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Desborde Popular y Crisis del Estado - Perú


Enviado por   •  22 de Mayo de 2021  •  Resúmenes  •  2.467 Palabras (10 Páginas)  •  121 Visitas

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En 1954 Lima Metropolitana avanza hacia los 6'000,000. Así en 1956, en que realizamos el primer censo general, con los alumnos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, se registró un total de 56 que concentraban 119,886 habitantes, 9.5% del total de la población de Lima Metropolitana, estimada en ese entonces en 1'260,729 habitantes. Prácticamente se duplicó a 316,829 habitantes en 1961. En 1972 lograron concentrar 805,117 habitantes. El último censo de 1981 dio un total de 408 que albergaban a 1'460,471 habitantes. A fines de 1983, cuando aplicamos, con un equipo del Instituto de Estudios Peruanos, una encuesta a dirigentes y pobladores antiguos de las barriadas de Lima, reveló que el número de pueblos jóvenes había llegado a 598, con 2'184,000 habitantes que constituían el 36.4% de la población total de Lima Metropolitana. En menos de treinta años la barriada, antes inexistente, se ha convertido en el personaje principal de una Lima transformada. En los últimos 44 años, que van entre 1940 y 1984, la capital del Perú aumentó su población en casi diez veces. La geografía física y humana de la capital ha sufrido una seria alteración, acompañando al gran cambio del país que en 1940 era rural y ahora urbano. El ritmo del crecimiento de la población de la capital es superior al nacional.

Lo cual significó que Lima Metropolitana albergó al 41% de la población urbana del país y al 27% de su población total. A julio de 1984 se puede afirmar que cerca del 50% de la población urbana nacional, así como más del 30% de la población total del Perú, vive en la gran Lima. La gran Lima absorbe una de las más altas proporciones de los migrantes del país, de los que abandonan su lugar de origen y hartos de la estrechez de la provincia buscan la oportunidad de un porvenir mejor. De la población inmigrante que afluyó de los 24 departamentos del país, correspondía la más alta proporción a Ancash, Ayacucho, Junín y la más baja a Madre de Dios con 0.13%.
Cabe destacar que más del 10% de estos inmigrantes provenían de las otras provincias del departamento de Lima, especialmente de distritos serranos. En 1984, Lima es ciudad de forasteros.

El crecimiento de la población discurre paralelamente a la expansión del área ocupada. Acompañando esta expansión se ha producido una seria transformación de la composición física, social y cultural del casco urbano concentrado, mientras gran parte de los distritos tradicionales como Jesús María, Breña, Lince, La Victoria, San Miguel, Rímac, Barranco, Surquillo, Chorrillos, Chucuito y Callao, decaen y tienden a convertirse en zonas deprimidas. En cambio, en 9 distritos, caracterizados por su composición social de capas medias como Barranco, Lince, Jesús María, Magdalena del Mar, Breña, Punta Negra, Santa Rosa, Pachacamac y La Punta, la tasa de crecimiento medio-anual ha sido negativa. En tanto, San Isidro ha tenido crecimiento lento.
Los distritos caracterizados como póbres están incluidos entre aquellos de crecimiento acelerado.

En el censo de 1972 la primera zona albergaba al 24.4% de la población de Lima y la segunda al 75.6%. En 1981, según el censo, la primera aumentó a 32.5%, mientras que la segunda disminuyó a 67.5%. De acuerdo a las encuestas y trabajos realizados por el Instituto de Estudios Peruanos a fines de 1983, la primera zona alcanzó el 36.4% y la segunda el 63.6%, lo cual significa un incremento sustancial, en 14 años, del 12% para los distritos surgidos por invasión y urbanización popular y una disminución en igual proporción para los distritos constituidos por urbanización tradicional y legal.

La invasión de nuevas áreas como el lecho y márgenes del río Rímac, las faldas de los cerros y los arenales y la captura del casco tradicional de la ciudad, han reducido a los sectores medios y opulentos a una situación de insularidad en sus barrios residenciales. El enorme desplazamiento de las masas provincianas a la capital ha venido convirtiendo a la ciudad en el crisol y muestra de todos los procesos en marcha en el Perú. Esta mayoritaria concentración migrante en barriadas y urbanizaciones populares, ha terminado por constituirlas en factor determinante de la nueva dinámica social metropolitana. El migrante tuvo que adaptarse al contexto que le ofrecía la ciudad y encontrar soluciones dentro de las posibilidades dadas por su experiencia previa.

Su origen, así como su situación frente a la estructura social urbana y los mecanismos existentes en la «Ciudad Legal», que están ligados a un sistema de poder que se expresa a nivel político, social y económico, determinó que decidiera por la segunda opción, es decir la invasión de áreas marginales posibles de ser urbanizadas. Alcanzaron finalmente el reconocimiento legal de sus conquistas y con ello los ansiados títulos de propiedad.

La invasión, fenómeno social, primero urbano y más tarde rural, aparece desde entonces como antesala de una nueva legalidad en emergencia. Con las invasiones de predios urbanos y rurales el Perú inauguró la era de la nueva contestación de masas. La crisis económica de finales de la década de 1970 y comienzos de la actual, disipó la ilusión desarrollista y mientras el aparato del Estado se veía rebasado en su capacidad de control, planificación y ordenamiento por la penuria de los fondos públicos y la empresa privada limitaba cada vez más su absorción de mano de obra, la nueva masa urbana quedó abandonada a media integración ante una insuperable barrera económica, social y cultural. Los elevados índices de desocupación, la reducción de las opciones laborales, el crecimiento vertiginoso de las tasas de inflación, los bajos niveles salariales, pusieron, en el curso de unos pocos años, fuera del alcance del nuevo limeño, los estilos cosmopolitas en que las clases dirigentes aspiraban a enmarcar el desarrollo de la nueva Lima.

Las barriadas y los barrios populosos convertidos en crisoles que fusionan las distintas tradiciones regionales, se convierten en focos poderosos de un nuevo mestizaje de predominante colorido andino, generando estilos de cultura, opciones económicas, sistemas de organización y creando las bases de una nueva institucionalidad que se expande, encontrando escasas resistencias, entre los resquicios de las estructuras oficiales, desbordando sin pudores, los límites de la legalidad cada vez que éstos se oponen como obstáculos. Este desborde lleva el sello de la composición dominante andina de su nueva población que proyecta sus estilos. Lima muestra ya un nuevo rostro y comienza a perfilar una nueva identidad.

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