Cecilia Greaves
npbs519 de Noviembre de 2013
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LA ALTERNATIVA MODERADA BOSQUEJO PARA UNA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO (1940- 1964)
Cecilia Greaves
Su fin el sexenio Cardenista, el país se debatía en un ambiente de inquietud y hostilidad por la profunda escisión surgida en la sociedad Mexicana. La política llevada a cabo por el gobierno del presidente Cárdenas, si bien había logrado realizar un programa de carácter social de gran trascendencia, había provocado también un profundo descontento entre quienes veían afectados sus poderosos y heterogéneos intereses. El acelerado reparto de tierras, la incorporación de los grupos obreros y campesinos a la vida política del país y el apoyo a la educación socialista, eran principalmente los puntos de mayor controversia. Pero simultáneamente a esta crítica situación interna, en el exterior la Segunda Guerra Mundial amenazaba extenderse al Continente Americano, hecho que hacía más urgente la conciliación de las diversas fuerzas en pugna. Ante la necesidad de curar heridas y lograr cierto consensó, Cárdenas decidió optar por un candidato moderado, el gral. Manuel Ávila Camacho.
A partir de 1940, el cambio fue radical. Quienes ocuparon el poder en las siguientes dos décadas no tuvieron los mismos intereses de aquéllos que gobernaron al país después del movimiento revolucionario de 1910, y aunque profesaban lealtad a los principios revolucionarios, poco había en ellos que se asemejara a aquello por lo que la generación anterior había luchado.
El México de los años cuarenta continuaba siendo un país predominantemente agrícola con una población de 20 millones de habitantes, de los cuales sólo 20% se concentraba en zonas urbanas. La situación económica no era alentadora. La pobreza de antaño subsistía en el agro mexicano y la producción agrícola permanecía estacionaria, no obstante el reparto de tierras había llegado a su punto culminante durante el sexenio Cardenista. Para los dirigentes políticos de aquéllos años ya no había esperanza de progreso en el país si aún se seguían los programas agrarios de años anteriores, por lo que decidieron optar por otras alternativas. La industrialización se convirtió entonces en el camino seguro para lograr el progreso.
México obtuvo muchos beneficios bajo la tutela de éstos dirigentes; el país vivió durante éstas dos décadas una etapa de estabilidad derivada de una política autoritaria, a veces represiva. En este lapso la economía Mexicana logró expandirse con rapidez. Las antiguas formas de explotación de la tierra y las tradicionales técnicas para la producción artes anal fueron modificándose rápidamente, al mismo tiempo que se inauguraba un programa de obras públicas a gran escala que transformó la fisonomía del país. Sin embargo en el fondo no todo había cambiado. Muchos de los problemas de antaño continuaron subsistiendo, y junto a este progreso las desigualdades sociales se habían hecho más profundas.
Ante las difíciles circunstancias en que asumía el poder, Ávila Camacho adoptó una postura moderada y conciliadora que sintetizó bajo el lema de "unidad nacional", dejando entrever que llevaría a cabo una serie de rectificaciones al legado Cardenista, medidas que en la práctica representaron un importante viraje dentro de la historia política del México post revolucionario. La situación internacional, que día con día se tornaba más amenazadora, contribuyó en gran medida a lograr su propósito. El proyecto educativo del Estado a partir de entonces se vio influido por éste contexto y la educación fue hábilmente aprovechada para afianzar un sentimiento nacionalista.
Ávila Camacho intentó desde un principio desligarse de las teorías radicales de los años treinta y ajustarse a las intenciones conciliadoras proclamadas por el gobierno en las que el interés nacional estaba por encima de cualquier ideología o facción partidista. Con base en éstos principios se vislumbraba ya la reforma al artículo 3º, que mantenía vigente la educación socialista; pero habría que esperar algún tiempo para no reanimar la vieja guerrilla.
La Secretaría de Educación era por el momento una de las carteras más conflictivas, hecho que quedó de manifiesto al ser ocupada por tres secretarios de distintas tendencias políticas en el mismo sexenio. Luis Sánchez Pontón, antiguo Cardenista, fue el primero en ocupar esta cartera. Como era de esperarse, su nombramiento no fue bien visto por un importante sector de la sociedad, que veía desvanecerse ante sí toda esperanza de reformar el artículo 3º. y en efecto, Sánchez Pontón continuaba hablando de la lucha de clases cuando el nuevo régimen buscaba la unidad y la conciliación. El secretario de Educación estaba dispuesto a modificar el programa escolar, pero no a abandonarlo definitivamente. De ahí que los ataques por parte de grupos conservadores no se hicieron esperar, acusándolo de pertenecer al Partido Comunista y de querer continuar con la política educativa del Cardenismo. Presionado por las constantes y agudas críticas, Sánchez Pontón se vió obligado a presentar su renuncia a sólo diez meses de iniciada su gestión.
El cambio fue radical si Sánchez Pontón representaba las fuerzas de izquierda, el nuevo Secretario, Octavio Véjar Vázquez, representaba a los grupos conservadores. La política educativa a partir de entonces se inclinó hacia el otro lado de la balanza, pretendiendo dar una nueva orientación al contenido de la educación impartida por el Estado. El nuevo secretario, general y abogado sin ninguna experiencia en el campo educativo, rechazó desde un principio toda relación con la escuela socialista, buscando establecer "la escuela del amor", una escuela ajena a toda influencia extraña , que no fuera de odio ni división, en la cual se formara nuestra nacionalidad. Esta nueva política educativa hacía mayor hincapié en la calidad de la enseñanza que en la cantidad, en lo espiritual más que en lo material, "porque uno de los errores más importantes que hemos notado en el campo de la educación -señalaba el Secretario- es el olvido de todo lo que se refiere al alma".
Con la llegada de Véjar Vázquez a la Secretaría de Educación, el clima era propicio para iniciar la revisión del artículo 3º uno de los problemas que había causado mayor división en el país. Sin embargo, cualquier cambio exigía mucha cautela. El propio Ávila Camacho consideraba necesario armonizar el artículo tercero con las otras disposiciones constitucionales, porque en su concepto "la interpretación errónea del término socialista había tenido resultados lamentables para la tranquilidad la nación.'" El primer paso fue la promulgación de una nueva Ley Orgánica cuyo objetivo principal era definir con exactitud el sentido ideológico del artículo 3º. Esta ley, presentada ante las Cámaras en diciembre de 1941, no modificó en absoluto el texto del precepto y siguió considerando a la educación impartida por el Estado como socialista. Sin embargo, la interpretación que se le dió fue totalmente diferente; en primer lugar se insistía en que el término socialista se refería "al socialismo que había forjado la Revolución Mexicana" y no al socialismo científico, como había prometido anteriormente.
Además, para desvanecer las tensiones entre la Iglesia y el Estado, se señalaba que para los efectos de la ley "no podía entenderse por fanatismo o prejuicio la profesión de credos religiosos y la práctica de ceremonias, de devociones o actos de culto", sino que por fanatismo se consideraba sólo "el excesivo apego a creencias u opiniones religiosas". Con ello el Estado continuaba manteniendo el control sobre la enseñanza, pero abría las puertas a los particulares para que participaran en una empresa que no podía abarcar por sí solo. Este cambio significaba indudablemente un giro radical con respecto a lo que había pretendido establecer el artículo 30 promulgado en 1934; se dejaba atrás el objetivo de transformar la sociedad y de propiciar la colectivización paulatina de los medios de producción para convertirse en una herramienta de unión entre-las-Mexicanos, de progreso y de desarrollo económico.
Hábilmente Ávila Camacho no se había comprometido ni con uno ni con otro bando, aunque también es cierto que ni los grupos de derecha ni los de izquierda quedaban satisfechos con la alternativa que se había tomado. La nueva Ley Reglamentaria fue aprobada sin modificación alguna; en él se encontraba ya propiamente la reforma al artículo 3 o que sería aprobada más tarde al finalizar el gobierno Ávilacamachista.
Menos polémica, pero también significativa, fue la reforma de los planes y programas de estudio (1942) que se elaboraron con base en las nuevas directrices marcadas por el gobierno. Desde los inicios de su gestión Véjar Vázquez había aludido a la necesidad de crear una escuela igual para todos los mexicanos, por lo que decidió unificar los programas de la ciudad y el campo que hasta entonces se habían mantenido diferenciados. Con esta medida se pretendía lograr no sólo una mayor homogeneidad cultural, sino también fortalecer la conciencia nacionalista. Los valores propuestos para ser enseñados en la escuela fueron totalmente contrarios a los difundidos por la educación socialista; la lucha de clases y la formación de una conciencia proletaria fueron sustituidos por los conceptos de democracia, libertad, amor a la Patria y conciencia de solidaridad internacional.
Otra de las reformas llevadas a cabo durante la gestión de Véjar Vázquez fue la eliminación de la educación mixta, sistema
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