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Bleguer: Psicologia Y Conducta

roomiii6 de Mayo de 2014

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CAPÍTULO XVII

EL PSICÓLOGO Y LAS ESCUELAS DE PSICOLOGÍA

1. EL PSICÓLOGO

El psicólogo es un técnico que trabaja en un campo específico de la psicología o, mejor dicho, es el que trabaja sistemáticamente con la psicología en cualquier campo de la actividad humana. Ser psicólogo es ejercer el oficio de la psicología. Con esto queremos significar, entre otras cosas, que no se es psicólogo con la información teórica o la versación bibliográfica, sino con la aplicación del conocimiento a una tarea que, a su vez, enriquece, confirma o rectifica el conocimiento. Conocer implica, necesariamente, la aplicación del conocimiento. Teoría y prác-tica son dos momentos de un solo proceso en permanente interjuego e interacción dialéctica, de tal manera que desarrollan entre sí todas las posibilidades de la contradicción y la síntesis dialéctica.

Las contradicciones entre teoría y práctica constituyen todavía un hecho común en psicología; nos referimos a las contradicciones que permanecen estereotipadas, que no se dinamizan, que no hacen eclo¬sión y que, por lo tanto, no tienden a ninguna resolución. Peor aún, toda solución o adelanto intentado por otros es vivido como un ataque o movilización de la estructura realmente neurótica, de inmovilización y estereotipia. A veces se llama a sí mismo psicólogo, aquel que critica y rechaza todas las psicologías; o aquel que espera que algún día se re¬suelvan los problemas de la psicología. De la actitud de los psicólogos frente a la psicología se puede realizar un estudio, que se va haciendo indispensable, sobre la psicología y psicopatología del psicólogo y de la investigación psicológica.

El psicólogo debe tender a una insensible continuidad entre su quehacer como oficio y su experiencia como ser humano, por el mero hecho de vivir. Esto, que es tan difícil de conseguir, resguarda el disociar y separar la psicología de la vida concreta de los seres humanos, que es el objeto de estudio.

El psicólogo enfrenta problemas muy peculiares en su tarea frente al objeto de estudio, junto con otros que son comunes a todo campo científico. El ser humano a quien tenemos que estudiar es muy seme¬jante a nosotros, y estudiando al otro nos estudiamos e investigamos, en cierta medida, nosotros mismos. Este hecho hace más intensas y agudas las ansiedades que crea todo campo de trabajo y toda investigación. Por otra parte, el instrumento con el que trabaja el psicólogo es su propia personalidad. El contacto directo, personal, con el objeto de estudio es condición impostergable de la tarea psicológica. Y —en psicología- el objeto de estudio son siempre seres humanos.

Investigar implica siempre enfrentarse con lo desconocido e —in¬clusive— desconocer, extrañar lo que conocemos o lo que creíamos ya conocer; es decir, problematizar y crear ansiedades. La investigación implica siempre la necesidad y posibilidad de tolerar un cierto cuantum de ansiedad en el campo de trabajo, que actúa como un incentivo de la tarea, pero cuando dicha ansiedad sobrepasa un cierto límite se constituye en un obstáculo para el conocimiento.

Con todo esto señalamos la necesidad de integrar no solamente teoría y práctica, sino que esta integración, que es la base de la tarea del psicólogo, no puede realizarse si no se investiga siempre lo que se hace y cómo se lo hace, mientras se lo está haciendo.

Las ansiedades en el campo de trabajo del psicólogo son mucho más intensas que en cualquier otro campo científico. Y ello explica, en parte, el que las ciencias del hombre se hallen en retraso con respecto a las ciencias de la naturaleza. La psicología problematiza indefectiblemente situaciones personales y —sin esto— no hay psicología, pero si la ansiedad resulta exagerada, también se perturba el aprendizaje, la aplicación y la investigación.

Por todo ello, las distintas formas de evasión son muy comunes en los psicólogos, tanto como las distintas formas de racionalizar dichas eva¬siones. El bloqueo frente al objeto de conocimiento es también un hecho muy frecuente, al que se agregan —como defensas— la estereotipia y el dogmatismo. No se olvide que las ideologías y teorías científicas refle¬jan un cierto grado de la realidad pero, además, son conductas y —por lo tanto— manifestaciones con las que se elaboran tensiones y ansieda¬des a las cuáles el sujeto se opone (aunque sea psicólogo), porque le implica movilizar conflictos. En todo este proceso, un recurso frecuente es el de evadirse del contacto directo con el objeto de estudio, recu¬rriendo a instrumentos y técnicas auxiliares, distorsionándolos; el ins¬trumento o la técnica dejan, con frecuencia, de ser un medio auxiliar para convertirse en el objeto que tiene que estudiar el psicólogo. Por ejemplo, el psicólogo en estos casos ya no estudia los seres humanos con un test, sino que pasa a estudiar e investigar el test mismo mientras los seres humanos pasan a constituir un medio (de estudiar el test), y lo que tiene que ser parte de su tarea se convierte en lo fundamental, desplazando la relación directa y personal con el hombre. Especial-mente los tests se han convertido con gran frecuencia en medios de transacción que permiten evadirse de la psicología, en una evasión a medias.

El psicólogo debe trabajar con un cierto grado de disociación: en parte identificado proyectivamente con el objeto de estudio y en parte fuera, observando lo que ocurre. Esta disociación debe a su vez ser dinámica y no estereotipada, tiene que establecerse y ser mantenida con una distancia óptima.

El trabajo en equipo o el trabajo grupal es una exigencia básica para el psicólogo, porque resulta más fácil cualquier u distorsión de su tarea cuanto más trabaje en forma individual y aislada. Esto último es lo que ha pasado hasta ahora, en gran medida, porque el aislamiento era lo único en que podía confiar el psicólogo, para no ver lesionado su narcisismo al tomar conciencia de sus limitaciones teóricas vio prácticas.

2. TRABAJO DE CAMPO

El psicólogo no solo debe tener un campo de trabajo, sino que ade¬más tiene que hacer trabajo de campo; es la exigencia fundamental para integrar teoría y práctica y superar las situaciones en las que es distinta la gente que realiza las observaciones de la que teoriza sobre las mismas, o —inclusive— que se observe y opere con un fenómeno mientras se teoriza sobre otros. Esto no implica la prohibición de espe¬cular, pero obliga a que se tenga en cuenta cuándo se está especulando sobre hechos directos y cuándo se ha perdido el contacto con los mismos. Hay que tener siempre la posibilidad de distinguir entre hipótesis, teo¬rías y opiniones.

El trabajo de campo surge como exigencia contra la especulación vacía, es decir, no apoyada en hechos concretos y reales o directamente recogidos. El trabajo de campo es la tarea que tiene que desarrollar per¬sonalmente el investigador, en el campo de trabajo y en relación con .los hechos o fenómenos que se estudian, recogiendo los datos mediante su participación directa.

No basta estar o concurrir al sitio o al campo de trabajo, sino que, como hemos dicho, se requiere que se haga trabajo de campo. Inclusive, es deseable también para el dedicado a la psicología filosófica que rea¬lice intensivamente un trabajo de campo.

La exigencia de trabajo de campo no es solamente un mejor con¬trol de los datos con los que tiene que trabajar el psicólogo, sino que es la condición para superar antinomias, para ir ya trabajando con los datos mientras son recogidos, y esto ya repercute sobre la forma más adecuada de recogerlos; de esta manera, el trabajo de campo se puede transformar en una verdadera indagación operativa, en la que coinciden en gran medida la investigación con la aplicación, la teoría y la práctica. En este sentido, la técnica psicoanalítica es un procedimiento privile¬giado, en el que no se puede llenar el objetivo (terapéutico en ese caso), si no se investiga al mismo tiempo: solo se logra lo propuesto (curar) investigando y aplicando los resultados de dicha investigación.

3. ¿CUÁNTAS PSICOLOGÍAS?

Tenemos evidentemente derecho a preguntar si la psicología es una ciencia, o si hay muchas psicologías, cada una de las cuales es —por se-parado— una ciencia en sí misma. Con frecuencia, la exposición y las polémicas lo pueden hacer creer así. Estamos todavía frente a una frag¬mentación y dispersión del conocimiento psicológico, una verdadera división esquizoide, una enfermedad infantil de la psicología por la que —por otra parte— han pasado o están pasando todas las disciplinas científicas; la matemática, por ejemplo, solo se inicia en el siglo XIX, hasta entonces fueron "las matemáticas".

Las corrientes o escuelas psicológicas son presentadas exclusiva-mente como contradictorias, solo en los aspectos en que las mismas se oponen; pero falta, sin duda, considerar que la contradicción no excluye la unidad y que tampoco es un índice decisivo, por sí misma, de incom¬patibilidad. Aquí, otra vez, operamos con la fragmentación y disocia¬ción metafísica, o bien aplicamos el materialismo dialéctico reconstru¬yendo el proceso de donde han derivado todas las posiciones. El pano¬rama de la psicología contemporánea es altamente promisorio, y la crisis de las escuelas y los métodos, la consiguiente fragmentación y dispersión, es una crisis de desarrollo, totalmente positiva. De otro modo, sería como quejarse de la crisis de la adolescencia, o desear que no haya tenido lugar, cuando ella es la condición indispensable del desa¬rrollo, integración y madurez.

De cada innovación o descubrimiento

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