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Europa: rezagada, pero dinámica, por Jürgen Kocka.


Enviado por   •  30 de Marzo de 2017  •  Resúmenes  •  1.978 Palabras (8 Páginas)  •  7.896 Visitas

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3. Europa: rezagada, pero dinámica, por Jürgen Kocka

 Nos habla del capitalismo comercial en general y como se desarrolló en la Europa medieval en una época tardía,  de un modo diferente al de Asia. La vida económica quedó desintegrada y con ella se desmoronaron todos los elementos capitalistas que habían surgido en la Antigüedad gracias a el derrumbe político del imperio romano de Occidente, en el siglo V, y la inestabilidad que supusieron las migraciones de la población. En las regiones de Europa que habían estado bajo el dominio y la influencia del imperio romano (con excepción del área del Mediterráneo oriental) se produjo un retroceso de la economía de mercado, una desmonetarización y un regreso a la agricultura. Las relaciones comerciales desaparecieron, las ciudades y los espacios mercantiles se fueron atrofiando y las vías de comunicación quedaron desiertas. El comercio quedó limitado al ámbito local.

 

En Europa medieval las principales prácticas capitalistas se daban sobre todo en el comercio con regiones remotas por ejemplo el intercambio de mercancías entre Europa y Asia, que se extendió, cada vez con más intensidad y regularidad. Se desarrollaron vías comerciales en tierra y marítimas, de uso frecuente y cada vez más abundantes con diferentes regiones cercanas.

 

Los mercaderes que se dedicaban a este comercio en su afán por limitar los elevados riesgos que entrañaban los largos viajes a través de enormes distancias, se centraron en encontrar soluciones que pasaban por establecer una cooperación. Para las travesías por tierra, se unían con el fin de formar caravanas, y para las marítimas, pero a la vez por diferentes factores solían mantenerse muy unidos en sus lugares de destino.

El teto también nos habla de la Liga Hanseática, que se mantuvo entre los siglos XIII y XVI, era una asociación de comerciantes que acostumbraban a viajar y que compartían un mismo origen (una serie de ciudades, en su mayoría del norte de Alemania). Era una federación poderosa, aunque no muy unida, que en ocasiones llegó a contar con más de cincuenta ciudades entre sus miembros. Supervisaba las travesías de los barcos, el comercio y la política en el área situada entre el mar del Norte y el mar Báltico. Se centraba en productos de lujo, como las especias y el ámbar, pero también en los productos de masas, destinados al uso corriente de amplios círculos de compradores, como el algodón, los paños, las pieles, el pescado, la sal, los cereales, la madera y los artículos de metal. Contaban con ciudades portuarias y también con ciudades del interior. Se cree que en los siglos XIV y XV se obtenían ganancias anuales de entre un 15 y un 20% del capital aportado. Los métodos de contabilidad eran sencillos: los comerciantes actuaban al mismo tiempo como sus propios banqueros y cambistas. Lo habitual era comprar y vender fiando la mercancía y no se empleaba dinero en efectivo, sino que se recurría a las letras de cambio. El éxito de esta Liga, que se mantuvo durante mucho tiempo, se basaba tanto en la política corporativa de las ciudades (que buscaban y concedían privilegios y no temían lanzarse a un enfrentamiento bélico) como en la identificación de las oportunidades de mercado que hacían los diferentes comerciantes particulares.

 

Entre los siglos XII y XV surgió en las ciudades del norte de Italia y en las del sur de Alemania, una variante en general más dinámica y prometedora de este tipo de capitalismo, gracias, en esencia, al comercio con regiones lejanas. En este caso se necesitaban métodos para salvar grandes distancias, en la medida de lo posible sin tener que transportar sacos enteros de monedas. Había una enorme necesidad de reducir los riegos. Los comerciantes y socios capitalistas se unían para formar sociedades durante cortos períodos. La mayoría tenía negocios en varios sectores, con distintos artículos y funciones. Buena parte del dinero que se necesitaba se generaba en el propio comercio, pero también había grandes sumas que procedían de patrimonios obtenidos a través de la política, la agricultura o el uso de la violencia. Se acumularon grandes, enormes riquezas. Al principio (en el siglo XII) eran producto de una sola trayectoria vital, pero con el tiempo se fueron heredando de generación en generación y, más tarde, se concentraron en empresas familiares pensadas para mantenerse durante largo tiempo.

Este desarrollo del capitalismo comercial en la Alta y la Baja Edad Media no habría sido posible sin la invención de nuevos métodos y la existencia de nuevas formas jurídicas. La doble contabilidad, que permitía comparar con exactitud y en cualquier momento el debe y el haber y que Sombart valoró como elemento imprescindible para que se diese el capitalismo, surgió en las ciudades del norte de Italia especializadas en el comercio como muy tarde en el siglo XIV y durante mucho tiempo se conoció como el método «alla veneziana». Así se amplió, de un modo absolutamente decisivo, la dimensión en la que podían realizarse los negocios propios del capitalismo comercial. Se recuperó la tradición del Derecho romano, con su racionalidad formal y sus concepciones contractuales, que, sin ser decisiva, también contribuyó a esta evolución. A diferencia de lo ocurrido en Arabia y China el capitalismo comercial del sur y del oeste de Europa dio muestras de una llamativa dinámica: fue más allá de los límites del comercio, por un lado para adquirir la forma de un capitalismo financier, y por otro para dar lugar a las primeras manifestaciones de su penetración en el mundo de la producción.

 

Cuando, a finales de la Edad Media, su volumen, complejidad e importancia experimentaron un rápido crecimiento, solo una pequeña parte de ellas pasó a los numerosos judíos o lombardos que se habían especializado en la concesión de préstamos sobre prendas y que ofrecían fundamentalmente créditos para el consumo, explotando las necesidades de la gente corriente y, a menudo, aplicando intereses desorbitados, lo que les valió la fama de usureros. En realidad, la mayoría de los que se dedicaban a este negocio eran mercaderes experimentados o pujantes, que se iban especializando cada vez más en los negocios monetarios, aun cuando eso no significara que abandonasen por completo el comercio de mercancías. Los bancos aparecieron en Génova en el siglo XII, en Venecia en el siglo XIII y en la Toscana a principios del XIV. Los florentinos —que en 1350 eran ya ochenta— consiguieron el liderazgo en toda Europa y mantuvieron su posición hasta finales de la Edad Media. En su mayoría se trataba de sociedades mercantiles de base familiar y controladas por varios socios que aportaban capital, participaban en la dirección y se dividían las ganancias. El tercer mayor banco de Florencia, el banco Acciaiuoli, contaba en 1341 con dieciséis sucursales en varios países, once socios, treinta y dos gerentes y un elevado número de empleados. También los Bardi, los Peruzzi y, ya en el siglo XV, los Strozzi y los Medici adoptaron este formato de gran empresa transnacional. No solo obtenían beneficios gracias a las operaciones con el dinero, los cambios y los giros ya mencionados, sino que, además, utilizaban su capital, los fondos depositados en sus sociedades y sus ganancias para adquirir participaciones y créditos en las empresas comerciales y artesanas. A veces eran ellos mismos quienes administraban tales empresas. Por otra parte, concedían préstamos a los gobiernos de las ciudades, a señores locales y señores supralocales, y muy pronto también a los más poderosos desde el punto de vista espiritual y terrenal, que, en vista de la ausencia de unos ingresos regulares procedentes de la recaudación de impuestos, necesitaban permanentemente dinero y tenían enormes dificultades para librar sus guerras, cumplir con sus deberes de representación e impulsar la expansión de sus territorios. La construcción del estado y los inicios del capitalismo financiero van de la mano. De este modo, una pequeña élite de ciudadanos acaudalados y pertenecientes al mundo de las altas finanzas extendió su influencia al ámbito de la política, pero al mismo tiempo vinculó su existencia empresarial a los poderes políticos y a los cambiantes destinos de estos.

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