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El Departamento De Risaralda Y La Superstición Del 13


Enviado por   •  19 de Diciembre de 2012  •  2.455 Palabras (10 Páginas)  •  396 Visitas

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EL DEPARTAMENTO DE RISARALDA Y LA SUPERSTICIÓN DEL 13

(Ley 070 del 1º de diciembre de 1966)

Por Julián Chica Cardona

Superstición, del latín “superstitio, onis”, es esa creencia extraña e interpretativa de los eventos del entorno con respecto a la fe religiosa que tiene una persona, y que sin embargo, es contraria a la razón . Y no obstante a la gente les funcionan, lo que hace que trasciendan de la coincidencia a la simple paradoja, como aquella de los sentimientos y la lógica acuñada por Pascal que hasta en nuestros días reza: “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. De ahí que hasta la misma antropología criminal nos la defina como aquella clase de “creencia sin fundamento positivo conocido, pero con eficacia suficiente para determinar la conducta, con abstenciones y acciones que prevengan lo nefasto o, por el contrario, aseguren lo benéfico” . Y que el insigne poeta, historiador, humanista, matemático y filósofo asturiano Bernardo de Quirós , define la superstición como una serie de “complejos mentales antiquísimos, prejuicios, deseos, observaciones insuficientes, asociaciones prematuramente admitidas transmitidas y fijadas por herencia en los estratos más profundos de la psiquis. De ahí precisamente su poder en las bajas clases sociales, y aún en individuos de cultura relativa y hasta elevada, pues no es dable inhibir enteramente el poder del largo pasado, la historia humana entera que pesa sobre cada cual, en la conversión y paralelismo de los filogénico con lo ontogénico, esto es, de lo propio de toda la especie con lo personal del individuo” .

Y fue precisamente por aquellos tiempos cuando llegó a hacerse común la especie de que los vascos eran los supersticiosos, a quienes el filósofo francés Michel Onfray les atribuye el mal augurio o presagio de “los 13 comensales” (del que aquí nos ocuparemos), el del salero cuando se derrama, el del grito de la lechuza o los aullidos del perro, la superstición del que era afortunado en el juego pero un desgraciado en el amor, y mal de ojo, entre otros. Pero está visto que la superstición es y ha sido siempre una tendencia atávica del hombre, desde los tiempos más remotos cuando aprendió que a la clama chicha le sucedía la tormenta, hasta la idea de que el heredero de España, Carlos II , llamado el Hechizado, había nacido raquítico, retardado mental, enfermizo y estéril, por cosas del diablo, y no por haber sido éste el resultado de las sucesivos matrimonios consanguíneos de la familia real que terminó con la degeneración total de la estirpe. En todo caso, el universal número 13, que para los mayas era la cifra de mayor significación en su sistema cabalístico, y sobre la cual basaban ellos el desciframiento de su cosmogonía a partir del calendario de los trece meses, con sus ciclos matemáticos de cosechas y sequías, sus momentos planetarios para los sacrificios igual que para la medicina, parte de una verdad científica fundamental de nuestra anatomía, ya que el cuerpo humano tiene 13 grandes articulaciones, a saber: cuello (1), hombros (2), codos (2), muñecas (2), caderas (2), rodillas (2), tobillos (2), total 13 articulaciones que funcionan de manera sistémica como un todo en armonía y movimiento. De ahí deriva el 13 de la numerología maya, una verdad tan simple como esa, pero a la vez tan verdaderamente antropológica, y que al ser humano actual se le escapa ese hecho incontrovertible de que el 13 lo rige desde la cuna hasta la tumba.

Y recordamos entonces a los mejicanos de la revolución cuando había un almuerzo de generales y alguien se percataba que eran trece los asistentes, con toda la parsimonia les comunicaba que uno de ellos iba a morir antes de que terminara ese año, y todos los allí presentes lo asumían con ese estoicismo propio de los mejicanos. Claro que en el contexto, cuando el nivel de riesgo de cada uno de ellos, en tratándose de combatientes, era demasiado alto, y a veces todos sabían que eran los trece sin excepción los que estaban marcados para pasar al mundo de los muertos antes de que les cantara el gallo. De ahí que aún hoy se sostenga que “nadie es más supersticioso que un indio mejicano”, en quien la sincronía entre ese mundo aborigen y el modelo de los doctrineros, dio lugar a una serie de rodeos y abstenciones que en la mayoría de los casos funcionaron para ellos. Pero resulta ser muy difícil señalar hasta qué punto son superstición o paradoja, los comportamientos relacionados con la fobia al 13, y que las ciencias humanas han dado en denominar: “triscaidecafobia”, miedo irracional al 13, y que el cine norteamericano ha sabido explotar tan eficientemente para su propio lucro y beneficio (martes 13, viernes 13), pero que no deja de ser por ello una superstición, y que tomada de los vascos se basa en el hecho de que fueron 13 las personas que participaron en la última cena de Jesús, y durante esas 24 horas subsiguientes, primero se suicidó Judas Iscariote (el traidor apóstol), al ahorcarse de la rama de un árbol, y luego fue Jesús, después de ser negado por el apóstol Pedro, quien terminó clavado en una cruz que él mismo había tenido que llevar a rastras hasta la cima del calvario después de una andanada de azotes que lo dejaron medio muerto. De ahí la traición, la negación y la muerte con la quedarían maldecidos cada que fueran 13 las personas que se sentaran en una misma mesa a compartir un alimento. Y si para los mejicanos esto ha funcionado desde antes y después de la revolución, y los gringos le tienen el prejuicio comercial más enorme a dicho 13 ¿por qué habríamos de ser nosotros, el resto de latinoamericanos, la excepción a tal agüero?

De ahí que en el caso del departamento de Risaralda, que tantas dificultades tuvo que afrontar para lograr el cometido de su autonomía política y administrativa, sirva de aliento para asimilar mejor esta superstición con un maquiavélico trasfondo de alguna comunidad secreta, o mirarla acaso como una paradoja desde la mirada elemental de los observadores de la época que vieron en ello una señal de muy difíciles albures para la nueva entidad territorial, y que la tenacidad de un pueblo cívico y de costumbres recias sacó adelante para convertirlo en el departamento piloto de Colombia. Y todo empezó cuando de los 20 municipios que inicialmente aspiraban a formar parte de este nuevo territorio, pasó a ser 17, producto del intenso lobby que ejercían sus detractores, y cuando todo estaba ya perdido para los representantes de la tristemente célebre “Unidad Caldense”, opositora acérrima de la creación de este nuevo departamento, con capital Pereira, terminó reduciéndose a sólo 13 municipios al momento de ser creado mediante ley de

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