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Fin del reinado de Carlos IV. Inestabilidad de la Corona.


Enviado por   •  28 de Agosto de 2016  •  Ensayos  •  4.739 Palabras (19 Páginas)  •  426 Visitas

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Fin del reinado de Carlos IV. Inestabilidad de la Corona.

El siglo XIX español se inicia con la continuidad del reinado de Carlos IV en un marco internacional en el que la figura del emperador francés Napoleón se consolida en la Europa continental.

Napoleón interviene cada vez más directamente en los asuntos españoles. Fuerza a Carlos IV a declarar la guerra a Inglaterra en 1803, y como consecuencia de ello se produce el desastre de Trafalgar el 21 de octubre de 1805, donde el almirante Nelson destroza a la armada franco-española. La flota española, gravemente dañada en la batalla, queda hipotecada para garantizar el control sobre las colonias en el futuro.

Tras el decreto imperial de Berlín que establece el bloqueo continental contra Inglaterra, Napoleón firma con España el Tratado de Fontainebleau en octubre de 1807, por el cual se decide el reparto de Portugal y el nombramiento de Manuel Godoy como príncipe de los Algarves. Como consecuencia del mismo, el emperador lleva a cabo el despliegue de fuerzas en toda la Península.

La inestabilidad de la Corona se debe a que, a principios del siglo, España se encuentra con grandes dificultades económicas derivadas de la participación en numterosas guerras, la escasez de cereal y una gran deuda pública.

En la Corte se hace cada vez más clara la polarización de fuerzas en torno a los seguidores de Godoy y a los del príncipe de Asturias, el futuro Fernando VII, que es progresivamente marginado desde la conjura de El Escorial , en la que queda patente su intento de acometer un golpe de fuerza contra su propio padre, Carlos IV.

Los partidarios de Fernando VII deciden actuar iniciando una conspiración, que tiene su fruto entre los días 17 y 19 de marzo de 1808 con el llamado Motín de Aranjuez. La corte española es asaltada por la camarilla fernandina, que fuerza la abolición de Carlos IV a favor de su hijo y la prisión de Godoy.

Napoleón, que observa la inestabilidad de la Corona española, decide precipitar los acontecimientos e intervenir en el problema dinástico. El emperador convoca a padre e hijo en Bayona, donde, con una hábil y enérgica maniobra, logró la abdicación de Fernando en su padre y la de este en el emperador, que cede el trono a su hermano José I, en mayo de 1808, que hasta entonces era rey de Nápoles.

Etapas de la Guerra de la Independencia.

Primera etapa: ocupación, levantamiento y primeros éxitos (1808).

La primera etapa se caracteriza por el despliegue de los cuerpos del ejército francés.

El tercer cuerpo controla Barcelona y trata de tomar Zaragoza, pero es detenido en El Brunch. El cuarto cuerpo del ejército se despliega por el norte peninsular y ataca la cornisa cantábrica y asedia Zaragoza.

El primer y segundo cuerpos se establecen en la zona central. Sus objetivos son el control de los puertos del sur y el este peninsulares. Las tropas francesas que se encaminan a Cádiz se ven hostigadas por las fuerzas enviadas por la Junta de Sevilla, que detiene a los franceses en Bailén. Es esta la primera derrota de las tropas napoleónicas, suceso que tiene gran repercusión en Europa. Como consecuencia de ella, los franceses, con el nuevo rey José I a la cabeza, abandona Madrid y retroceden hasta Vitoria. El emperador se ve obligado a intervenir personalmente en la dirección de la guerra.

Segunda etapa: hegemonía francesa y las guerrillas (1808-1812).

Napoleón entra en España a finales de noviembre con los veteranos de la Grande Armée. Durante 1809 se produce una extraordinaria movilización de las mejores tropas francesa, que consiguen victorias importantes en Burgos, Tudela y Uclés. Como consecuencia, capitulan Madrid y Zaragoza. José I se instala de nuevo en Madrid, desde donde el emperador inicia una ofensiva contra las tropas inglesas, que se retiran con cierto orden hasta Galicia. En enero de 1810, Napoleón abandona el suelo español.

Al comenzar el año 1810, el territorio peninsular está prácticamente ocupado por los franceses, excepto Lisboa (Torres Vedras), algunas zonas gallegas y Cádiz, último refugio de la Junta Central. Como consecuencia de las derrotas sufridas, las autoridades españolas llevan a cabo un cambio de estrategia en la dirección de la guerra.

Esta nueva estrategia consiste en desplegar un número ilimitado de hombres en partidas y cuadrillas que, convenientemente organizadas, se dedican a mantener en permanente hostigamiento al enemigo, que se ve con ello forzado a dispersar sus tropas, en conclusión, guerrillas. También intervino la iglesia, que fue una intervención decisiva.

La guerra de guerrillas provoca la inmovilización de los efectivos napoleónicos, que se ven forzados a defender núcleos vitales continuamente amenazados.

Tercera etapa: ofensiva final hispano-inglesa (1812-1814).

Con el comienzo de la campaña para la invasión de Rusia por parte de Napoleón, el sentido de la guerra varía bruscamente. Durante 1812 y 1813, las tropas hispano-inglesas cosechando notables éxitos que obligan a José I a abandonar Madrid, de donde se retira definitivamente el 15 de mayo de 1813. A causa de las sucesivas derrotas, las tropas francesas cruzan los Pirineos en el invierno de 1813. Napoleón devuelve el poder a Fernando VII, tras llegar a un acuerdo comercial favorable a Francia y obtener garantías para los hombres que han colaborado con su administración.

Los afrancesados.

Se suele dar este apelativo a un numeroso grupo de españoles que colaboraron con las autoridades francesas. Se trata de funcionarios e intelectuales que aspiran a llevar a cabo las reformas que generan riquezas para el país. Su pensamiento político está enraizado en la ilustración y consideran que su actuación beneficia la estabilidad de la corona, el control de las colonias y la centralidad de Gobierno frente a la autonomía de las Juntas.

En los primeros días de junio de 1808, tras las abdicaciones de Fernando VII y Carlos IV, un decreto del emperador proclama a José I rey de España y de las Indias. A continuación se convocan en Bayona las Cortes españolas, en las que un reducido número de diputados redacta y aprueba el texto legal que da forma a la Administración francesa en España: el Estatuto de Bayona.

Ya en el exilio y protegidos por el nuevo régimen francés, algunos se acogen a distintas medidas de gracia de Fernando VII, y otros se ven condenados al destierro perpetuo.

Desde Francia, los afrancesados siguen el desarrollo de la situación política española, entusiasmarse cuando el rey jura la Constitución

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