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Batalla De Zacoalco

josebv4 de Marzo de 2014

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E X P L O T A C I Ó N L A B O R A L .

En Zacoalco, a principios del siglo XIX, la base trabajadora la integraban en su gran mayoría los naturales, quienes sólo compartían entre sí, la extrema miseria en la que vivían, poseedores de una abnegación dolorosa, pues desde la llegada de los primeros encomenderos españoles, quienes con lujo de violencia los sojuzgaron, vejaron y explotaron por más de quinientos años, sin que los indígenas opusieran ningún tipo de resistencia.

Desde fines del siglo XVIII, el aumento de la riqueza había beneficiado únicamente a los españoles y a los criollos y, había puesto de manifiesto los grandes contrastes sociales. En el campo la expansión de las haciendas a costa de las expropiaciones de

Tierras a las comunidades indígenas, incrementó la desocupación y favoreció el aumento del número de peones para los grandes latifundios, cuyos dueños ni siquiera residían en Zacoalco, ellos vivían en la ciudad de Guadalajara, rodeados de lujos y riquezas, mientras los naturales se mataban trabajando de sol a sol, al arbitrio indiscriminado de los administradores, que maltrataban a los naturales, aunque ellos se esforzaran por hacer bien el trabajo.

Al mismo tiempo los precios del maíz y del frijol, alimentos básicos de pueblo indígena, aumentaban constantemente, pero los salarios de los peones se mantenían siempre rezagados, sin incremento; además todos los naturales tenían o obligación de pagar un impuesto “per cápita” a la Corona española y estaban sujetos a leyes que injustamente los consideraban como a menores de edad.

No podían por ejemplo, firmar escrituras públicas por más de cinco duros, ni vender libremente su trabajo. Los indígenas que vivían en Zacoalco, formaban en realidad un grupo social aislado que los condenaba de por vida a un estado de “minoría de edad” humillados, explotados laboralmente y vejados, en la indigencia y la miseria y despreciados por las demás clases sociales. Sobre todas sus miserias, los naturales estaban amenazados por el peor azote: el hambre.

D E S P O J O D E L A S T I E R R A S D E C U L T I V O .

Desde el año de 1601, los indios principales de Zacoalco, se movilizaron para elevar un pleito contra Don Diego de Porras, vecino de Guadalajara. Quien les había usurpado sus tierras de cultivo, mismas que habían heredado de sus ancestros. De nada sirvió que los naturales argumentaran que sus tierras eran patrimoniales, desde tiempos inmemoriales. Ellos alegaron el derecho de posesión, por tradición como el derecho que daba el uso de las mismas. Hablando en defensa propia, sostuvieron que la tierra la habían.

“poseído, sembrado y beneficiado… y que aunque

Los despoblaron y mudaron a este pueblo de Zacoalco

No por eso perdieron la propiedad y señoría de dichas

Tierras… “

En 1671 el fallo de posesión de tierras, favoreció a los hacendados, y era necesaria la devolución de las tierras, puesto que la población de los indígenas se había incrementado.

Los recursos técnicos, propios de la época y las formas primitivas de cultivo, empleadas por los naturales, al igual que la calidad de las tierras, normalmente poco fértiles, y los temporales que no les favorecían en la obtención de cosechas suficientes para su manutención diaria, son las características que ayudan a configurar el cuadro, de hambre, hacinamiento, miseria extrema y desesperación en que se encontraban los pobladores de Zacoalco, en su mayoría, indígenas y unos cuantos mestizos que sufrían en carne propia la discriminación y la explotación laboral ejercida indiscriminadamente por los criollos y los españoles a principios del siglo XIX, y constituyen unas de las cusas mas relevantes por las cuales podemos afirmar que sin dudarlo, la mayoría de los naturales apoyaron las ideas libertarias que les plantearon sus “principales”, movidos prioritariamente por el anhelo de mejorar sus condiciones de vida y de trabajo y sacudirse de una vez por todas el oprobio del poder español.

E L C A U D I L L O.

Joseph Antonio Torres, nació el 2 de noviembre de 1755, en Monte Redondo, jurisdicción de Frías actualmente, pero en el siglo XVIII, pertenecía a San Pedro Piedra Gorda, hoy Cd. Manuel Doblado, Gto. Desde muy pequeño quedó huérfano, por lo que sufrió las fatigas agotadoras del trabajo en el campo y compartió las injustas condiciones sociales de la cruel e inhumana explotación española.

Desde su adolescencia y para sobrevivir, encontró trabajo entre un grupo de arrieros que conducían unas recuas de mulas, que pasaban por esta región. En sus correrías, sonde más tiempo anduvo, fue por las regiones de Michoacán y Nueva Galicia, donde conoció e hizo amistad con mucha gente que luego constituyeron una valiosa ayuda durante su gesta libertaria.

De acuerdo a su acta de matrimonio se casó el 30 de enero de 1788, con Doña Manuela Venegas, española, con la que engendró cinco hijos: tres varones y dos mujeres; de ellos: José Antonio y José Manuel, se le unieron en su lucha por la Independencia.

Se le ha identificado como un mestizo de mediana estatura y finas facciones. En el año de 1810, se ausentó de san Pedro Piedra Gorda, y pasó a ser administrador de la Hacienda de Atotonilquillo, razón por la cual fue conocido cariñosamente como “El Amo Torres” debido al buen trato que les daba a los naturales que trabajaban en la hacienda.

Nunca tuvo cultura, ni educación, pero sí cierto talento, cierta habilidad natural en el manejo de armas y doma de caballos; además un férreo carácter para soportar cualquier inclemencia del tiempo; buena organización guerrillera; don de mando para con sus subordinados, simpatía, honradez, y firmeza en sus órdenes.

J. Jesús Anaya Topete, afirma que conocía bien la Nueva Galicia, por haber transitado innumerables ocasiones por todas estas regiones, aunque el hecho de haberse dedicado a la arriería, fue la causa del relevante lugar que ocupó en su ejército el zacoalquense: José Mará Anguiano, desde antes de venir a esta región, más la amistad y confianza con Pedro Rosas, coincidentemente conocido como: “El Arrierote”, igualmente originario de Zacoalco, nos induce a reflexionar en la posibilidad de que El Amo Torres, haya vivido algún tiempo aquí y gracias a ese conocimiento de esta región, Hidalgo le haya confiado su conquista y rebelión. Al levantarse en armas dejó parte de su familia al cuidado de su esposa, incorporando a la insurgencia a sus hijos: José Antonio y José Manuel.

No se encuentran más referencias del hombre, que en la oscuridad de una vida simple y, entregado al trabajo de arriero, llegó a ser jefe de un ejército que se distinguió en la lucha por la Independencia en Jalisco, haciendo notar su nombre y el de los naturales de Zacoalco por todo el país.

La noticia del Grito de Dolores y el levantamiento en armas por parte de Hidalgo le entusiasmó sobremanera. Algo dentro de su alma y dentro de su mente y que nunca estuvo de acuerdo con la dominación y la opresión española, lo incitaba a contagiar a sus amigos de sus ideas libertarias.

En base a estos hechos, las conciencias adormiladas de los naturales, se despertaron en todas partes; surgieron miles de simpatizantes a la causa y en los últimos días del mes de septiembre de 1810, cuando Hidalgo se dirigía rumbo a la ciudad de Guanajuato, en las cercanías de Irapuato, se presentó “El Amo Torres”, quién ya lidereaba una guerrilla y ofreció unirse al Padres de la Patria, acción con lo que contribuyó a la toma de la Alhóndiga de Granaditas.

El cuatro de octubre, se presentó nuevamente ante Hidalgo y le pidió autorización para ir a La Nueva Galicia y tomar para la causa insurgente, la ciudad de Guadalajara; Don Miguel Hidalgo, aceptó la ayuda, pero en ese preciso instante, en que por escrito lo nombraba Coronel, llegó el ex Alférez Real de Guanajuato, el Licenciado Fernando Pérez Marañón, que ahora ya se había unido a las tropas de la insurgencia, quien le hizo notar a Hidalgo que era muy arriesgado e insensato, confiar a un hombre rústico y labriego, para encomendarle la toma de Guadalajara, que es una responsabilidad tan delicada, esa causa debía ser encomendada a alguien de prestigio y de gran capacidad militar.

Hidalgo estuvo de acuerdo, y en ese momento intentó nombrar al propio Licenciado Fernando Pérez Marañón, mismo que inmediatamente se excusó, exponiendo varias razones poderosas por las cuales no podía aceptar el nombramiento, pero Hidalgo le insistía en forma tenaz, y el ex Alférez se negó definitivamente, a lo que el Padre de la Patria expresó: “Hallándome tan comprometido y con mi vida en peligro, me veo en la necesidad de valerme de todos los que se presenten a ayudarme, sean los que fueren, pues estos son los que me importan y no los que me censuran…” y de esa manera El Amo Torres, se fue presuroso a cumplir con su cometido.

Después de recibir la comisión, José Antonio Torres, se fue a su pueblo natal en donde comenzó a reorganizarse, invitando a gente, principalmente a los trabajadores de las haciendas agrícolas, de los cuales la gran mayoría eran indígenas; sólo algunos mestizos, logrando reunir cuatrocientos

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