EDUCANDO AL BELLO SEXO: LA MUJER EN EL DISCURSO ILUSTRADO
Alejo254820 de Mayo de 2012
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EDUCANDO AL BELLO SEXO: LA MUJER EN EL DISCURSO ILUSTRADO
Claudia Rosas Lauro
Pontificia Universidad Católica del Perú
“La mujer tiene siempre la forma del sueño que la contiene”.
Juan José Arriola
El discurso ilustrado imagina a la mujer, sueña cómo debe ser, la inventa desde una mirada masculina. Una mirada de hombres de élite, de hombres de cultura que creen tener el poder de crear a la mujer a la imagen y semejanza de su ideal femenino. Médicos, filósofos y demás hombres de ciencia y letras hablan de ella todo el tiempo, incansable y arduamente. La mujer es centro de un encarnizado debate en que se trata de dilucidar su naturaleza misteriosa y normar su rol en la sociedad. Ellos se dirigen, principalmente, a sus esposas y a sus hijas. La mujer de los ilustrados peruanos no es un ser abstracto, adquiere una forma particular, pues se concreta en el estereotipo de la mujer de élite, de la criolla limeña. En este sentido, su discurso expresa el proceso de construcción de una identidad propia manifestada en un nacionalismo criollo consolidado en las postrimerías del período colonial. Se trataba, entonces, de una representación criolla de la mujer [1].
El artículo explora las diversas facetas que adopta la mujer en el discurso ilustrado, que hace de la prensa el medio para ejercer su función pedagógica y docente. Los ilustrados peruanos realmente estaban educando al bello sexo a través de los periódicos. A lo largo de sus páginas podemos percibir los elementos que componen la imagen de mujer que se buscaba proyectar a la sociedad. Un primer aspecto de esta representación es la misteriosa y temible sexualidad femenina, que debía ser regulada mediante el honor y el recato. La belleza y la seducción son vistas como formas de poder que se expresaban en usos y costumbres femeninas como la vestimenta y la cosmética. Otro elemento central en la configuración de la imagen femenina es el matrimonio, que nos permite incursionar en temas como el amor y la fidelidad conyugal. Un tercer punto de análisis es la maternidad, donde se enfocan las prescripciones médicas de higiene y salud durante el embarazo y el parto así como los consejos morales sobre la educación de los niños. Este aspecto se vincula con el siguiente, que trata sobre la mujer y su acceso a la cultura. Finalmente, terminaremos con una mirada fugaz a los espacios femeninos tanto públicos como privados.
1. La educación y el discurso ilustrado
El discurso ilustrado otorga un protagonismo principal a la educación, pues considera que la felicidad de los hombres depende de ella y dicha felicidad es el fin principal de la naturaleza humana, la cual es perfectible y se moldea a través de la educación. Esa ciega confianza ilustrada en la educación como instrumento para perfeccionar y reformar la naturaleza del hombre, evidencia toda una dinámica secularizadora de la sociedad. Si bien la importancia de la educación nunca había sido subestimada, antes del siglo XVIII se consideraba que tenía objetivos específicos y un campo de acción limitado. Con la Ilustración se empieza a vincular la educación con el dominio público, con la sociedad en su conjunto y con el ámbito de decisiones de la autoridad política. La educación permitía, en la perspectiva de los ilustrados, el desarrollo de las potencialidades buenas de la naturaleza humana y la constricción de la exteriorización de las pasiones. Entonces, por medio de la educación, el hombre logra la domesticación de las pasiones naturales y su transformación en virtudes sociales para el interés personal y la utilidad social [2].
En consecuencia, el discurso ilustrado respondía a la voluntad dieciochesca de cambiar la sociedad según los presupuestos ilustrados, siendo la prensa periódica uno más de los diversos medios empleados por el Estado y las élites para educar. Como señala Jean Sarrailh, el proyecto reformista borbónico pretendía modelar y controlar a la sociedad[3], de la cual la mujer formaba parte, por eso el afán normativo y preceptivo también se extendió al ámbito femenino. Se trataba de delimitar claramente un rol para la mujer y que ella debía asumir para la construcción de una nueva sociedad. Este discurso se nutría de tradicionales supuestos sobre la inferioridad de las mujeres y la necesidad de controlarlas y subordinarlas, que se mezclaban con las nuevas ideas y el avance científico de la época. En este período fue importante la producción de discursos, imágenes y representaciones sobre la sociedad peruana, pues lo que empieza a delinearse en esta etapa se perfilará claramente en la centuria siguiente. En este proceso, la mujer no se hallaba ausente, por el contrario, era una pieza angular en el nuevo proyecto[4].
Entonces, el proyecto ilustrado, un proyecto verdaderamente optimista, utilizó un nuevo medio que empezaba a crecer en importancia para difundir sus máximas, sobretodo, entre las mujeres. Por eso, a fines del siglo XVIII los periódicos van a cumplir un rol fundamental en el proceso de construcción de la nueva sociedad. El deseo de modernizar los conocimientos y actualizar la cultura levanta su voz desde los periódicos. Muchas veces son difusores de cosas sorprendentes y otras de experimentos singulares sin ordenarlos en un sistema, pero están siempre al servicio de la ciencia extrauniversitaria, de las ciencias útiles y de la modernidad. Como sostiene Sánchez-Blanco, a falta de una institución educativa que enseñe los nuevos conocimientos, los periódicos se convierten en sucedáneo de la enseñanza superior ocupando un lugar intermedio entre especialistas y la mera divulgación [5].
La prensa se erige como una tribuna de moral laica difundiendo un discurso que, según el editor de un periódico de la época, “...haga patentes a todos los defectos de las costumbres públicas por medio de la crítica... a fin de suavizar la aspereza de las costumbres públicas” (Prospecto, Semanario Crítico). Los agentes que tendrían un papel fundamental para lograr este fin serían las mujeres, pues se consideraba que esa era su misión natural, tal como se expresa en otra de las publicaciones cuando se afirma que eran “Nacidas para suavizar las costumbres del hombre...” (Gaceta de Lima Nº 21, 11 jun. 1794).
Dentro de esta orientación pedagógica y docente es que el discurso ilustrado abordó el tema de la mujer para definir su rol dentro de la sociedad, como se evidencia en los cuatro periódicos editados en Lima durante esta época. Es importante señalar que estos periódicos eran publicados por hombres, pues la prensa femenina y las mujeres periodistas aparecerán recién en la centuria siguiente. Sin embargo, a diferencia de los que postulan la aparición de una prensa orientada a un público femenino recién en el siglo XIX, proponemos que el primer periódico destinado a las mujeres, esencialmente a las madres de la élite, surgió a fines del siglo XVIII. Este fue el Semanario Crítico que, editado por el sacerdote franciscano Juan Antonio de Olavarrieta, aparecía los domingos y fueron dieciséis números en total que trataban, esencialmente, sobre la educación de los hijos. En el prospecto el editor lo manifiesta claramente al afirmar que:
“No será pues ultilísima ocupación hacer ver a las Señoras mujeres sus comunes defectos en este ramo tan importante a la sociedad, desde el momento en que una agradable suerte las condecoró con el dulce título y renombre de Madres?” (Prospecto, Semanario Crítico).
En efecto, el público lector estaba constituido por las madres, a ellas se dirigían los consejos para la educación de sus hijos y las orientaciones para llevar adelante una adecuada maternidad. En esta misma época circuló el Diario de Lima, que empezó a publicarse en octubre de 1790 y salió durante dos años, bajo la dirección de Jaime Bausate y Mesa. Los temas que abordaba eran diversos: principalmente se trataba de proposiciones morales mediante cartas que exponían casos supuestamente reales o a través de poemas y disertaciones; además se anunciaban compras, ventas y alquileres, generalmente, de amas de leche.
Otro carácter tuvo la Gaceta de Lima, que surgió en 1793 con el objetivo de dar la versión oficial sobre la Revolución Francesa[6]. Su publicación fue una de las medidas adoptadas por las autoridades virreinales para evitar la posible difusión de ideas contrarias al sistema político. Empezó a circular cuando ya habían desaparecido el Diario y el Semanario, pero aún se editaba el Mercurio. Esta publicación es de gran relevancia porque constituye el primer periódico peruano que trató sistemáticamente un tema de carácter internacional, pues casi la totalidad de los ejemplares estaban dedicados a informar sobre el evento político que estremecía al mundo[7]. Se puede entrever en sus páginas la imagen de la mujer en un contexto revolucionario.
El más exitoso y prestigioso de estos periódicos fue, sin lugar a dudas, el Mercurio Peruano. Editado por miembros de la élite organizados en la Sociedad de Amantes del País circuló desde 1791 hasta 1795, contando con el favor de las altas autoridades coloniales[8]. Cabe resaltar que tres mujeres, cuya identidad desconocemos, participaron en las primeras tertulias de la Sociedad pero luego no figuraron. Dedicó sus páginas íntegramente a temas orientados al conocimiento del país, por lo que ha sido considerado por la historiografía el paradigma de la Ilustración peruana de fines del siglo XVIII, llegando a eclipsar en el discurso histórico a las otras publicaciones periódicas de la época.
Estos periódicos, a medida que expresaban una concepción
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