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Contextos Históricos

borregeishon106 de Mayo de 2013

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CULTURA MAYA

a historia de la cultura maya suele dividirse en tres grandes etapas: la preclásica (anterior a 100 d.C.), la clásica (entre 100 y 900) y la posclásica (de 900 al siglo XVI). Alrededor de 650, los centros mayas cobraron mayor importancia. Nunca se organizaron en una entidad política única sino que fueron siempre un conjunto de estados independientes. En el siglo VII, esta zona de Mesoamérica experimentó un aumento de población significativo y abundaron los asentamientos por toda la región, dividida en más de sesenta ciudades-estado. La rivalidad política entre estas entidades, cada una con su gobernante, parece haberse traducido en una competencia cultural que produjo el período de mayor exuberancia artística, con una gran variedad estilística en la construcción de monumentos, edificios y pinturas murales. A principios del siglo IX, por razones todavía desconocidas, los centros más importantes de la región central (el Petén) empezaron a abandonarse y es a partir de entonces que las tierras bajas de Yucatán se convirtieron en la zona más desarrollada.

El arte maya es único en Mesoamérica. En particular, el arte representativo de los mayas es notable por su naturalismo, su aspecto narrativo y un estilo particular de ornamentación. La ciudad maya más grande fue Tikal (hoy en Guatemala), cuyos edificios monumentales todavía inspiran admiración. Los templos más importantes de este lugar son obra de los siglos VIII y IX cuando Tikal gozaba de su mayor influencia y prosperidad. Se estima que la población centrada en el propio Tikal llegó a sobrepasar las diez mil personas y el territorio colindante tendría quizás más de cincuenta mil. Al este de Tikal, otra poderosa ciudad del Petén fue Copán (en lo que es hoy Honduras, cerca de la frontera con Guatemala). Copán es conocido sobre todo por las bellas esculturas incorporadas en sus edificios y por una serie de espectaculares estelas que representan a dirigentes de la ciudad. Palenque, al oeste de Tikal (en lo que es hoy el estado de Chiapas, México) fue un centro menor, pero se le reconoce por sus excelentes edificios y esculturas en bajo relieve. La mayoría de las edificaciones monumentales de Palenque son de finales del siglo VII. Son una clara muestra de los esfuerzos de una élite para avalar su poder político mediante la construcción de impresionantes monumentos públicos, algo observable tanto en los grandes como en los pequeños asentamientos mayas.

Los mayas desarrollaron un sistema de escritura que combina la logografía con un silabario, es decir, un repertorio de símbolos que representan sílabas (un sistema parecido al de la escritura japonesa, que tiene signos logográficos y silábicos). Estos jeroglíficos abundan en las estelas y otros monumentos en los yacimientos arqueológicos mayas y aunque todavía no se han descifrado todos los signos, las inscripciones pueden proporcionar valiosa información sobre épocas de construcción y para fechar los reinos de los dirigentes de una ciudad.

La escritura sin duda se utilizó en la producción de numerosos libros. Desgraciadamente, debido al clima húmedo de esta zona tropical, los objetos hechos de materia orgánica como la madera suelen desintegrarse rápidamente si no se protegen. Los libros mayas se hacían de la corteza de higueras (ing. fig trees) y, lógicamente, hay muy pocas posibilidades de que tales objetos sobrevivan mucho tiempo bajo esas condiciones. La caída y abandono de los centros principales de la época clásica seguramente propició la pérdida de gran número de documentos. Los cuatro libros mayas que se conservan hoy en día son de la época posclásica y sobrevivieron no sólo a la humedad sino a la destrucción de los misioneros españoles, que los veían como libros diabólicos.

Tanto la producción de libros como la construcción de monumentos estaba vinculada en gran parte a las creencias religiosas. La celebración de ceremonias y la formulación de adivinanzas proféticas se basaban en el cómputo riguroso del paso del tiempo, para lo cual la escritura sirvió como herramienta básica. Los mayas tenían varios sistemas para calcular el tiempo, pero los más importantes eran el calendario ceremonial de 260 días (el resultado de dos ciclos de días: trece numerados y veinte con nombre) y otro calendario solar de 365 (dieciocho meses de veinte días, más cinco días adicionales) que se utilizaba para documentar el movimiento de los cuerpos celestes. Con estos sistemas para marcar el paso del tiempo y con cuidadosas observaciones astronómicas, los mayas consiguieron calcular y predecir con extraordinaria precisión el movimiento cíclico de los planetas y la aparición de eclipses.

Las creencias religiosas de los mayas parecen haber compartido bastantes elementos con las religiones de las otras grandes culturas de Mesoamérica. Eran politeístas, con un panteón de dioses celestiales, terrenales e infernales. La religión maya también tenía un rico repertorio de narraciones. Entre las más célebres se encuentra la historia de los dos hermanos héroes narrada en el Popol Vuh (un texto producido después de la conquista española que sin embargo refleja las creencias antiguas de los mayas).

El declive de las ciudades del Petén en los siglos IX y X no implicó la pérdida inmediata de estos conocimientos y tradiciones, ya que en ese momento cobraron importancia las ciudades mayas al norte, en la tierras bajas de Yucatán. No se sabe la causa del abandono de estos territorios. Quizá se debió al agotamiento de las tierras de cultivo como resultado de un sistema intensivo de rozas y quema (ing. slash and burn). Otras teorías que se manejan como explicación son la posibilidad de una epidemia, de guerras intestinas o de ataques desde fuera. Su declive parece haber sido una combinación de varias causas. Un centro de gran importancia en Yucatán, incluso antes de la caída de las ciudades del Petén, fue Uxmal. En esta ciudad y otras de la zona como Chichén Itzá se desarrolló un estilo particular en la edificación de templos y palacios, llamado puc (o puuk). El auge de Uxmal, entre 700 y 1200, termina, como en las ciudades del Petén, con el abandono de la ciudad.

Tras el declive de las principales ciudades mayas, fue en el Valle de México donde apareció la mayor potencia política en la historia de Mesoamérica, la civilización de los mexicas que los españoles encontraron a su llegada en 1519.

Mexicas (o aztecas)

Siguiendo la tendencia de los historiadores más recientes, este capítulo utilizará los nombres con los que ellos mismos se denominaban: mexicas o también tenochcas, “originarios de Tenochtitlán”, para designar al pueblo que se asentó en el Valle de México a principios del siglo XIV. “Azteca”, nombre por el que son conocidos popularmente, es un término que surgió en el siglo XVIII entre los criollos mexicanos para referirse a esa cultura ancestral. De su lengua, el náhuatl, se han incorporado algunos vocablos al español: ‘chocolate’, ‘maíz’, ‘coyote’, tomate’ y ‘comal’, entre otros.

Los mexicas asimilaron la cultura y la religión de los toltecas, una civilización antigua que había dejado su huella trescientos años antes en el valle de México. Los toltecas a su vez asimilaron rasgos culturales y religiosos de los teotihuacanos, cuyo centro ceremonial más significativo se encontraba en Teotihuacán, al norte de lo que es hoy la ciudad de México. El repentino declive de Teotihuacán, para el cual no existe explicación definitiva, parece haber ocurrido alrededor del año 650.

Según sus leyendas fundacionales, los mexicas abandonaron una ciudad legendaria, Aztlán (de ahí la palabra "azteca"), para ir en busca de una señal mística comunicada por los dioses a su sacerdote mayor para indicarles donde debían asentarse: un águila posada sobre un nopal (el típico cactus de hojas redondas comestibles). Este signo divino por fin se encontró en una isla del lago Texcoco, un pantano de aguas semisaladas en el valle de México.

Los anales mexicas indican que la ciudad de Tenochtitlán se fundó a principios del siglo XIV sobre esta isla. Un siglo después, en 1431, los tenochcas se aliaron con otras dos ciudades, Texcoco (la más importante) y Tlacopán, en la zona del lago. Esta “Triple Alianza” pronto logró imponer su autoridad sobre el conjunto de ciudades-estado del área del lago. A mediados de siglo, la alianza realizó sus primeras conquistas fuera del Valle de México y para finales de siglo, Tenochtitlán se había convertido en el estado dominante de la alianza. Tras una agresiva campaña militar llevada a cabo por el rey—o en náhuatl, el tlatoani—Ahuitzotl (r. 1486-1502), los mexicas extendieron su dominio hasta Chiapas en el sur y hasta la costa del Pacífico en el oeste. A pesar de esta política expansionista, los estados rivales de los tarascos (al oeste) y de los tlaxcaltecas (al este) consiguieron resistir a los tenochcas hasta la invasión europea. Los españoles, de hecho, aprovecharían la rivalidad entre Tlaxcala y Tenochtitlán para conquistar la capital mexica. El sucesor de Ahuitzotl—y último hueyi tlatoani (gran señor, literalmente “gran orador”) antes de la conquista española—fue Moctezuma (o Motecuhzoma Xocoyotzin).

A comienzos del siglo XVI la hegemonía mexica se extendía desde el Golfo de México hasta el Pacífico. Cuando llegaron los españoles en 1519, Tenochtitlán encabezaba un enorme conjunto de estados tributarios cuyas contribuciones habían financiado el crecimiento de la ciudad, la cual se había convertido en una de las más grandes del mundo. Con la inclusión de las poblaciones cercanas al lago Texcoco bajo el control directo de la ciudad, serían varios cientos de miles más.

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