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CONTEXTO HISTORICO DE LA SOCIEDAD ACTUAL

tee40y1sh19 de Marzo de 2013

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CONTEXTO HISTORICO DE LA SOCIEDAD VENEZOLANA ACTUAL

Durante el período colonial, la mayoría de la población no tenía derechos, como los esclavos, o los tenía considerablemente restringidos, como los indígenas y los pardos. Estos tres grupos sumaban más del 80 % de la población venezolana a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Esta situación evidentemente generaba una limitación para el desarrollo de una identidad cultural hacia la sociedad colonial dominante; mal podían identificarse los esclavos, indios y pardos con un régimen que los excluía y los explotaba. Pero el descontento social acumulado durante más de trescientos años de expoliación colonial explotó simultáneamente con la crisis de la corona española y los pronunciamientos independentistas a partir de 1810, aunque en las décadas anteriores ya venía manifestándose ese protagonismo popular en la insurrección de los Comuneros (1781), en la insurrección de José Leonardo Chirinos (1795), y en las conspiraciones de Gual y España (1797) y de Francisco Javier Pirela (1799).

La guerra de independencia en nuestro territorio fue la más larga y la más sangrienta de todo el proceso emancipador latinoamericano. Más de una década de lucha agotó a la fracción mantuana dirigente del proceso, y diversas circunstancias obligaron a la oligarquía criolla pro-independentista a incorporar a las filas patriotas a los pardos y los esclavos para poder derrotar a las fuerzas militares españolas. La guerra de independencia se manifestó inicialmente como una guerra social, en la que se enfrentaban los blancos ricos terratenientes, promotores de la independencia en 1810-1811, contra el ejército de esclavos y mestizos comandado por José Tomás Boves que si bien luchaba bajo las banderas del rey español, en la práctica libraba una guerra racial cuyo objetivo era exterminar a los blancos y su dominio político-económico sobre el territorio venezolano. Bolívar y el resto de patriotas sólo pudieron contrarrestar esa situación dándoles ellos mismos la libertad a los esclavos y decretando la igualdad de los ciudadanos ante la ley, con lo que se abolían las legislaciones que limitaban los derechos de los pardos en la anterior sociedad colonial. El ejército popular que de allí surgió permitió el encumbramiento de jefes militares que no eran mantuanos, como el mismo José Antonio Páez, y en muchos casos que eran mestizos, como Manuel Piar.

De la guerra de independencia surgió una sociedad más democrática, más igualitaria, en la cual la élite dominante se había ampliado con la incorporación de los caudillos militares que ahora tenían grandes posesiones territoriales y eran además los jefes fundamentales de la estructura política del país. La población mestiza y esclava había tenido por primera vez en la historia una participación significativa en los procesos sociopolíticos, y aspiraba a que sus anhelos igualitarios fueran refrendados en la nueva sociedad independiente que comenzaba a erigirse. Como es sabido, esto no ocurrió, y la oligarquía criolla refrendó en 1830 la continuidad del régimen esclavista, y estableció un sistema político que limitaba los derechos de participación a la gran mayoría de la población no poseedora de bienes de fortuna. Esta situación generó a lo largo del siglo XIX republicano constantes confrontaciones sociales, expresadas en insurrecciones campesinas cuyo punto culminante fue la Guerra Federal, en 1859-1863. El triunfo del federalismo contribuyó aún más a fortalecer ese sentimiento igualitario del venezolano, y arraigar características sociopolíticas como la conformación popular del ejército. Aunque en términos económicos el triunfo del federalismo no introdujo cambios estructurales, sí logró ampliar nuevamente la integración de la élite dominante: los jefes de las montoneras federales fueron incorporados al grupo dirigente y hegemonizaron de hecho la conducción política del país hasta finales del siglo.

En lo político, Venezuela estuvo conducida durante el siglo XIX republicano por los generales de la independencia (Páez, Soublette, Monagas), en primer lugar, y por los generales de la federación (Falcón, Guzmán Blanco, Joaquín Crespo), en segundo término. (2). Pocos de ellos procedían del sector mantuano que constituía en 1810 la élite criolla dominante. El grupo social dominante tuvo que ampliar su integración para poder mantener la continuidad de las relaciones de producción coloniales: la esclavitud y el peonaje, vinculadas a la agroexportación bajo control ahora del comercio inglés fundamentalmente.

Esta élite dominante tenía la urgente necesidad de consolidar su poder mediante la promoción de un sentimiento de identidad nacional que unificara culturalmente a un territorio que como ya dijimos tenía un pasado y un presente de autonomía relativa como regiones agroexportadoras vinculadas directamente al mercado mundial. Por otra parte, había que formar esa identidad nacional en cierta forma contra natura: los elementos étnicos comunes a los venezolanos también nos unían con los colombianos, ecuatorianos, peruanos, bolivianos, mexicanos, etc. El idioma español, la religión católica, las costumbres heredadas de la España absolutista en su sincretismo colonial con la sociedad autóctona y la mezcla con la población africana esclavizada; el mismo proceso independentista iniciado simultáneamente, dirigido por individuos que se conocían entre sí y que en cierta forma actuaron de común acuerdo (como Bolívar y San Martín). Toda una cultura común en Hispanoamérica, de la cual había que forzar el nacimiento de una identidad específicamente venezolana.

El ariete de ese proceso de construcción de una identidad nacional fue la figura de Bolívar y la gesta independentista que él encabezó. Los mismos que habían expulsado a Bolívar del país y hecho fracasar su proyecto político de integración latinoamericana, lo trajeron de nuevo ya muerto, en 1842, para homenajearlo en el Panteón Nacional y construir en torno a él un culto que buscaba unificar los sentimientos de todos los venezolanos.

Pero este culto a Bolívar, a los libertadores y al proceso de independencia, desvirtuaba el objetivo real que ellos habían perseguido. Su lucha era presentada ahora como el proceso de independencia de Venezuela, obviando que para ellos la patria era toda la América Latina, y que su acción política específica intentó construir una macro-nación, una superpotencia latinoamericana que se enfrentara en igualdad de condiciones con las grandes potencias europeas y los Estados Unidos. En sentido estricto, es una falsedad histórica el afirmar que Bolívar es el padre de la patria venezolana, pues el no constituyó a Venezuela como república. La nación que Bolívar creó fue la República de Colombia, además que contribuyó a crear al Perú y a Bolivia. Bolívar y Urdaneta fueron presidentes de Colombia, Sucre fue presidente de Bolivia, Juan José Flores presidente de Ecuador. Para ellos la patria iba mucho más allá de nuestras actuales fronteras. Pero el culto bolivariano iniciado por Páez y continuado por los sucesivos gobernantes del país se fundó en un pretendido proyecto nacional venezolano que nunca estuvo en la mente de nuestros libertadores.

En este confuso contexto sociocultural y geopolítico se comenzó a conformar la identidad nacional venezolana. En todas las ciudades y pueblos del país se ratificó el culto al padre de la patria, con su respectiva Plaza Bolívar y su museo bolivariano. Se establecieron los llamados símbolos patrios: la bandera, el escudo y el himno nacional. Se encargó a Rafael María Baralt para que escribiera la primera Historia de Venezuela. Los artistas y literatos se ocuparon de difundir las gestas heroicas de los libertadores a través de pinturas, estatuas, novelas y poesías. Incluso se ocuparon de incluir algunas figuras representativas de las mayorías sociales, como Pedro Camejo (el “negro primero”), ocultando la realidad de que su aporte decisivo al triunfo militar independentista fue escamoteado luego de la guerra.

Pero el proceso de construcción de una identidad nacional se enfrentaba a la inexistencia de un verdadero Proyecto Nacional para el desarrollo independiente del país por parte de la élite dominante. El objetivo de nuestros gobernantes no fue nunca más allá del afán personal por alcanzar glorias eternas y fortunas inconmensurables. El control comercial de la agroexportación fue entregado en bandeja de plata a las Casas Comerciales inglesas, alemanas, francesas y norteamericanas, las cuales expoliaban sin misericordia a los agricultores, apoyándose en las leyes liberales aprobadas durante el período paecista. No se diseñó jamás un plan de desarrollo económico interno. Las políticas proteccionistas hacia la agricultura y promotoras de un eventual desarrollo industrial brillaron siempre por su ausencia. Venezuela se mantenía como un simple exportador de materias primas agrícolas, con una actividad productiva muy atrasada técnicamente, y con productos principales como el café y el cacao que no representaban una importancia relevante en el mercado mundial. La nuestra era una “economía de sobremesa”; lo que exportábamos era el “postre” de los restaurantes europeos y estadounidenses.

La ausencia de un verdadero proyecto de desarrollo para la nación, y la existencia de una elite dirigente subordinada al capital extranjero tanto en lo económico, como lo político y lo cultural, determinó que el proceso de construcción de la identidad nacional no tuviera un desarrollo pleno durante el siglo XIX, como de hecho tampoco lo tuvo en el siglo XX (3), pues las características mencionadas se mantuvieron

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