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Del Manifest Destiny al Lebensraum, una mirada comparativa sobre las categorías de determinismo geográfico, frontera y exterminio en los EE.UU y Alemania (1860-1940)


Enviado por   •  30 de Enero de 2023  •  Ensayos  •  6.855 Palabras (28 Páginas)  •  157 Visitas

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Matías Afanador

2022-II

Historia global comparada II

Ensayo III (trabajo final)

Del Manifest Destiny al Lebensraum, una mirada comparativa sobre las categorías de

determinismo geográfico, frontera y exterminio en los EE.UU y Alemania (1860-1940)

Introducción y objetivos

La presente investigación nace de un interés personal en la hipótesis planteada desde finales del siglo pasado por historiadores mayormente británicos y estadounidenses del calibre de Brendan Simms, Carroll Pete Kakel, James Whitman y Edward Westerman; según la cual el proceso de expansión territorial y colonización definitiva del oeste de Norteamérica, que ocurrió tras la conclusión de la Guerra de Secesión (1861-1865); habría sido uno de los mayores (por no decir el principal) referentes ideológicos del nacionalsocialismo alemán, al  momento de diseñar sus propios planes de conquista y expansión territorial en Europa oriental durante el siglo XX.

Tanto la doctrina del Manifest Destiny como su contraparte germana del Lebensraum, han sido ampliamente interpretadas en clave de un “excepcionalismo” que atraviesa las historias nacionales de Alemania y los Estados Unidos, diferenciándolas inexorablemente de otras historias presentes en sus respectivas áreas de influencia geográfica/cultural, y cayendo quizá en un particularismo de corte maniqueista. Esto dificulta enormemente la tarea del historiador que busca reinterpretarlas como parte integral de unas lógicas genocidas e imperialistas más “globales” que de una u otra forma existieron en todas las grandes potencias coloniales de los siglos XIX y XX.

De la mano de las categorías analíticas Determinismo Geográfico, Frontera y exterminio, pretendo realizar una presentación muy general del principal corpus historiográfico en el que se sustenta la ya mencionada correlación, así como ofrecer una respuesta preliminar al siguiente interrogante:¿qué validez tiene la hipótesis que defiende una genealogía común, e incluso una relación de causalidad directa para ambos procesos históricos, a la luz de lo planteado en la obra del geógrafo Friedrich Ratzel, y, por supuesto, en el manifiesto ideológico de Adolf Hitler?

Tal como he sugerido a lo largo de la investigación realizada para el presente escrito, sigo pensando que cualquier posibilidad de elaborar una historia global comparada de ambos procesos, pasa por una desterritorialización de los mismos. Cosa que [a]implica buscar vías alternas para no pensarlos tanto en términos de excepcionalismo o centro-periferia, y emplear una lente analítica que intente ir “más allá” de las condiciones y particularidades inherentes a las naciones alemana y estadounidense al explicarlos. Es por ello que he mantenido a Hugo Fazio y a Jürgen Kocka como referentes de la definición de historia global que expuse en el primer esbozo del proyecto.

Le daré una importancia particular a la metodología de escritura “simultánea y entrecruzada” que el historiador norteamericano George Frederickson recomienda a cualquier comparativista, con el fin de evitar que su narrativa tome a los objetos de estudio como entes independientes que solo se unifican en el apartado final de un potencial texto.

Así mismo, intentaré partir de la definición que dicho historiador da de la categoría “frontera” como una zona de interdependencias positivas y negativas entre las sociedades nativas e invasoras de una determinada región, para lograr una mejor comprensión del rol que esta desempeñó en el proceso ideológico de construcción de otredades raciales, que ocurrió  tanto en Alemania como en los EE.UU., en detrimento de los “sujetos colonizados”, quienes padecieron el proceso de expansión, desplazamiento forzado y territorialización desatado por sus respectivos gobiernos. Es decir, los indígenas norteamericanos y las poblaciones eslavas de Europa oriental.

El determinismo geográfico en ambas naciones

Si entendemos el determinismo como la reducción de un proceso histórico a objeto de laboratorio, que si despojamos de todas las variables que lo condicionan a excepción de la que deseamos estudiar (que en este caso es la geografía) transcurre de la misma manera; quedaríamos con una definición que puede conducir de formas poco prácticas a la historia contrafactual. Sin embargo, es necesario tenerla cuanto menos presente, ya que puede ofrecer una mejor compresión sobre el peso que llegaron a tener todas las demás nociones “excepcionales” asociadas a la geografía en el marco de ambas historias nacionales, y del proceso de construcción imperial que tuvo lugar a ambos lados del Atlántico con poco menos de un siglo de diferencia.

Los historiadores Carroll Pete Kakel y Edward Westermann consideran que, ya desde las etapas más tempranas de la vida nacional estadounidense, podemos identificar a individuos de alto perfil que, como el periodista John O'Sullivan  y los presidentes Thomas Jefferson y Andrew Jackson, “dedicaron la mayor parte de sus vidas públicas a la construcción del imperio”, ya fuera desde el combate fronterizo contra los indios, los medios de difusión popular de la cultura Western, o los pasillos del Congreso en Washington D.C.

Incluso desde antes de que Sullivan acuñara el término Manifest Destiny [1]en la década de 1840, Jefferson ya utilizaba su producción escrita para difundir la idea de América como un “imperio de la libertad”, donde la gente no estaría apiñada en estrechas y sucias ciudades como ocurría en el Viejo Mundo, sino que cumpliendo de forma casi-mesiánica con el mandamiento bíblico de “crecer y multiplicarse”; acabaría por ocupar la tierra cultivable en “todos los rincones del continente para beneficio de la república”, desde la cuenca del Misisipi hasta el río Bravo y eventualmente (cuando aún se sopesaba la anexión de Canadá, Cuba u otras latitudes tropicales) más allá.[2]

El tercer presidente estadounidense fue también un romántico empedernido de la vida agraria, y haciendo uso del ya característico lenguaje bíblico-mesiánico de sus escritos, describía a los granjeros que trabajaban los suelos de la nación como los “elegidos de Dios por excelencia para gozar de sus frutos”, cuyo espacio de acción debía expandirse no solo por una necesidad económica-en tanto sus productos garantizaban seguridad alimentaria y oportunidades de comercio exterior, sino también porque la tierra en sí misma, según Jefferson, Jackson y muchos de sus contemporáneos, resultaba ser una herramienta idónea para mantener la vitalidad, la juventud y la ética de trabajo, sacrificio y autosuficiencia característica de  los ciudadanos del nuevo imperio norteamericano. Pese a los marcados tintes racistas que adquirió con el paso del tiempo, El Manifest Destiny nació en primera instancia como una doctrina más ligada a concepciones mesiánicas de espacio y territorio que a la sangre.

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