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Capitulo 12 "La era del capital" Eric Hobsbawm


Enviado por   •  19 de Agosto de 2015  •  Resúmenes  •  2.424 Palabras (10 Páginas)  •  2.793 Visitas

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Capítulo 12 de la “Era del Capital”

“Ciudad, industria y clase obrera” de Hobsbawn, Eric

I

Los nuevos emigrantes y generaciones surgían en un mundo de industria y tecnología, pero a pesar de los grandes cambios originados por la difusión de la industria y la urbanización, no se observaba un gran impacto del capitalismo (un ejemplo, los grandes centros textiles todavía basaban su producción total en los telares artesanos), pero es falso decir que no estaban industrializados, ya que la industria del azúcar aumentó 20 veces entre 1853 y 1872.

El trabajo industrial como la urbanización fueron las manifestaciones más dramáticas de la mueva vida.

La ciudad era el símbolo más llamativo del mundo industrial, después del ferrocarril.

La concentración urbana en las ciudades fue el fenómeno social más importante del presente siglo, y todavía era modesta y no tan desarrollada.

La típica sociedad industrial de ese periodo era una ciudad de tamaño medio, una expresión de esa sociedad se dio en los países de Europa central y oriental, y algunas capitales se pudieron convertir en grandes centros manufactureros: Berlín, por ejemplo.

Las nuevas regiones industriales no eran aun zonas ininterrumpidamente edificadas como lo van a ser en el siglo XX. Las grandes ciudades industriales de Alemania, por ejemplo, se llenaron de campesinos provenientes de la región aledaña y llevaban sus artículos al mercado semanal, permitiendo que los trabajadores de las zonas recientemente industrializadas siguieran teniendo contacto y medio para los agricultores.

La gran ciudad (en este periodo eran catalogadas así las que poseían una populación mayor a 200.000 habitantes) tenía la característica de que la mayoría de sus habitantes eran obreros de un tipo u otro, incluyendo a un gran número de criados: oficio al cual pertenecían 1 de cada 5 londinenses (en 1851).

Ciudades como Londres y Paris crecieron con rapidez y el 23% de la población representaba a la clase media y baja. (Paris pasó de 1.000.000 a 1.900.000 habitantes, Londres de 2.500.000 a 3.900.000, en el periodo de 1851-1881).

La imagen y estructura de las ciudades cambiaron debido al surgimiento de edificios y la planificación política. A nadie le gustaba la presencia de los pobres pero eran la mayoría de la población, por ende su situación era reconocida.

Las palabras como “amontonamiento” y “barrio bajo “surgieron como características de las ciudades a mediados del siglo XIX. Cuanto más rápido crecía la ciudad, más aumento de hacinamiento había.

La construcción y el arrendamiento de las propiedades en los barrios bajos era un negocio muy lucrativo. La expansión de la arquitectura y el desarrollo de la propiedad fueron características tan propias de la época que “la mitad del mundo estaba en busca de la inversión”. Es por esto que el tercer cuarto del siglo XIX fue, para la burguesía, la primera era mundial de expansión de las propiedades raíces urbanas y el auge de la construcción.

La invención del ascensor y la construcción de los rascacielos fueron los máximos avances para la época.

Se dio también un caso muy particular en este periodo, la única modalidad de empresa privada que iba dirigido al mercado de masas era la taberna. La gente se fue haciendo más urbana, y los antiguos modos de vida y costumbres del campo fueron siendo despojados.

II

La gran empresa industrial era poco significante, pero tendía a crecer (por ejemplo, hacia 1850 una factoría de 300 trabajadores podía considerarse muy grande). Evidentemente, la industria pesada tenía mucha más importancia y tendía a promover concentraciones de capital que controlaban ciudades e incluso llegaban a movilizar varios ejércitos de trabajadores bajo su autoridad.

Las compañías de ferrocarriles eran bastantes grandes y se estableció el sistema británico en 1860. Y en esa época, las minas de carbón, que eran de pequeño tamaño, eran explotadas por particulares.

Las grandes fábricas como Krupp pasaron de 72 obreros en 1848 a 12.000 en 1873, lo que denota que la industria pesada no origino a la región industrial en la misma medida que la compañía origino a la ciudad.

En cuanto a la pequeña y gran empresa, el patrón era quien la dirigía, e incluso la compañía se identificaba con un hombre más que con un consejo directivo. Para la mayor parte de las personas, el capitalismo era sinónimo de un hombre o de una familia que dirigía sus propios negocios. Este mero hecho suscitaba dos serios problemas para la estructura de la empresa: Ateñían a la obtención de capital y a su dirección.

La empresa característica de la primera mitad del siglo había sido financiada privadamente y se había expandido mediante la reinversión de los beneficios. Pero la creciente magnitud y el costo de tales empresas como las ferroviarias y otras costosas, requerían fuertes desembolsos iniciales, por lo que su creación se hacía cada vez más difícil. Por eso en ese periodo los británicos invirtieron en el extranjero como nunca lo habían hecho antes.

Se crearían nuevas formas de movilizar los fondos, de canalizarlos hacia las empresas que lo necesitaban y de constituir capitales sociales en vez de empresas de financiación privada. Esto por esto que el tercer cuarto de siglo fue un periodo propicio para la experimentación en la movilización del capital destinado al desarrollo industrial. La mayoría de estas operaciones implicaron, a los bancos o al famoso “crédit mobilier”, que era una especie de compañía industrial financiera que consideraba a los bancos convencionales poco satisfactorios. Los hermanos Pereire desarrollaron el modelo prototípico de este expediente y lo difundieron por toda Europa. Pero sin embargo, al mismo tiempo se estaba desarrollando una multiplicidad de experiencias con propósitos similares, especialmente los bancos de inversión o banques d’ affaires. Es por esto que la Bolsa se expendio como nunca, ya que ahora trataba considerablemente con las acciones del as empresas industriales y del transporte. Para dar un ejemplo, en 1856 la “Bourse Parisina” cotizaba algo más de un cuarto de todos los títulos negociados de Francia.

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