EL IMPERIO RUSO EN LA ÉPOCA DEL IMPERIALISMO
Lobomon De La LuzEnsayo31 de Agosto de 2019
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EL IMPERIO RUSO EN LA ÉPOCA DEL IMPERIALISMO
La revolución de 1095
Con el giro de la sociedad rusa hacia la estructura capitalista se hizo aún más apremiante la reforma de las relaciones internas. Estaba naciendo una clase media administrativa que pretendía participar en las decisiones relativas a los ingresos estatales y en los asuntos públicos. Esta nueva burguesía, si bien se había desarrollado de una forma relativamente rápida, había surgido tan solo en una mínima parte de un estamento de artesanos independientes con tradiciones propias de autonomía administrativa. A esto hay que añadir que el artesano, como los pequeños empresarios de las ciudades, era a menudo de origen extranjero y, por tanto, no estaba totalmente integrado. En las ciudades del sudoeste prácticamente solo había judíos. Los comerciantes viejos creyentes se interesaban por las cuestiones políticas únicamente cuando se trataba de la igualdad de las distintas confesiones. Sin embargo, en las grandes ciudades y en los órganos profesionales, había surgido una cierta conciencia corporativa en las clases medias burguesas. También se podía hablar de una clase media burguesa en el campo, de empresarios campesinos que por reglas general habían perseguido sus fines en las administraciones de Volost’ y en los Zemsiva. Estas clases medias tan dispersares aun no estaban integradas en una conciencia política común, pero los intelectuales les prestaron un decidido apoyo en este sentido. La libertad política no era para la clase económicamente activa una meta abstracta o moral, si no que significaba la libertad concreta para desarrollarse materialmente, así como un sistema impositivo justo. Tan solo una vez satisfechas estas reivindicaciones podría actuar la clase media como factor estabilizador de la vida pública; en cualquier caso, a la larga no se dejaría guiar por unos intelectuales radicales.
La corte del Zar y los altos funcionarios no comprendieron qué a la industrialización, como política estatal, le correspondía una nueva estructura política. También hubiera tenido gran importancia y significación un Consejo de Estado reformado, en el que fueran convocados los representantes de la clase media y que pudiera actuar con responsabilidad, por lo menos hasta finales de la guerra con Japón.
La realidad constitucional de imperio parecía no admitir ninguna forma de adaptación, sobre todo cuando tras el resurgimiento del terrorismo con los asesinatos de los ministros del interior Sipiangin y Plehve, el gobierno se vio obligado, como en 1881, a situarse a la defensiva. Sin embargo, el sucesor de Plehve, el príncipe Sviatopolk-Mirskij, intento poco a poco conseguir de la burocracia algunas reformas y poner al gobierno en contacto con las fuerzas leales de la sociedad culta. Se liberó a los Zemstva de toda Rusia (ya en 1964 se había prohibido las tomas de contacto de los distintos Zemstva de entre sí).
No obstante, de no haber existido una guerra irresponsablemente emprendida contra el Japón no se habría llegado nunca al levantamiento de toda la sociedad: la sangrienta lucha en un escenario tan lejano, sin repercusiones visibles para el imperio, no encontró apenas resonancia, ni siquiera entre los rusos más patriotas. Los solados cumplían con su deber, pero las derrotas, sin embargo, tuvieron funestas consecuencias. La inesperada caída de la fortaleza de Port Arthur, tan fuertemente defendida, y la catástrofe de la flota rusa en Tsushima, demostraron la incapacidad del gobierno, que malgastaba inútilmente hombres y medios.
A finales del año 1904 pasó la oposición moderada a ocupar un segundo plano, Sviatopolk-Mirskij no pudo, a pesar de buena voluntad, prometer ningún cambio político. También entre la nobleza se hizo más ostensible la oposición. La agitación política se llevaba a cabo en los banquetes, con sus correspondientes discursos en la sobremesa, forma muy difícil de controlar por la policía. Los Zemstva, entre todas sus ciertamente moderadas exigencias, pedían principalmente el acceso al consejo imperial de representantes elegidos. De ello no se trató el acuse imperial de diciembre de 1904, que pretendía acabar con el estado de excepción en algunas regiones, suavizaba algunas delimitaciones de los derechos de las minorías religiosas y nacionales, así como la censura, y, por último, proponía un seguro social estatal para los obreros. Por iniciativa del joven pope Gapon a principios de 1904 se intentó de nuevo en Petersburgo una organización de obreros promovida por el estado; esta se radicalizo al mismo tiempo que el resto de la oposición a lo largo del año. Incluso Gapon, al que a pesar de su buena voluntad se le podía acusar de ambición y poco calculo, se solidarizó con las legítimas exigencias laborales de los obreros.
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