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Ensayo de La Guerra de Sucesión Española


Enviado por   •  15 de Noviembre de 2015  •  Trabajos  •  3.592 Palabras (15 Páginas)  •  175 Visitas

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Cosmin Ciobanu 1ºY

La guerra en el siglo XVIII

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La Guerra de Sucesión

La Guerra de Sucesión de España se origina al morir el rey Carlos II sin dejar herederos para la continuidad en el trono de la nación.

Carlos II fue un niño enfermizo y débil sobre el que recayó el futuro del gran imperio español con sólo cuatro años de edad, al morir su padre el rey Felipe IV. Su vida estuvo constantemente marcada por la regencia de la reina madre, doña Mariana de Austria, segunda esposa y viuda del rey; y por la Junta de Gobierno creada al efecto para auxiliarla, donde había representantes de la política, la nobleza y el clero.

Carlos II se casó en dos ocasiones. Primero con la francesa María Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV, el 30 de agosto de 1679; y pocos años después con la austríaca Mariana de Neoburgo, hija del elector del Palatinado, Felipe Guillermo, el 28 de agosto de 1689. Con ninguna de las dos tuvo hijos, de modo que a su muerte, el 1 de noviembre de 1700, España se quedaba sin heredero directo.

Sus parientes más cercanos eran sus hermanas, hijas también del rey Felipe IV:

Doña María Teresa, casada con el rey Luis XIV de Francia, y doña Margarita, casada con el emperador de Austria Leopoldo I.

Ambas se creían con razones más que sobradas para considerar que el reino de España debía pasar a manos de sus herederos, Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV e hijo de Luis, el Delfín de Francia, en el primer caso; y Carlos de Ausburgo, hijo de Leopoldo I, en el segundo; dándose por abierto el conflicto que luego se conocería como la Guerra de Sucesión de España.

1. La muerte del rey Carlos II y su testamento

La muerte de Carlos II en noviembre de 1700 supuso el ascenso de los borbones en España.

En el testamento nombró sucesor a Felipe de Anjou , nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto de Felipe IV, quien fue coronado con el título de Felipe V.

El testamento del rey Carlos II lo decía bien claro: "...Declaro ser mi Sucessor (en caso de que Dios me lleve sin dexar hijos) el Duque de Anjou, hijo segundo del Delfín; y como à tal le llamo à la sucessión de todos mis Reynos, y Dominios, sin excepción de ninguna parte de ellos; y mando, y ordeno a todos mis subditos, y Vassallos de todos mis Reynos, y Señoríos, que en el caso referido de que Dios me lleve sin sucession legitima, le tengan, y reconozcan por su rey, y Señor natural,..."

En un principio, todos los soberanos reconocieron al rey salvo el emperador José I, que se negó a que su familia perdiera el trono español.

La situación en España se hacía difícil, y los motines en la calle a mediados de 1699 debido a la escasez de alimentos y su carestía, en cuyas gestiones especulativas se vio implicada la mujer de Oropesa, dieron como consecuencia la caída de éste, dejando vía libre a los diplomáticos franceses que aprovecharon la situación con habilidad, y a Portocarrero, que presionó al monarca de modo que le planteó la designación del francés como un grave caso de conciencia. A los pocos días de la firma del citado testamento moría Carlos II, el día 1 de noviembre de ese mismo año.

2. La gran alianza de la Haya

Desde muchos años atrás, siendo Carlos II aún un niño y doña Mariana de Austria la regente de España, comenzaron los Tratados de Reparto promovidos por las potencias europeas en previsión  (o ante la esperanza) de que el joven príncipe muriera en cualquier momento sin dejar heredero.   Un primer paso fue el acuerdo franco-austríaco de 19 de enero de 1668, ratificado un año después, en virtud del cual Francia se quedaría con Sicilia, Nápoles, Flandes, el Franco Condado, Navarra, Rosas, las plazas africanas y Filipinas; mientras que Austria pasaría a tomar posesión del resto de los demás territorios de la España peninsular e insular, más Cerdeña, Milán, los presidios de Toscana y toda América.

Sin embargo Carlos II viviría todavía 32 años más, tiempo en el que las posiciones se fueron modificando de modo que frente al ambicioso plan expansionista francés se formó la Liga de Augsburgo (17 de julio del año 1686) promovida por el holandés Guillermo III de Orange, y a la cual se sumaron España, Austria, Suecia y los principados alemanes de Franconia, Suabia y Baviera. Así se inició un período de guerras y convulsiones en Europa que duró hasta la Paz de Rijswick de 1697, tras cuya firma Luis XIV devolvía las plazas conquistadas (entre otras, Barcelona, Gerona, Palamós y Rosas).

En 1699 Leopoldo I propuso a Guillermo III un nuevo Tratado de Reparto (firmado el 11 de junio), que llevaría a nuevas negociaciones y a un tercer Tratado de Reparto, este último firmado en La Haya el 25 de marzo de 1700.

Pero todo este movimiento interior en la política europea quedó sin valor con el testamento de Carlos II, por el cual todo el inmenso imperio español llegaba a las manos de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. No hubo necesidad de repartos: Felipe fue nombrado rey de España el 24 de noviembre de 1700, siendo su designación aceptada por todos los estados de Europa, menos por Austria, cuyo emperador Leopoldo I seguiría luchando por el trono de España en favor de su hijo el archiduque Carlos.

Dos potencias marítimas como Inglaterra y las Provincias Unidas (Holanda) encabezaron en el 7 de septiembre de 1701 la Gran Alianza de la Haya; posteriormente se les unieron el duque de Saboya y en 1703 el reino de Portugal. Su objetivo era defender el derecho del archiduque Carlos de Austria a coronarse rey de España, mientras que la Corona de Castilla apoyó al candidato francés.

Esta alianza declaró la guerra a Luis XIV y a Felipe V en mayo de 1702, una guerra que acabaría en el año 1714 con la toma de Barcelona por las tropas de Felipe V.

La guerra se inició al principio en las fronteras de Francia con los Estados de la Gran Alianza, y posteriormente en la propia España, donde se convirtió en una guerra europea en el interior del país, desembocando en una auténtica guerra civil, básicamente entre la Corona de Aragón, partidaria mayoritariamente del Archiduque, el cual había ofrecido garantías de mantener el sistema "federal" de la Monarquía Hispánica, y la Corona de Castilla, que había aceptado a Felipe V, cuya mentalidad era la del estado centralista de monarquía absoluta comparable al modelo de la Francia de la época.

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