FORTIFICACIONES DE CAMPECHE
elenita1831 de Enero de 2014
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INTRODUCCIÓN
Durante la época colonial, Campeche tuvo la categoría de puerto de escala en el tráfico comercial marítimo debido a su situación geográfica entre el Mar de las Antillas y el Golfo de México; el intenso comercio con Veracruz hizo que su economía fuera muy próspera, por lo que hubo la necesidad de crear astilleros para la fabricación de barcos.
En los siglos XVI y XVII se inició la fortificación de San Francisco de Campeche, de las que hablaremos a continuación.
LAS FORTIFICACIONES Y SU ESTRATEGIA DEFENSIVA
Cuando pensamos en la piratería inmediatamente vienen a la mente las mil y un aventuras de los cuentos y lecturas de la infancia. Asociamos a los piratas con los asaltos a los galeones españoles cargados de las riquezas americanas que enviaban al Viejo Continente; con el robo a la doncella, sin faltar el matiz de romanticismo que deriva de la unión del valiente y apuesto navegante con la rica heredera de estirpe hispana.
El siglo XIX fue el periodo que colaboró fuertemente a crear la visión que aún persiste de los piratas y sus acciones. Esta centuria fue una época de grandes revoluciones, lo mismo a escala nacional que individual. En ese tiempo casi toda Hispanoamérica alcanzó la Independencia, los monarcas de Europa conocieron el ocaso del poder absoluto; las artes plásticas en contra de la Academia, y los novelistas recogieron las contradicciones y aspiraciones de su sociedad plasmando sus ideas en personajes imbuidos de la efervescencia libertaria. Quizá por ello la figura del pirata no ha dejado de ser idealizada en muchos sectores de la literatura y la cinematografía de todo el mundo.
Pero la verdad no fue tan idílica como nos la pintan. Y ese punto de vista puede variar también desde la posición (digamos nacionalidad) de quien lo exprese. No obstante de lo que no hay duda alguna es de la existencia materializada por todo el territorio hispanoamericano de muchas ideas conformadas en fortificaciones, unas mayores que otras, que nos hablan de asuntos políticos, económicos y sociales; de que no sólo cumplieron el cometido de satisfacer las necesidades de la población y del propio reino, sino que también hablan de sus miedos y de sus temores.
Las fortificaciones construidas en el Caribe a través de varios siglos son un interesante caso histórico de un proyecto global de defensa territorial. Esa región fue por mucho tiempo una región con vida propia en la que el intercambio entre las diferentes áreas dominadas por España, Francia e Inglaterra se llevaban a cabo día a día. En el Caribe también hay una larga historia de comercio, de asaltos y defensas, de contrabando de influjos étnicos y culturales, pero también de historias particulares, locales, cada una de especial interés para los países de hoy que fueron parte del inmenso sistema colonial europeo de ayer.
Las fortificaciones son prueba de los vínculos con las importantes rutas de comercio y navegación, de su estrecha relación con los avances de la ciencia y la tecnología, y de la ingeniería naval y portuaria, con la evolución técnico-constructiva, con el desarrollo de los armamentos y de la guerra, con la interpretación de los modelos europeos de arquitectura en ingeniería militar y su adaptación a las circunstancias propias del Caribe, de su influencia sobre otros programas edilicios, o sobre la organización territorial y urbana, su representatividad simbólica de las imágenes de tantas ciudades, o la profusión de mapas, planos y documentos que avalan su génesis y su desaparición.
El estudio y revaloración del engranaje defensivo que España implantó en esta parte del continente no debe limitarse entonces a aspectos locales, o demeritar a otras minoras, sino que debe abordarse de manera conjunta ya que cada una juega su papel en esa maquinaria, cada una tuvo su porque, y cada piedra de ellas también se impregnó del sudor de esclavo o de indígenas, de la pólvora del defensor o sufrió los golpes del enemigo. Cada una tiene su página en nuestra historia.
FORTIFICACIONES DE SAN FRANCISCO DE CAMPECHE
Descubierta América, Portugal se disputaba con España el nuevo botín de tierras exóticas llenas de riquezas. Solo el papa Alejandro VI en calidad de vicario de Dios podía definir la situación, una línea dividió el Nuevo Mundo en dos partes dejando fuera a Inglaterra, Francia y Holanda, lo que desató la piratería. Primero fueron los ingleses que con “patentes de corzo” atacaban los barcos españoles, eran los corsarios, a quienes le siguieron los bucaneros y los filibusteros. San Francisco de Campeche —junto con Veracruz— eran los dos puertos más importantes en tierra firme de la Nueva España, y como tal fue atacado por innumerables bandidos del mar, más de una veintena de ataques obligaron a la población a protegerse por murallas y baluartes. Los más temidos fueron William Parker (1597), Diego el Mulato y Pie de Palo (1633), Jacob Jackson (1644), Henry Morgan (1661), Mansfelt y Bartolomé “El Portugués” (1663), Rock Brasiliano (1670), Lorencillo (1672 y 1685), Lewis Scott (1678), Capitán Cook (1678) y Barbillas (1708) entre otros tantos amagos que elevaba la desesperación y la ira de sus pobladores.
El primer sistema defensivo sirvió de muy poco y al segundo le bastó el ataque de Lorencillo quien en 1685 merma la población a tan solo una tercera parte. Es entonces cuando se inicia el proyecto “abaluartado” del Don Martín de la Torre. Ocho baluartes unidos por igual número de cortinas sería el proyecto que duraría más de 24 años en concluirse deteniendo la incursión de ataques piratas, solo Barbillas encontró una estrategia que le permitió, a través de un salvoconducto, entrar a la Villa fortificada en 1708 y llevarse consigo un cuantioso rescate. El recinto inicialmente contó con tres puertas dos hacia tierra y otra hacía el mar. En 1732 se construye una puerta del lado de tierra. Concluida la piratería y ante las amenaza inglesa, se construyen dos fortalezas, los reductos de San José y San Miguel con sus respectivas baterías de costa, obras perfectas de la ingeniería militar que convertirían a la Ciudad de San Francisco de Campeche en un ejemplo fortificado en toda América.
Las fortificaciones se pusieron a prueba con las luchas de un nuevo México independiente dividido en sus ideales de país. Con el tiempo parte de las murallas fueron destruidas, pero se conservaron sus fortificaciones que conjuntamente con su arquitectura barroca colonial le han dado a la Ciudad un título de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Baluarte de Nuestra Señora de la Soledad
Es una construcción de fines del siglo XVII, que por su superficie es considerada la más grande de las ocho que se construyeron para unir el recinto amurallado de la villa de San Francisco de Campeche.
El Baluarte de Nuestra Señora de la Soledad, apelativo original de la fortaleza, fue el tercero en construirse, entre 1690 y 1692. Recibe su nombre en honor de la Virgen de la Soledad, patrona de los marinos, y por haberse levantado a la orilla del mar. Su superficie abarca dos mil 344.18 metros cuadrados, convirtiéndolo en el más grande de los ocho construidos.
Esta construcción comunicaba con dos baluartes: San Carlos y Santiago; sin embargo, gracias a la fortificación de la villa cesaron los ataques de piratas, por lo que este baluarte fue usado como bodega de la Aduana, y más adelante, de las tropas federales y el gobierno estatal, durante el movimiento revolucionario.
En 1929 se hace cargo de su administración la Secretaría de Guerra, quien lo destina como habitación de los familiares de algunos oficiales, convirtiéndose así en una vecindad.
Para 1937 el gobierno federal y estatal inicia los trabajos de rescate y restauración de este inmueble, el cual se encontraba bastante deteriorado. Una vez restaurado, es habilitado como museo en 1958, para lo cual es retirada la colección que integraba la exposición del ex templo de San José para conformar el nuevo museo en el Baluarte de la Soledad, con piezas mayas y de la época colonial. Cabe señalar que también se acondicionó un área para las oficinas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) mismas que permanecieron hasta 1995, cuando fueron trasladadas a la casa de Teniente del Rey.
En 1975, la exposición permanente fue remodelada, convirtiéndose así en un museo de historia colonial. Ese mismo año se colocaron varios monolitos mayas en una sala dedicada al investigador campechano Román Piña Chan, así como esculturas mayas en los arcos que soportan la rampa de acceso a la azotea. En 1992 fueron abiertas al público las últimas tres salas con que cuenta actualmente el museo, dedicadas a otros estudiosos campechanos: Nazario Quintana Bello, Santiago Pacheco Cruz y Ponciano Salazar Ortegón.
A partir de esta fecha, la colección museográfica se ha ido especializando hasta convertirse en lo que hoy conocemos como Museo de Escultura Maya, el cual está integrado por monolitos labrados en piedra, jambas, dinteles, sillares, altares, etc. Provenientes de diversas zonas arqueológicas del Estado.
Descripción: Su planta es de forma pentagonal irregular y consta de dos niveles. La planta baja se conforma de seis habitaciones abovedadas, de las cuales, cuatro son salas de exposición, una de sanitarios y la última es utilizada para trabajos de restauración. Antiguamente, estas áreas sirvieron como habitaciones del personal de guardia, como bodega para el almacenamiento
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