Psicologia De La Conducta (bleger)
kleinrocio23 de Julio de 2013
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Capítulo I La psicología y el ser
humano
1. Enfoque de la psicología
Es muy difícil poder precisar en una definición escueta lo que es la psicología, tanto como lo es delimitar exactamente el objeto de cualquier ciencia. Las definiciones se incluyen siempre al comienzo de los libros y sólo se comprenden al final, cuando ya se tiene una perspectiva total de la materia. En un intento de resolver o eludir la estrechez de las definiciones, se ha dicho de otro campo científico (la sociología), que ella es lo que hacen los sociólogos. Si trasplantamos esta fórmula a la psicología, no adelantamos nada, porque además de constituir un truismo o una tautología, las disciplinas psicológicas no tienen todavía tan plenamente ganado un terreno, como actividad práctica u oficio, como lo tiene el sociólogo; en la sociología, según lo describieron distintos autores, la prác- tica precedió a la sistematización teórica y se inicia como una paraciencia, mientras que en la psicología la teoría y la especulación filosófica prece- dieron a la práctica y aun en gran medida, todavía ahora, la remplazan; como lo dice Boring, la psicología vino primero, los psicólogos vinieron más tarde. La psicología llega muy tarde a estructurarse como campo científico. Como todas las ciencias, se separa muy gradualmente de la filosofía, aun- que conservando con ella muy estrechos lazos. El término psicología data del siglo XVI, pero aún en el siglo XVIII era muy raro su empleo; adop- tado por Kant, se difundió posteriormente. Comte no la incluyó de manera especial en su clasificación de las ciencias, y aún en la actualidad tiene que enfrentar muchas resistencias y desconfianzas; tanto la idealización como el desprecio representan verdaderas trabas en su desarrollo. El conocimiento científico incrementa nuestro poder real sobre las cosas, pero aminora y lesiona nuestra fantasía y nuestra omnipotencia mágica. Freud señaló que tres son los descubrimientos que más han lesio- nado nuestro narcisismo: el de que nuestro planeta no es el centro del universo, sino uno de los tantos, entre los que no ocupa ningún puesto de privilegio; en segundo lugar, el de que no somos los reyes de la creación,
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sino productos de la evolución de las especies animales; y en tercer lugar, en orden cronológico, el de que no somos seres íntegramente racionales, sino que buena parte de nuestra conducta es desconocida, en sus moti- vaciones, por nosotros mismos. El estudio de las cosas del cielo y de la tierra no se ha hecho sin esfuerzos ni sin ansiedades, pero éstos se poten- cian en el caso de estudiarse el ser humano a sí mismo. Por ello, las ciencias del hombre llegan tarde y se hallan aún en período formativo. Las ciencias naturales han tenido, en su tiempo, que vencer también fuertes resistencias, similares a las que se presentan en la actualidad para el caso de las ciencias del hombre, especialmente la psicología y la socio- logía. Pero también esta resistencia es tanto mayor cuanto más se acerca e incluye al propio ser humano; la física y la química, como observa Fenichel, vencieron la resistencia antes que la biología, y ésta, antes que la anatomía y la fisiología. Estas, a su vez, antes que la psicología. No está muy lejano el tiempo en que al anatomista y al patólogo les estaba prohibida muy severamente la disección de los cadáveres. Seguramente que este desarrollo no tiene exclusivamente sus causas en la evolución de las resistencias psicológicas ni en un puro progreso en el dominio de las ideas, pero no es menos cierto que esta resistencia actúa en algunos momentos, en forma independiente y muy intensa. El desarrollo de la ciencia se halla muy vinculado al desarrollo de la sociedad humana y a la de sus necesidades técnicas o, en otros términos, a la necesidad de supervivencia de la especie. Hasta ahora, todo progreso científico ha propulsado los factores de cambio social que, por supuesto, entran en pugna con todas las fuerzas sociales que tienden a la preservación de una con- figuración social dada. De esta manera, los avances y retrocesos cientí- ficos y filosóficos se hallan ligados a complejos procesos históricos de intereses de clases en conflicto.
2. La psicología y su objeto de estudio
Ateniéndonos exclusivamente al hombre, y según todo lo que llevamos expuesto hasta aquí, podemos decir que la psicología estudia los seres humanos, pero que indudablemente con esto no queda configurado ni delimitado con exactitud su campo de operación, porque muchas otras ciencias se ocupan del hombre y lo enfocan como objeto de estudio (historia, antropología, filosofía, sociología, etcétera). Si, de acuerdo con esto, la psicología tiene un objeto de estudio en común con muchas otras disciplinas, la identidad de cada una de éstas y la respectiva delimitación de las mismas sólo puede hacerse a través
de dos caminos: considerar que cada una de ellas toma una parte del objeto para su estudio, o bien que cada una de ellas enfoca de una manera exclusiva y privativa el mismo fenómeno, enfoque exclusivo que corres- ponde a un grupo, clase o nivel de las cualidades del objeto. Creemos que __en términos generales- el primer criterio ha privado en la historia de la psicología, mientras que el segundo es el que desarrollaremos aquí y que no debe ser confundido con la posición que explica y admite solamente la existencia de "puntos de vista" distintos para el mismo suceso o cualidad. Entre las disciplinas científicas, se puede reconocer un grupo que se caracteriza por tener un objeto propio de estudio, que le pertenece en tota- lidad: los seres vivos son estudiados por la biología y los astros por la astronomía; otro grupo recibe su denominación y se configura, o se confi- guró inicialmente, por el empleo de un instrumento de investigación: microbiología, espectroscopia, ultramicroscopía, etcétera. Otro grupo de ciencias estudia aspectos distintos de un mismo objeto: la química y la física estudian los mismos objetos, diferenciándose en la forma en que lo hacen, formas que se corresponden con dos aspectos o cualidades distin- tas, reales, del mismo objeto; una mesa, un músculo, pueden ser estudiados tanto por la física como por la química. Esto no pretende ser una clasifi- cación de las ciencias, sino un cuadro que nos sirva de orientación para ubicar la psicología. Además, las delimitaciones son válidas sólo en cierta medida, porque los fenómenos, en la realidad, se superponen, continúan o suceden. Con respecto a la psicología, podemos decir que estudia los seres humanos, pero lo hace desde un ángulo o enfoque particular, que responde a la necesidad de atender determinado plano de su organización como seres vivos. La psicología no es la única que estudia al hombre y, por lo tanto, comparte su objeto con otras ciencias. Los intentos de hallar un objeto específico y privativo para cada ciencia tienen mucha relación con los supuestos metafísicos de estudiar entidades o sustancias, y estas falacias han conducido históricamente a la psicología a definir su objeto de estudio como el alma, la conciencia, la mente o el psiquismo, olvidando que éstas son entidades abstractas con las cuales sé reemplazan los fenómenos concretos. Con este tipo de definición, el objeto de estudio no queda clara- mente delimitado, sino que, por el contrario, se desemboca en una compli- cada mitología de la que aún no se han desembarazado del todo las modernas corrientes psicológicas. Estas definiciones estructuran una psico- logía verbalista, o bien se desarrolla una contradicción entre los fenómenos concretos estudiados y las respectivas formulaciones teóricas. No hay tal cosa como alma, psique, mente o conciencia; hay sí, fenó-
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menos psicológicos o mentales, pero el atributo no debe ser transformado en sujeto ni en sustancia. Por todo ello, nos parece importante partir de la afirmación de que la psicología estudia, o debe estudiar, seres humanos reales y concretos. Sabe- mos que el planteo de un problema implica un encuadre o limitación de las respuestas al mismo; ya Sócrates decía que el que responde a una pregunta no es el que la contesta, sino el que la formula. Si la psicología estudia al hombre, siempre se halla implícita en ella una determinada concepción del mismo. Inclusive dentro de la psicología que se define como el estudio de la mente o el alma, se halla incluida una concepción del hombre que éste tiene de sí mismo en un determinado momento histórico; porque estos supuestos no son meras especulaciones que surgen por sí mismas de una actitud totalmente contemplativa, sino que se hallan siempre vinculados a las características culturales, sociales, de cada época. Cada organización histórico-social tiene un tipo de imagen de sí misma. Nos interesa partir de una concepción científica del hombre, a la cual ya ha contribuido la psicología misma, y -como núcleo fundamental- oponernos a algunas falacias, con las que históricamente se ha constituido la psicología tradicional, pero que subsisten en cierta medida aún en la psi- cología contemporánea.
3. El mito del hombre natural
Se postula, en este tipo de concepción, la existencia de un estado o esencia originaria del ser humano, que se ha corrompido o distorsionado por la influencia de la civilización; en pugna con lo socialmente adquirido, que constituye lo artificial, el estado natural del hombre es sustentado como lo genuino o ideal. De aquí se ha inferido en algunas oportunidades que el camino correcto es el de la "vuelta a la naturaleza", el retorno al estado originario, natural, desechando o apartando todo lo culturalmente adquirido y condicionado en
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