Dinamicas
amezari10 de Septiembre de 2011
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1. Las estrategias de aprendizaje: ¿Qué son? ¿Cómo se enmarcan en el
currículum?
En este primer capítulo nos proponemos diferenciar, por una parte, entre las nociones de
método, técnica y otros procedimientos curriculares relacionados con el concepto de estrategia
de aprendizaje; por otra parte, pretendemos clarificar qué son las estrategias de aprendizaje y
cuándo y cómo pueden enseñarse para completar su auténtico objetivo: a dar al alumno a
aprender de forma significativa y autónoma los diferentes contenidos curriculares.
Después de establecer cuál debería ser el lugar y la función de las estrategias en el
currículum escolar, nos plantearemos algunos interrogantes que habitualmente están presentes
en la práctica pedagógica cuando nos referimos a la posibilidad o la necesidad de enseñar
estrategias de aprendizaje.
Éste es, desde nuestro punto de vista, un capítulo introductorio que debería ayudamos a
compartir significados y establecer el marco general a partir del cual se han de llevar a cabo las
sucesivas concreciones que la actuación educativa conlleva, aspecto del que nos ocuparemos en
capítulos posteriores.
De las técnicas de estudio a las estrategias de aprendizaje. (¿Enseñamos técnicas o
estrategias?)
Para conseguir nuestro propósito puede ser útil iniciar nuestra exposición con la descripción
de algunas maneras diferentes de aprender (y, evidentemente, de enseñar) basadas en un mismo
contenido. Sugerimos, pues, al lector, que nos acompañe para observar la actividad desarrollada
en tres aulas de diferentes centros de Primaria. Supongamos que en estas aulas (probablemente
de ciclo medio) se está desarrollando una unidad didáctica relativa a la representación del entomo
mediante la realización de planos.
En la primera de dichas aulas, el profesor pretende que los alumnos realicen el plano de su
clase; para ello, primero les enseña cómo puede hacerse un plano parecido: el del patio de
recreo. Delante de los alumnos dibuja un rectángulo (ésta es la forma del patio) y explica que
utilizará unos símbolos para representar todos sus elementos. Después de situar los símbolos en
su .lugar sugiere a sus alumnos que ellos hagan el plano de su clase de la misma manera. Se
trata -les dice- de que hagáis la mismo que he hecho yo, pero con la clase.
Vamos a realizar el plano de nuestra clase. Recordad todo lo que acabo de hacer, y no
olvidéis que ¡hay que utilizar los símbolos apropiados!- A continuación, apunta en la pizarra los
símbolos que representan las ventanas, mesas, sillas, armarios y demás materiales del aula, y
reparte a sus alumnos unas hojas cuadriculadas en las que ellos realizan su plano.
En la segunda de las aulas, nos encontramos con una profesora que pretende que sus
alumnos aprendan a realizar el plano de su clase teniendo en cuenta la necesidad de representar
simbólicamente los diferentes elementos de éste y considerando las proporciones del plano.
Antes de empezar sugiere a sus alumnos que hagan un listado de todos los elementos que debe
contener el plano. “Vamos a hacer el plano de la clase; primero anotaremos todos los elementos
que debemos incluir en este plano”.
Una vez completado este listado, se discute entre toda la clase cómo deben representarse
estos elementos; la profesora especifica los criterios que hay que tener en cuenta: “Los símbolos
deben ser simples, representativos y de fácil interpretación”. Durante diez o doce minutos los
alumnos piensan posibles símbolos que cumplan los criterios comentados para representar los
elementos que debe contener el plano. Se presentan las diferentes propuestas y, después de
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analizar su pertinencia con cada uno de los tres criterios que debían respetar, se escogen los
símbolos que parecen más adecuados.
También hay que pensar en cómo calcular las medidas de nuestro plano- comenta a
continuación la profesora. Para facilitar esta cuestión y respetar la proporción con las medidas
reales, les propone entonces la posibilidad de utilizar dos procedimientos diferentes:
Podemos medir la clase y sus elementos en palmos y después, en el papel, cada palmo será
un centímetro de nuestra regla-; y, para asegurarse de que entienden cómo hacerlo, ella misma
les pone un ejemplo de cómo utilizar este procedimiento dibujando y midiendo una ventana en
la pizarra.
Otra manera de hacerlo puede consistir en imaginar unas medidas para la clase y para los
elementos que hay en ella y poner en el plano estas medidas-. Y añade: “¡Pero debéis tener
cuidado, no vale cualquier medida que imaginéis! Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que
una ventana de nuestra clase es más pequeña que la pizarra y que el armario debe resultar mayor
que las mesas. ¿De acuerdo?”
A continuación proporciona una nueva explicación del ejemplo, ilustrando cómo deben
respetarse estas proporciones, y dibuja en la pizarra dos mesas: una del mismo tamaño que el
armario y otra mucho más pequeña. “Ahora ya podéis hacer el plano de nuestra clase”, sugiere
finalmente la profesora.
Para realizar su plano, los alumnos escogen el procedimiento que les parece más adecuado y
utilizan los símbolos que ya se han discutido anteriormente. Cuando todos los alumnos han
acabado el trabajo, se comparan los diferentes planos, analizando si uno de los dos
procedimientos de medida es más adecuado que el otro y por qué.
A continuación, exponemos el tercer caso. El profesor también quiere que sus alumnos
realicen el plano de la clase, pero además pretende que analicen cuáles son las variables que hay
que tener en cuenta a la hora de realizarlo y decidan, después de un espacio de reflexión, cuál es
la mejor forma de realizar dicho plano y por qué. Para conseguirlo, antes de empezar la
actividad, facilita a sus alumnos algunos ejemplos de planos diferentes: un plano de un
comedor, a color, extraído de una revista de decoración, en el que se detallan todos los muebles
y elementos decorativos; un plano de una vivienda realizado por un arquitecto, en blanco y
negro, con abundantes símbolos, hecho a escala; y por último, el plano de un aula dibujado por
un alumno de su misma edad, el año anterior.
«Vamos a fijarnos en estos tres planos», les pide. «Quiero que penséis para qué sirve cada
uno de ellos, cuál es su finalidad.».
Una vez acordada la finalidad, el objetivo que persigue cada uno de los diferentes planos, el
profesor sugiere a sus alumnos que analicen en qué aspectos se parecen y en cuáles son
diferentes. Cada aspecto comentado no sólo es anotado, sino que es analizado en relación a la
finalidad del plano, tal como se aprecia en las reflexiones siguientes que el profesor introduce en
la discusión.
«Sí, tenéis razón. En el comedor los objetos están dibujados y no se representan con
símbolos como en el plano de la vivienda. ¿Por qué os parece que es así? ¿Qué pasaría si se
hubieran utilizado símbolos y además en blanco y negro? ¿Para qué sirve este plano? ¿Cuál
pensáis que es su finalidad? ¿Tienen alguna relación los dibujos utilizados con esta finalidad?
Este tipo de reflexiones se hacen extensivas a aquellos aspectos que el profesor considera
que sus alumnos deben aprender en el proceso de realización de un plano, como la necesidad de
escoger una forma de representar los diferentes elementos, los criterios a que deben atenerse
estas representaciones y la necesidad de mantener las proporciones entre las medidas del plano y
las medidas reales.
Después, se sugiere a los alumnos cómo pueden tener presentes estas variables para realizar
el plano de su clase correctamente.
«Vamos a hacer el plano de nuestra clase para explicar después a nuestros padres dónde
estamos sentados y cómo hemos organizado el aula. Lo haremos por parejas. Antes de empezar
recordad que debéis poneros de acuerdo en un conjunto de aspectos. Pensad en cuál es la
finalidad del plano que vamos a hacer, para qué debe servirnos. También debéis analizar qué
hay que saber y qué hay que saber hacer, si habéis entendido como medir los elementos, si
sabéis cómo dibujarlo, si habéis hecho planos en alguna otra ocasión, etcétera.
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Los alumnos deciden cómo realizar la tarea teniendo en cuenta las reflexiones anteriores;
escriben cuál es la finalidad de su plano, los conocimientos que tienen para hacerlo, es decir, lo
que creen que saben y lo que necesitan aprender para dibujarlo. Una vez que todas las parejas
han terminado el trabajo se intercambian sus planos y otros compañeros valoran si es claro,
informativo y si consigue su objetivo.
Si nos detenemos a analizar más detalladamente estos tres ejemplos, podremos evidenciar,
seguramente sin demasiada dificultad, algunas diferencias sustanciales en el tipo de aprendizaje
que promueven. En la primera de nuestras aulas los alumnos aprenden a realizar el plano de su
clase utilizando los mismos procedimientos que su profesor. Difícilmente podrían realizar, sin
ayuda,
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