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El Sindicalismo En Mexico

IVANSILVA30108927 de Enero de 2015

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LA CONFEDERACIÓN REGIONAL OBRERA MEXICANA

Se adoptó el nombre de Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), pues los anarquistas y socialistas propugnaban el título de regional de México, pensando que podrían ser sección de una central internacional.

En cambio los reformistas propugnaban la supresión del título de regional y agregar el de mexicana, significando este último término, que era una organización nacional desvinculada de las demás.

Su lema era: salud y revolución social, lema anarquista. Posteriormente, la llamada acción directa del anarquismo fue abandonada y sustituida por la acción múltiple, dando paso así a la participación en las actividades políticas, que en un principio se pensó desligar de esta organización. La fundación de la CROM representa el triunfo del reformismo, en el movimiento obrero de México. Desde la realización del congreso de 1916, en Veracruz, se descartó la lucha política y se maniató a la clase obrera, condenándola a la lucha económica; se prohibía a los miembros de los organismos sindicales apoyar a algún partido político e, implícitamente, se les impedía la formación de un partido obrero. El congreso de Saltillo, en 1918, hizo sentir la lucha de nacionalistas contra una tendencia de afiliarse a la internacional. Los principios que sustentaba en su inicio el movimiento obrero, van poco a poco degenerando. De la socialización de los medios de producción, propugnada en Veracruz, se pasa a la lucha por la descentralización de la propiedad, cayendo en una posición agraria reformista que sólo buscaba el reparto de la tierra, pero no la desaparición del sistema. También, en el Congreso de Saltillo, se exigió la reglamentación del artículo 123 constitucional. La CROM consiguió la hegemonía durante el decenio de los años veinte, que se traduce en un control de las demandas de los trabajadores. La CROM tuvo nexos con la American Federation of Labor (AFL), dirigida por Samuel Gompers, quien tenía conocimiento del movimiento obrero panamericano desde 1883, “cuando trabajaba en una fábrica de cigarros en Nueva York, conoció a tres trabajadores mexicanos que —según él— le dieron una idea bastante exacta de la situación política e industrial en el régimen de Díaz”.8 El líder estadounidense señala haber visitado tres veces México y que, en varias ocasiones, algunos mexicanos acudieron a verlo para pedirle consejo sobre sus proyectos de derrocar al general Díaz.

En cuanto a sus nexos con los integrantes de la CROM, expresa que:

“se gestionó que la delegación mexicana enviara dos representantes a Washington para que conferenciaran con el Consejo Ejecutivo de la

AFL...” uno de los representantes de la ciudad de México era Luis N.

Morones, que llegó a ser —dice Gompers— un jefe muy influyente en las organizaciones obreras mexicanas.

Como se sabe, Morones fue importante líder de la CROM y tuvo estrechas relaciones con la AFL. Uno de sus resultados, después de las entrevistas en Laredo, Texas, fue la constitución de la Panamerican Federation of Labor de 1918, fecha en la que Gompers expresa que envió “a México una comisión del movimiento obrero norteamericano, formada por James Lord, Santiago Iglesias y John Murray”.

LA CONFEDERACIÓN GENERAL DE TRABAJADORES

La Confederación General de Trabajadores (CGT) es una expresión de la corriente anarcosindicalista en México. Surge como respuesta del movimiento obrero en contra de la legitimación de las organizaciones de trabajadores ante el Estado. Sin embargo, su evolución se ubica en un periodo en el que ya existe aceptación oficial del sindicalismo, se discuten los proyectos de reglamentación al artículo 123 constitucional y se plantea una opción que abre la CROM: el sindicalismo y la política juntos. El anarcosindicalismo, variante del anarquismo, plantea una estructura económica basada en el sindicato, el cual —a través de organizarse en federaciones y agruparse éstas en una confederación general— logrará la reorganización de la sociedad. Para ello, se vale de acciones directas y revolucionarias, cotidianas, que lleven, finalmente, a la huelga general, con la cual se consolidará la revolución social. La nueva sociedad podrá organizarse de manera federalista y se basará en una cooperación sistemática, según líneas generales determinadas y bajo el mantenimiento de los compromisos contraídos.

Los socios fundadores fueron: José C. Valadés, Manuel P. Ramírez, Alberto Araoz de León y Edmundo Solís. El 15 de septiembre de 1923 se adhirió esta central a la Asamblea Internacional de Trabajadores, con sede en Berlín, Alemania. Los integrantes de la CGT fueron reclutados entre las viejas agrupaciones radicales, principalmente entre los trabajadores de la industria textil y de transportes, pero su volumen no llegó nunca a ser muy numeroso, debido, tal vez, a la cerrada hostilidad de la CROM y los gobiernos que veían un serio peligro en la propagación de las ideas anarcosindicalistas, que, además no eran compatibles con la estructura jurídico-política del Estado mexicano.

La CGT permaneció fiel a los principios anarcosindicalistas y al margen de los asuntos político-electorales del país y, en firme y gallarda actitud de rebeldía, se rehusó a participar “en todo acto que pudiera significar colaboración con el régimen o atamiento de la autoridad gubernamental”. Cabe señalar que un grupo de militantes inconformes con la CROM se unieron a la CGT y fundaron la Federación Sindical de Trabajadores del Distrito Federal; entre ellos estaban “Fernando Amilpa, Jesús Yurén, Fidel Velázquez, Alfonso Sánchez Madariaga y Luis Quintero (los famosos cinco lobitos)”.

LOS SINDICATOS CATÓLICOS

Otra fase del movimiento obrero mexicano, que no debe desdeñarse, es la etapa revolucionaria que se da desde antes del estallido de la revolución, “los sindicatos y agrupaciones de obreros inspirados en la doctrina social de la Iglesia católica”.31 Al estallar la revolución existía ya una Unión Católica Obrera, presidida por el licenciado Salvador Moreno Arriaga, a cuyas instancias se celebró una asamblea general, en la que se discutieron las bases para la formación de una organización más amplia. De la asamblea surgió la Confederación Católica Obrera (CCO), que agrupaba a cuarenta y seis círculos obreros con doce mil doscientos treinta socios efectivos en 1911.bLa CCO convocó de inmediato a la “Dieta de Zamora, que se realizó a principios de 1913. Sus objetivos eran llevar a cabo una reforma al sistema económico apoyada en los principios de la encíclica papal Rerum Novarum”.

Algunas de las resoluciones que se tomaron en la Dieta de Zamora fueron: salario mínimo, para satisfacer las necesidades normales de vida; supresión del trabajo para mujeres casadas y niños; habitación y un taller para los artesanos; se propuso la creación del seguro social de desempleo, accidentes, enfermedad y vejez; así como la creación de juntas de arbitraje para resolver los conflictos entre el capital y el trabajo, con carácter permanente y obligatorio; se propugnó la participación en los beneficios y aun en la propiedad de las empresas, ya fuera mediante acciones, ya por otros métodos que se irían elaborando; protección eficaz del trabajo a domicilio, sobre todo del de las mujeres y jóvenes costureras; representación legal ante los poderes públicos de los intereses de los trabajadores, etcétera. Los dirigentes católicos se jactaban de haber emprendido, en 1913, “un programa social tan avanzado como las disposiciones contenidas en el artículo 123 de la Constitución de 1917”. Como es de suponerse, todo quedó en la fase declaratoria; no se hizo el más mínimo esfuerzo para llevarlo a la práctica. La Iglesia emprendió en aquel entonces una activa campaña en contra de los sindicatos socialistas, desde el púlpito y por escrito. Llegó a declarar pecado mortal la afiliación a los sindicatos, “basada en el odio y la guerra de clases”. Sobre todo, los obreros que se incorporan a un sindicato patrocinado —claro está— por la Iglesia, o que no fuera de naturaleza puramente cooperativa, caía la amenaza del castigo. La agrupación llamada Acción Social Católica convocó un congreso que se llevó a cabo en la ciudad de Guadalajara, en abril de 1919, en el cual participaron sesenta y seis grupos obreros. En 1920 “se funda el Secretariado Social Mexicano bajo la dirección del padre Alfredo Medina”.35 Las oficinas principales estaban en Guadalajara. A Méndez Medina lo sucedió otro cura, Arnulfo Castro. El hecho de que siempre fuera un cura la cabeza del movimiento es indicativo de lo poco que tenían que ver los obreros en la dirección del mismo. Fruto de las labores del Secretariado Social Mexicano, en el sector obrero, fue “la Confederación Nacional Católica del Trabajo (CNCT) que nació como consecuencia de la celebración del Congreso Obrero Católico de Guadalajara, en abril de 1922”.

Respecto a la importancia que tuvo este movimiento, las opiniones se dividen. Según López Aparicio, la CNCT “dio sus primeros pasos llena de vigor; contaba con trescientas cincuenta y tres agrupaciones filiales en las que militaban aproximadamente ochenta mil miembros”.

Basurto difiere de la opinión anterior vertida por López Aparicio y expresa que: “no debe olvidarse que este autor [López Aparicio] siente especial simpatía por las organizaciones de la Iglesia”. Por su parte, Vicente Lombardo Toledano, en su ya conocida obra, expresó que el propósito de la Iglesia católica mexicana, respecto de las asociaciones profesionales, era el de unir íntimamente a los patronos y obreros; dirigir a aquéllas por conducto

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