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Edad de las masa Eric John Ernest Hobsbawm,


Enviado por   •  28 de Enero de 2016  •  Resúmenes  •  2.072 Palabras (9 Páginas)  •  305 Visitas

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El autor del texto es Eric John Ernest Hobsbawm, reconocido historiador marxista británico, se doctoró en el King’s College, Cambridge. Su obra se centra principalmente en el análisis de la “Revolución dual”, es decir, la Revolución francesa por un lado y la Revolución industrial británica por otro. Sus obras cumbre son The Age of Revolution: Europe 1789-1848 (1962), The Age of Capital, 1848-1875 (1975), The Age of Empire (1987) y The Age of Extremes: the short twentieth century, 1914-1991 (1994). En este texto perteneciente a la obra “La invención de la tradición” Hobsbawn explica el proceso de invención de tradiciones durante la Tercera República francesa, el segundo imperio alemán y en los Estados unidos en las cuatro décadas anteriores a la Primera Guerra mundial. Explica de qué formas se realiza esta creación de tradiciones, por quién es llevada a cabo, con qué motivación, y los cambios en la estructura social que hicieron necesario este proceso.

La creación de tradiciones se practicó con especial  frecuencia durante los treinta o cuarenta años anteriores a la Primera Guerra Mundial. Hubo dos formas principales de creación de tradiciones calificadas por el autor como oficial y extraoficial. De forma oficial, por motivos políticos, principalmente la practicaron estados o movimientos sociales organizados. De forma extraoficial (motivos que podríamos llamar sociales), la llevaron a cabo grupos sociales que no estaban organizados formalmente como tales o cuyos  objetivos no eran concreta ni conscientemente políticos. Debido a los cambios que experimentaba la sociedad, las viejas formas de gobierno resultaban incluso imposibles, esto exigía nuevos métodos de gobernar, lo que llevó a una invención de tradiciones políticas más consciente y deliberada.

El estado vinculó la invención de tradiciones políticas y sociales. Visto desde abajo, el estado definía de forma creciente, la existencia civil de las personas. La estandarización de la administración y del derecho dentro de ella, y en especial de la educación estatal, transformaba a las gentes en ciudadanos de un país específico, la sociedad (sociedad civil) y el estado dentro del que actuaba se hicieron cada vez más inseparables.

Las clases que existían en la sociedad y en particular la clase obrera, tendían a identificarse por  medio de movimientos u organizaciones (partidos) políticos a escala nacional. El estado, la nación y la sociedad convergían. Visto con la perspectiva de sus gobernantes el estado planteaba problemas sin precedentes sobre cómo mantener o establecer la obediencia, la lealtad y la cooperación de sus súbditos o miembros, o su propia legitimidad. Cuanto mayor era el grado de politización de los ciudadanos de los distintos estados, mayores eran los problemas de los gobernantes. Esta situación se agudiza allá donde los movimientos políticos de masas desafían deliberadamente la legitimidad del sistema establecido. El problema parecía ser más fácil de resolver allí donde menos hubiese cambiado la estructura social, el tradicionalismo de los campesinos recibía constantes alabanzas de los conservadores, que lo consideraban el modelo ideal del comportamiento del súbdito.

En el periodo 1870-1914 la mayoría de los estados europeos así como las repúblicas americanas, habían adquirido instituciones oficiales y símbolos como banderas, himnos nacionales, capitales, etc. Tomando como referencia los modelos británico y francés.

Los principales representantes del desafío de la política popular eran la movilización de las masas por medio de la religión, la conciencia de clase (democracia social), y el nacionalismo xenófobo. Los desafíos encontraban su expresión en el voto, por lo que se aferraban a la existencia del sufragio universal. Incluso en los países cuya constitución no era democrática la existencia de un electorado de masas ponía de relieve el problema de mantener su lealtad.

El avance de la democracia electoral y la consiguiente aparición de la política de masas dominaron la intervención de tradiciones oficiales.

 El problema político con las masas empieza en el momento en que dejan de seguir a la burguesía liberal y hacen sentir su importancia en el tejido social. En este momento se hace permanente la necesidad de gobernar por medio de una democracia política bajo la amenaza de revolución social.

Después de la década de los 70 los gobernantes y los observadores de clase media redescubrieron la importancia que tenían los elementos irracionales para mantener el tejido y el orden sociales. El estudio intelectual de la política y de la sociedad se vio transformado por el reconocimiento de que fuera lo que fuese lo que mantenía a los colectivos humanos no era de carácter racional.

No bastaba con lamentar la desaparición de aquellos antiguos aglutinantes sociales que eran la Iglesia y la monarquía. Había que construir una religión cívica alternativa (la necesidad de esta era la esencia de la sociología de Durkheim, sociólogo francés que es considerado uno de los padres fundadores de dicha ciencia).

La invención de tradiciones representó un papel fundamental en el mantenimiento de la Tercera República. Hizo suya la tradición republicana previa para “domesticar” a los revolucionarios sociales. Movilizaba a la izquierda en defensa de la república, en un frente común de clases que dejaba permanentemente a la derecha en minoría. Pero, en realidad los que controlaban las tradiciones y símbolos republicanos eran hombres de centro, disfrazados de hombres de extrema izquierda.

En lo que se refiere a la innovación de tradiciones tres innovaciones son especialmente hechas a propósito: creación de un equivalente laico de la Iglesia, la educación primaria tenía contenidos pro-republicanos y era dirigida por el equivalente laico de los sacerdotes, los instituteurs; invención de ceremonias públicas que combinaban manifestaciones oficiales y extraoficiales y festejos; y, la producción en masa de monumentos, destacaba la imagen de la República misma (bajo la forma de Marianne) y figuras de personajes notables, del pasado y el presente. Exceptuando dichas conmemoraciones, en general la Tercera República se mantuvo alejada de la historia a causa del fraccionamiento que causaban los anteriores republicanismos. Evitaba el culto a los padres fundadores a diferencia de Estados Unidos de América y de los estados latinoamericanos y tenía pocos símbolos: la tricolor, el monograma republicano (RF) y el lema (libertad, igualdad, fraternidad), la Marsellesa, y el símbolo de la república y la libertad, Marianne. La única fiesta nacional era el 14 de Julio, Día de la Bastilla.

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