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Educacion En Las Colonias


Enviado por   •  7 de Julio de 2014  •  42.292 Palabras (170 Páginas)  •  209 Visitas

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Cultura y Educación en las colonias

Perspectiva socio política

Alumnos: Manuel Angelini

Santiago Iglesias

Paula Barrio

AZTECAS

La educación los aztecas estaba centrada en tres instituciones:

1. Calmécac: Escuela donde estudiaban los hijos de la clase alta, preparándolos para ser sacerdotes, militares o comerciantes, enseñados por sabios llamados tlamatinime (lamatini (náhuatl: Tlamatini, los que saben algo o los que saben cosas) (plural tlamatinime), traducido como hombres sabios, era el equivalente a los filósofos en la época de los mexicas. También eran poetas, y debatían temas sobre la existencia, la verdad, la naturaleza del cosmos y el lugar del hombre en él. Contribuían al desarrollo de aspectos filosóficos ligados a la religión, y eran maestros en el calmécac, la escuela de los sacerdotes y nobles. Los tlamatinime debatieron de religión con los europeos cuando éstos llegaron a América. El Calmécac (del náhuatl calli 'casa', mecatl 'morador' y -c 'lugar') era la escuela para los hijos de los nobles mexicas de México-Tenochtitlan. En esta institución se les entrenaba para ser sacerdotes, guerreros de la élite, jueces, maestros o gobernantes, educándolos en historia, astronomía y otras ciencias, la medición del tiempo, música y filosofía, religión, hábitos de limpieza, cuestiones de economía y gobierno, y sobre todo, disciplina y valores morales. Había maestros especiales que les enseñaban la tradición, y leían y aprendían de memoria las historias ilustradas en los códices. La escuela funcionaba como un internado, donde los jóvenes vivían, dormían y comían. Con los aspirantes a sacerdotes su educación se enfocaba en la religión, e incluía rituales, cantos a los dioses e interpretación de los sueños. Los aspirantes a guerreros de la élite o a gobernantes recibían más entrenamiento militar y sobre asuntos de economía y gobierno.

Características

Los jóvenes de los nobles eran educados en casa cuando eran pequeños, pero a cierta edad, que diversos autores asignan entre 7 y 15 años de edad, entraban a vivir en el calmecac. Desde el momento de su entrada, se hacía un ritual especial en el que se hería al niño para acostumbrarlo a soportar el dolor. Su educación variaba de acuerdo a la edad, pero cuando eran adolescentes iniciaba su entrenamiento militar, después, cuando eran jóvenes adultos, se les llevaba a la guerra.

Para los aztecas era muy importante que sus gobernantes fueran aptos para los cargos que desempeñaban, tuvieran la capacidad de tomar buenas decisiones y fuertes convicciones morales. En el calmecac se les enseñaba todo esto, y los alumnos sufrían diversas pruebas, sobre todo en la guerra, para demostrar su valor y su habilidad militar. A los que fracasaban, se les marcaba y rechazaba socialmente.

Desde pequeños se le levantaba en la madrugada para recibir baños de agua fría. Hacían penitencia y auto- sacrificio, usando espinas de maguey, ayunaban frecuentemente y practicaban la abstinencia. Además usaban ropa ligera para desarrollar el control de sus cuerpos contra el frío. Trabajaban duro durante el día, y pasaban en vela muchas noches en rituales de purificación. Si se quedaban dormidos o cometían una falta, se les castigaba de forma dura. Todo esto servía para forjar un carácter fuerte y resistente, digno de un noble, y para probar a los que no pudieran desempeñarse en su vida de adultos.

Los restos de dos etapas constructivas del edificio del Calmécac son exhibidos en el Museo de Sitio del Centro Cultural de España en México.

2. Telpochcalli: (en náhuatl ‘casa de los mancebos’), eran centros en los que se educaba a los jóvenes del pueblo, a partir de los 15 años, para servir a su comunidad y para la guerra. A diferencia de los nobles que asistían al Calmécac, los vástagos de los plebeyos, conocidos genéricamente como macehualtzin, asistían al telpochcalli. Estas escuelas para jóvenes se encontraban en cada barrio o calpulli.

Ahí concurrían los hijos de los macehuales, la educación era menos preparada y se les enseñaban sólo oficios.

El Telpochcalli o “la casa de los jóvenes” era un internado al que ingresaban alrededor de los siete años. Existían telpochcallis para hombres y para mujeres, los cuales se llamaban Ichpochcalli, eran las escuelas a las que asistían las niñas y las jóvenes. En ellas recibían una educación semejante a las de los Telpochcalli, aunque en lo correspondiente a su ser femenino.

Los padres los llevaban, previa ceremonia que se hacía en la casa paterna, en la que participaba toda la familia y las amistades, pero en el que los padrinos y abuelos ocupaban un lugar muy relevante.

Esta “despedida del seno familiar” era muy emotiva y llena de discursos, algunos de los cuales han sido recogidos en los huehuetlahtollis, dado que eran aprendidos y usados de una generación a otra. De esta manera se le motivaba al niño o niña, para asumir con alegría y responsabilidad el inicio formal de su educación institucional. De la misma forma los padres entregaban a sus hijos al telpochcalli o al Ichpochcalli en una ceremonia, en la que los discursos eran elocuentes, en el sentido de la formación en valores:

“Aquí estas, mi hija, mi collar y pluma fina, mi criatura y mi hechura, lo rojo de mi sangre, mi retrato. Has venido a la vida, has nacido, que te mando acá nuestro señor Tloque Nahuaque, el hacedor, el creador de la gente de la tierra.

Ahora ya te das cuenta de las cosas, ya ves cómo es aquí; no hay alegría no hay felicidad, sino pena y desdicha y cansancio y miseria; penas y desdichas en exceso. Difícil lugar es la tierra, lugar del llanto y sufrimiento, donde se conoce la pena y la amargura; pasa, se desliza el viento helado, se dice que en verdad se calman el calor y el viento, pero hay hambre y sed; simplemente así son las cosas.

Oye pues, niña, hija mía; no es un buen lugar la tierra, no se alegra uno, no es feliz porque, se dice que nada más hay alegría con fatiga, con penas en la tierra; así decían los viejos.

Para que no siempre anduviéramos llorando, para que no muriéramos de pena los masehuales, nos dio nuestro señor la risa el sueño, el trato carnal para la reproducción, que embriaga toda la vida en la tierra, de modo que nadie ande de llorando.

Pues aun cuando así sean, aún

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