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pablin115 de Junio de 2015

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TEMA 1. LA HISTORIA

LECTURA: LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO

Marc Bloch. “La historia, los hombre y el tiempo”, en: Introducción a la historia. México, FCE, 1992. pp. 21-27.

La palabra historia es muy vieja, tan vieja que a veces ha llegado a cansar. Los sociólogos de la escuela durkheimiana la admiten sólo para relegarla al último rincón de las ciencias del hombre: especie de mazmorras, donde arrojan los hechos humanos considerados a la vez los más superficiales y los más fortuitos. No compromete a otra cosa que a la investigación; individuo, sociedad, crisis momentáneas, sucesos, etc. Desde que apareció, en los labios de los hombres, ha cambiado mucho de contenido. Ese es el destino, en el lenguaje.

“La Historia es la ciencia del pasado”, ésta es una forma impropia de hablar, porque es absurda la idea de que el pasado pueda ser objeto de la ciencia. El lenguaje, por esencia tradicionalista, conserva voluntariamente el nombre de historia a todo estudio de un cambio en la duración… la costumbre carece de peligro, porque no engaña a nadie. Existen diversas historias, las cuales no pertenecen a la historia de los historiadores o, por lo menos, no le pertenecen quizás más que en la medida en que se viera en sus observaciones. La obra de una sociedad que modifica según sus necesidades el suelo en que vive es un hecho eminentemente “histórico”. El objeto de la historia es esencialmente el hombre. ¿Es la historia una ciencia o un arte? Los hechos humanos son esencialmente fenómenos muy delicados y muchos de ellos escapan a la medida matemática. Para traducirlos bien y para comprenderlos se necesita gran finura de lenguaje, un color adecuado en el tono verbal.

«Ciencia de los hombres». La frase es demasiado vaga. Hay que agregar: «de los hombres en el tiempo» El tiempo de la historia, realidad concreta y viva abandonada a su impulso irrevertible es el plasma en que se bañan los fenómenos o hechos o algo así como el lugar de su inteligibilidad.

El tiempo verdadero es continuo y perpetuo, de su antítesis provienen los grandes problemas de la investigación histórica. Por ejemplo: ¿habrá que considerar el conocimiento del periodo más antiguo como necesario o superfluo para el conocimiento del más reciente y viceversa?

Al atomista le interesa saber el número de años, meses, semanas, días, horas, minutos o segundos que tarda un cuerpo radioactivo para convertirse en otros cuerpo pero solo como una medida; sin embargo que esta haya ocurrido hace miles de años ayer u hoy es algo que le interesa a la geología, porque la geología es meramente una disciplina histórica. Pero a un historiador no le bastara solo comprobar lo que paso sino más bien señalar el lugar exacto en la cronología de las sucesiones de acontecimientos de la sociedad y no dará una exactitud de esta sin haber fijado con precisión el momento y la civilización en que tuvo lugar y el clima.

Nunca es malo comenzar con un mea culpa. Naturalmente para los hombres que hacen del pasado el principal tema de investigación. La explicación de lo más próximo por lo más lejano ha dominado a menudo nuestros estudios. La obsesión de los orígenes es como un ídolo de la tribu de los historiadores.

"En todas las cosas humanas los orígenes merecen ser estudiados antes que nada. Cuando se habla de los orígenes ¿debemos entender, por el contrario, las causas? En ese caso no habrá más dificultades de las que constantemente son en las investigaciones causales. En el vocabulario corriente los orígenes son un comienzo que explica. Peor aún: que basta para explicar. Ahí radica la ambigüedad, ahí está el peligro.

¿Hay que creer, sin embargo, que por no explicar todo el presente, es el pasado totalmente inútil para explicarlo? (Antes creían que el pasado no ayudaba a resolver el presente). El hombre de la edad de la electricidad o del avión se siente muy lejos de sus antepasados. Se cree que hay fases en el tiempo y una de ellas es el presente.

Lo pasado no está lejos de nosotros porque a pesar del transcurso del tiempo las costumbres de una cultura no cambian.

Es también olvidar que desde el momento en que entran en juego las resonancias sentimentales, el límite entre lo actual y lo inactual está muy lejos de poder regularse necesariamente por la medida matemática de un intervalo de tiempo.

Si no tienes la capacidad de ser coherente es muy probable que tu cerebro se vuelva vulnerable ante cualquier comentario. Algunos sabios piensan que el presente humano es perfectamente susceptible de conocimiento científico.

Todas las condiciones de vida de nosotros los humanos han sufrido al menos un cambio no solo rápido sino un cambio radical. Los hijos no tienen otro contacto con sus antepasados que por medio de sus padres; Con esto busco decir que el tiempo es una sucesión de la historia, porque paso eso ahora, va a pasar esto. Los escritos son los que facilitan no solo la historia sino la transferencia de pensamiento de un prolongado tiempo, es decir que pensaban aquellos historiadores, y como eso influye en lo que nosotros pensamos hoy en día, y como esto de alguna manera influirá en un futuro.

Creemos que hoy en día nada ni nadie se han salvado de los cambios que ha sufrido la historia. Maquiavelo afirmaba que por lo menos en el tiempo había algo inmutable que era el hombre, pero ahora eso es una afirmación falsa, según creo yo el hombre es el que ha sufrido más cambios desde su interior el hombre no piensa igual que antes, no tiene las mismas creencias ni costumbres, en su ser completo el hombre es diferente, hasta en lo exterior el hombre ha tenido cambios, rasgos que parecen pequeños pero cambios al fin y al cabo.

La incomprensión del presente nace completamente de la ignorancia del pasado. Una persona que quiere comprender el pasado debe entender primero lo que es el presente, lo que pasa en su vida para después comprender porque pudo haber pasado de esa manera. El historiador debe concentrarse primero en todo aquello que tiene vida para después tomar de ahí lo necesario y poder hacer historia.

La educación de la sensibilidad histórica no siempre es el factor decisivo. Porque en una línea determinada de la educación el conocimiento del presente es y debe ser directamente más importante que la comprensión del pasado, de una manera lógica aquel que no sabe ni lo que pasa en su presente como va a comprender lo que paso en su pasado y cómo va a estar preparado para su futuro. Un buen ejercicio seria poder leer la historia al revés que tal si empezamos por el ahora y terminamos con lo primero que distingue a nuestro país, sería mucho más fácil empezar con lo conocido y terminar con lo desconocido o más oscuro.

LECTURA: CAPÍTULO I

Jacques Le Goff. “Capítulo I”, en: Pensar la Historia. Barcelona, Paidós, 1991. pp. 21-31.

La lectura de Le Goff, nos lleva hacia un acercamiento a las delimitaciones del estudio histórico y el oficio de la escritura historiográfica, relata la necesidad de repensar el oficio, llevándolo hacia los acercamientos que desde otras disciplinas pueden nutrir la función del sujeto en su labor.

Los diferentes escenarios que se han desarrollado mixturados con el oficio del pensamiento historicista presente desde el siglo XX manifiestan un interesante acercamiento hacia otros aspectos de los colectivos sociales. La corriente del estudio en historia cultural-simbólico de las llamadas mentalidades, la historia del arte, e historia de los imaginario o desde la imagen nos acerca hacia una necesaria interdisciplinariedad desde posiciones etnológicas, sociológicas políticas, económicas, culturalistas e incluso en pleno siglo XXI comunicacionales.

Estos acercamientos discutidos por los que siguen los estilos y metodologías puristas de las corrientes historiográficas se enfrentan a la constante revisión de la necesidad de pensar la historia como método científico, determinante y anexo a las necesidades objetivas de conocer el pasado bajo su forma más literal, sin pasar por el hecho de la interpretación del sujeto quien la escribe, e incluso bajo esa premisa resulta como lo dice Le Goff que el “hecho histórico resulta un montaje”.

Bajo este precepto aún más lúcido que las intuiciones que se tienen sobre el oficio del historiador, la historia y el oficio contemporáneo del historiador o de sus exploradores, nos lleva a pensar una labor donde las coordenadas son el análisis, la interpretación y la representación de los acontecimientos, y su influencia en la conformación social próxima viendo la utilidad de las funciones sociales del pasado.

La función de la crítica hacia los métodos y modelos tiende a acercarse hacia los parámetros de los métodos científicos, obviando el espíritu de ciencia social no medible en esta dimensión, sino medible desde la interpretación como constructo. Le Goff menciona a Debbins referido a el uso de las fuentes como esencia del trabajo historiográfico, las fuentes en sí mismas utilizadas ya como recurso de “plus” informativo cercanas a la etnografía y a métodos del mismo circulo, los testimonios individuales (fuentes colectivas) y los indicadores indirectos. Estas fuentes proveen datos y elementos que nutren el acercamiento discursivo pertinente en cada caso (háblese de sujeto, método y rama historiográfica) y hacia la retórica en la historiografía,

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