza espiritual.

Mística y metafísica

El modo representativo proporcionado por el cristianismo suscita un retorno al simbolismo que guarda relación con la estética de lo sagrado propia de las civilizaciones arcaicas. Como estas, genera también un arte sacro. Su motivación es conmover al espíritu para elevarlo hacia Dios. No busca agradar, sino sugerir a través de la forma. En el arte paleocristiano, tras un primer momento en el que persiste el posclasicismo romano, se efectúa un retorno al estilo antinaturalista. La representación figurativa tiende a la simplificación, la estilización o la abstracción. Pintores y escultores renuncian a la profundización y a la perspectiva. Frente a los cánones clásicos inspirados estrictamente en el modelo de la realidad y muy rigurosos en la exacta apreciación de las medidas del cuerpo humano, se asiste ahora a un tratamiento arbitrario de las proporciones. Las formas se tornan planas e incorpóreas. El arte paleocristiano busca la solemnidad y el hieratismo.de ahí que recupere de manera general la regla de frontalidad, con todo lo que esta lleva consigo: un efecto de inmovilidad, de perpetuación de eternidad. Los rasgos faciales se hacen rígidos, anónimos e inexpresivos. La antiindividualizacion, norma relevante de toda estética de lo sagrado, evidencia la sujeción del hombre a una esfera superior. Los hombres, como seres individuales con entidad propia, apenas tienen lugar en el arte primitivo cristiano. Lo que tiene importancia en este tiempo son las figuras como símbolos evocadores. De ahí que sea un arte casi exclusivamente dedicado a resaltar a los grandes protagonistas de la religión cristiana. En el arte paleocristiano la forma representada es, principalmente, un recuerdo y un reclamo de la fe. Por eso la estética cristiana no busca una visión individual sino una intuición a Dios.

2da mirada Motivo del arte

Frente al carácter centrípeto del hebraísmo, el cristianismo desarrolla un proceso expansivo y cosmopolita. La diferencia histórica y cultural es, desde el primer momento, fundamental. El cristianismo adopta el núcleo central del sistema mítico-religioso hebraico, el Dios único y la necesidad de redención, pero también elementos doctrinales cualitativamente nuevos. La encarnación divina en su fundador y el hecho de que este, como redentor, posibilite la redención de sus seguidores, marca el rumbo centrifugo del movimiento cristiano que, en gran manera, se impregna del universalismo del mundo romano-helenístico en el que nace. Desde el punto de vista estético estas condiciones son significativas: Cristo, en cuanto humanización de la divinidad, posibilita una imagen corpórea, y facilita, por tanto, aquella representación plástica negada por el hebraísmo; el contacto del cristianismo con la civilización grecorromana lo obliga a confrontarse con esta y a absorber muchos de sus componentes culturales y artísticos; por fin, la impronta proselitista de la religión cristiana redunda en una exigencia de materializar y ampliar su presencia que alimenta las realizaciones constructivas y artísticas.

Forma y función

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