Evolución del Estado.

A la hora de realizar un análisis, es de suma importancia descomponer el todo en sus partes, ya que esta es la finalidad de dicho estudio, por lo tanto, para empezar a hablar sobre la evolución del estado, es necesario decir que según el Diccionario de la Real Academia Española, el estado es una forma de organización política, dotada de poder soberano e independiente, que integra la población de un territorio. De forma tal que en este proceso se busca estudiar cronológicamente, como se ha transformado dicha organización a lo largo del tiempo. Se puede decir que incluso desde antes de Cristo, se dieron manifestaciones de organización que dieron origen al estado a través de grandes imperios monárquicos, como Mesoamérica, Egipto y Mesopotamia. Por otro lado se crearon las primeras formas de estado concretas, que se caracterizaban por una democracia participativa, las cuales aparecieron alrededor del siglo VIII a.C. y se conocen como polis griegas, ya que definieron la civilización griega representando el centro político, cultural y ciudadano de su sociedad.

Desde otro punto de vista, no es necesario ir tan atrás en la historia para encontrarnos con distintas estructuras previas al Estado, ya que lo que concierne a nuestro ámbito de estudio, incluye la existencia de las llamadas poliarquías medievales, las cuales se caracterizaron por el gran poder que tomaron los Señores Feudales, quienes otorgaban tierras por usufructo a los vasallos (juraban fidelidad a su señor y se comprometían a cumplir determinadas servidumbres) al margen del Emperador y del Papa, los cuales eran las autoridades universales de origen divino.

A partir del siglo XVII es que realmente se puede considerar la formación de la primera estructura llamada estado absoluto, cuyo nombre hace referencia a que no existía una división de poderes como la que se conoce actualmente, sino que el poder recaía únicamente sobre el llamado soberano, además, entra al protagonismo un nuevo actor político llamado súbdito, el cual se puede decir que es el sustituto de los vasallos anteriormente nombrados. Dichos súbditos aceptaban a consciencia que serían sometidos a la autoridad única de un monarca absoluto, el cual ejercía su gobierno sin restricción alguna. Otra característica del estado absoluto radica en que era un estado fuerte que se basaba en políticas corporativas, las cuales buscaban tomar las medidas necesarias para controlar la economía, considerando que la prosperidad de la nación estaba vinculada con el capital acumulado por ésta en metales preciosos, este particular modelo económico es lo que se conoce como Mercantilismo.

En este punto es que el Estado se consolida, ya que adopta una relación entre sus tres elementos constitutivos esenciales, los cuales son: el territorio (país), la población (pueblo o nación) y el poder público (forma de gobierno).

Al transcurrir un siglo, es decir, con la entrada del siglo XVIII, cambia totalmente esta idea de que el estado debe intervenir en la economía, dando origen a una autorregulación del mercado que se conocía como liberalismo económico. Esto se resume en la frase: “Laissez faire, laissez passer” (dejen hacer, dejen pasar), la cual apunta a defender la libertad de mercado, de empleo y de producción, relegando al Estado a una mínima intervención en la economía. El liberalismo económico también generó nuevas tendencias e ideologías políticas. Estas defendían que la autoridad del estado no es absoluta, sino que los ciudadanos deben conservar una parte de independencia frente a los poderes públicos. Sitúan al capitalismo como único sistema capaz

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