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El tono de la vida


Enviado por   •  5 de Agosto de 2016  •  Síntesis  •  895 Palabras (4 Páginas)  •  499 Visitas

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Jean Carlo Casillas Vázquez
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El tono de la vida

Todas las experiencias de la vida conservan ese grado de espontaneidad y el carácter absoluto que la alegría y el dolor tienen aún hoy en el espíritu de un niño. Las grandes contingencias de la vida; el nacimiento de un niño, el matrimonio, la muerte tomaban con el sacramento respectivo el brillo de un misterio divino, pero también los pequeños sucesos, iban acompañados de mil bendiciones, ceremonias, sentencias y formalidades.

Para la miseria y la necesidad había menos lenitivos que ahora. Todas las clases, todos los órdenes, todos los oficios, podían reconocerse por su traje. Todo se anunciaba rigurosamente por medio de cotejos, gritos lamentaciones y música.

El mismo contraste y la misma policromía imperaban en el aspecto externo de la ciudad y del campo. La ciudad se erguía rotunda cercada por sus muros, con sus agudas torres sin número, las iglesias eran las que dominaban con sus eminentes masas pétreas la silueta de la ciudad, las campanas anunciaban el duelo, la alegría, el reposo, la agitación; convocaba y exhortaban.

La condenación del lujo y de la vanagloria eran los temas con que los predicadores populares conmovían profundamente a su auditorio, abrumaban de reproches a la nobleza y al clero.

Las investigaciones históricas sobre la Edad Media, prefieren todo lo posible los documentos oficiales, se desconfía de las crónicas. Los documentos arrogan escasa noticia de la diferencia de la vida que separa de aquellos tiempos, y hace olvidar el vehemente pathos de la vida medieval. De las paciones que colman de color a la vida medieval, regularmente se encuentran dos: la codicia y la belicosidad.

Las ideas políticas, en medio de las cuales se vive, son las de la canción popular y las del libro de caballerías, los reyes de la época se reducen a un número limitado de tipos; cada uno responde más o menos a un motivo de canciones o aventuras.

Los ciudadanos de un Estado del último periodo de la Edad Media, viven con desconfianza, preguntándose si su dinero es derrochado o utilizado para le provecho del país, esta desconfianza se traduce a que el rey está rodeado de astutos y codiciosos consejeros.

Los príncipes del siglo XV buscaban el consejo de ascetas y de predicadores exaltados, había un vivo elemento de exaltación religiosa en la alta política.

Quien solo buscase información en los documentos oficiales, considerados como fuentes más seguras para el conocimiento de la historia, podría hacerse una imagen que no diferenciaría en nada esencial de una descripción de la política de ministros y embajadores del siglo XVIII.

Todo el que estudie la historia de aquel tiempo ha de quedar sorprendido en más de una ocasión ante la falta de fundamento suficiente con que la moderna investigación histórica deriva de causas económico-políticas esas luchas partidistas. La última Edad Media es la época de las grandes luchas de partidos. En la época feudal vence por todas partes pequeñas guerras locales, en que no cabe descubrir otro motivo económico que la envidia del uno por los bienes del otro.

La intensidad del sentimiento partidista y de la lealtad a los príncipes era aumentada todavía por el poderoso efecto sugestivo que ejercían todos los signos de partidos, colores, emblemas, divisas, santos y señas, los llevaban incluso los clérigos, las mujeres y los niños.

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