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El Liderazgo Político En El Perú


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2014  •  8.893 Palabras (36 Páginas)  •  439 Visitas

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LECTURA

Curso: Procesos Históricos y Económicos del Perú y del Mundo Contemporáneo

Nombre del autor: Fernando Tuesta Soldevilla

Título: El liderazgo político en el Perú

Muchos de los hombres que se ungen como líderes, terminan por convertirse en personajes de un perfil cuestionado. Por ejemplo, Alberto Kenyo Fujimori Fujimori es visto hoy por la gran mayoría de peruanos como el hombre que engañó a toda una nación, que se enriqueció ilícitamente, que se convirtió con el paso del tiempo en el fantoche de su ex asesor, Vladimiro Montesinos , gobernándola a pesar de tener también la nacionalidad japonesa que siempre ocultó. Sin embargo, por mucho tiempo muchos peruanos lo consideraron como el hombre que libró al Perú de los azotes del terrorismo y de la hiperinflación.

Y es que los líderes políticos se convierten en signos de competencia, nacionalismo, promesas, virtudes y vicios, colaborando a introducir significado en un mundo político confuso para la mayoría de ciudadanos (Edelman, 1991). El líder interactúa con el pueblo, brindándole seguridad y esperanza, pero a cambio exige su respaldo masivo y comprometido. El líder es pues icono de osadía, inteligencia, posibilidad de cambio y seguridad de una protección paternal. Quizá por eso la teoría política es clara cuando señala que los líderes son los que reciben de las sociedades, el encargo de marcar el rumbo de los países.

Los líderes se convierten en símbolos del bien y el mal, del amor y el odio; por ello es fácil identificarlos como agentes de injerencia positiva y negativa, y transmitirles nuestro apoyo o declararles nuestro enfrentamiento u odio, según su accionar (Edelman, 1991).

La unción del líder requiere de alguien que acepte la responsabilidad de llevar a cabo las acciones gubernamentales y posea las cualidades de que carecen sus seguidores: exitoso –en contraste con los fracasos anteriores– o víctima –cuando haya obstáculos infranqueables interpuestos por adversarios o enemigos. Anhelar convertirse en un líder político supone manejar una escala oportunista de valores, en la que el poder pasa a ser un valor en sí mismo. Los líderes que surgen por los márgenes del sistema político deben asumir un discurso de redención y un mandato de cambio social. Su llegada al poder expresa el descrédito de las instituciones representativas y la inexistencia de identidades políticas estables. Este es el marco conceptual en el que se ubica el liderazgo en el Perú.

1. El independentismo

Luego de 12 años de gobierno militar y de grandes transformaciones sociales en 1980 el país volvió a la senda democrática.

En 1979, el general Francisco Morales Bermudez Cerruti convocó a elecciones generales, de las que resultó vencedor el arquitecto Fernando Belaúnde Terry , quien pudo volver a ocupar la primera magistratura de la República luego del golpe de Estado que en 1968 lo retiró del gobierno. La transición a la democracia concitó la esperanza que las mayorías populares y los sectores medios tenían por ver, al fin, cristalizadas sus demandas.

Durante la década de los 80’, los gobiernos de Acción Popular (AP) —1980/1985— y el del Partido Aprista Peruano (PAP) —1985/1990— poco pudieron hacer para controlar el desbarajuste económico y para dar fin a la violencia terrorista que no dejaba de atemorizar a todo el Perú. Ambos regímenes fueron incapaces de proporcionar un nivel mínimo de seguridad política y económica a la población.

Cabe destacar que en los años ochenta los partidos políticos aun presentaban muchos rasgos autoritarios, imponiendo la estructura clientelista y personalista. Ello hizo difícil que los partidos políticos asuman su papel representativo, ya que –por otro lado– entraron en conflicto con las organizaciones de base que fueron proliferando, tanto a nivel rural como en el ámbito urbano marginal.

Para fines de los 80´, la democracia subsistía, pero el país se desangraba en medio de una desinstitucionalización generalizada. Los partidos políticos habían caído en un peligroso descrédito y sus líderes eran acusados por actos de corrupción en todas las instancias del gobierno.

En medio de este caos, apareció la figura independiente de Ricardo Belmont Cassinelli quien fundó el Movimiento Obras para lanzar su candidatura a la alcaldía provincial de Lima Metropolitana. Belmont ganó las elecciones municipales realizadas en 1989 obteniendo el 47% de la votación. El broadcaster basó su campaña en su forma informal como se comunicaba con la gente. No exhibió programas ni ideologías. Sólo se comprometió en mejorar las condiciones de vida de millones de limeños.

El nombre de su movimiento político Obras, era su promesa, y su mejor carta de presentación era haber batido en innumerables veces las metas de recaudación en obras benéficas, todo ello, a pesar de la grave crisis económica que aquejaba a la población. Si él había sido el artífice de que miles de niños vuelvan a caminar, cómo no podría arreglar los problemas básicos de la metrópoli (Planas, 2000 y Lynch, 1999).

Para los electores, la llegada de un “independiente” sin propuestas se convirtió en un icono de virtudes luego de casi una década de promesas incumplidas y problemas sin solución. Ricardo Belmont Cassinelli —el popular “Colorado”— es el primer líder “independiente” que llega a un cargo de responsabilidad, vía elecciones libres, en los últimos 50 años. Belmont fue electo como antítesis de lo conocido como político hasta ese entonces: de habla popular, se vestía de jeans, hablaba de deportes populares, como de fútbol o boxeo. En otras palabras, rompió con el patrón cuadriculado en el que se desenvolvieron los políticos en la década de los 80´.

Los gobiernos elegidos por la vía democrática habían contribuido –con su incapacidad– a que a finales de los años ochenta el Perú se encuentre en la peor crisis de su historia, sólo comparable con el período de crisis económica, institucional y social posterior al fin de la guerra con Chile, a fines del siglo XIX.

El pueblo consideraba a los políticos que gobernaron el país durante la década de los 80´ como elites políticas irracionales, faltos de sentido común, propensos a delitos de corrupción, a la injusticia y a la mentira teatralizada y descarada.

En 1990, con el fracaso de todos los partidos políticos en las elecciones municipales del año anterior, dos independientes

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